La profecía de los Elegidos
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La profecía de los Elegidos
Desde hacía un tiempo me apetecía hacer una historia alejada del universo Ace Attorney centrada más en la narración y la aventura que en diálogos e investigación. Escuchando una canción me vino una escena a la cabeza, me puse a escribir y tengo el prólogo (muy, muy corto) y el primer capítulo que pondré dentro de unos días XD Para ser sinceros, solo tengo una idea muy vaga del mundo en el que se desarrollará la historia, pero tengo los personajes pensados y seguramente sobre la marcha pueda ir añadiendo más elementos, que suele ser mi estilo al escribir a no ser que tenga un final concreto pensado. ¿Qué podéis esperar de esta historia? Una narración detallista, batallas fluidas y con distintas situaciones y una trama ''a lo rpg'' que espero que os guste. Por supuesto también habrá musica como viene siendo costumbre, intentaré que sea variada y adecuada a cada escena XD En fin, aquí os dejo el prólogo, espero que os guste.
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Espero que os haya gustado ^^ En realidad esta música no fue la que inspiró la escena, pero la otra es demasiado épica y prefiero reservarla para otro momento. Después de unos cuantos comentarios continuaré con el siguiente capítulo que es ya más largo (tampoco tanto, unas 3 páginas y poco más en word), ahora voy a ver si sigo escribiendo XD
Un saludo y gracias por leer
__________
La profecía de los Elegidos
Prólogo
Prólogo
La tormenta ruge con fuerza intentando desgarrar la tierra. Bajo las grises nubes y la escasa luz dada por una luna que lucha por salir de la masa electrificada en la que se ha convertido el cielo, un joven caballero cava una tumba, reprimiendo sus lágrimas y sus sentimientos con la misma fuerza que los rayos asedian el planeta entero.
Al acabar, recuerda de nuevo las palabras de un misterioso asesino, causante de la muerte por la cual quiere venganza: ''Cuatro son los Elegidos, y uno de ellos ha sido eliminado''. Entonces su semblante cambió. Su expresión pasó de tristeza a furia, y tras dejar un colgante en la tumba, se levantó y empezó su viaje, un viaje más allá de cualquier frontera, cuya única motivación era averiguar por qué quería aquella persona acabar con la vida de su mejor amigo.
Comenzó a andar sin un rumbo fijo bajo la incesante lluvia que lo calaba hasta los huesos, pero a pesar de eso, su determinación le impedía parar, siempre había sido una persona decidida pero irónicamente no supo si desenvainar la espada cuando el asesino llegó hasta él y su compañero.
Deros es un chico de 22 años que se ha entrenado con la espada para convertirse en caballero desde hace muchísimo tiempo. De hecho, él es el único que tiene un entrenamiento decente en la pequeña villa de Krien, un pequeño pueblo que se escondía del resto del mundo más allá de una cordillera al este del continente. Es más, la aldea era tan minúscula que ni siquiera tenía un puerto que la comunicase con el mundo exterior, razón por la cual sus habitantes descuidaron el arte de la lucha, ya que hacía bastantes años que no se veían involucrados en ninguna guerra ni nada similar.
Por eso, cuando un extraño apareció de la nada y mató a Fek, nadie supo reaccionar a tiempo, ni siquiera Deros, que solo había luchado con las bestias que habitaban los prados y los bosques que rodeaban Krien. Después de morir su amigo, nada lo ataba a la aldea, ya que su madre murió cuando él era pequeño, y su padre había contraído una enfermedad grave un año antes del accidente, la cual le causó el mismo destino. Por lo tanto, cuando se vio solo, se prometió a sí mismo que descifraría la enigmática frase de aquel misterioso personaje y emprendió su viaje a otras tierras para encontrar respuestas.
Después de una larga caminata sin percances llegó a una cueva en la falda de la montaña en la cual decidió refugiarse y pasar la noche. Encendió una hoguera y se quitó la capa mojada hasta que se secase. Al cabo de un rato, cuando terminó de comer, comenzó a dormir para recuperar fuerzas. Al día siguiente, comenzaría a subir por el sendero de la montaña. Hacía casi un siglo que nadie lo utilizaba, y no sabía bien en qué condiciones estaría ni qué bestias le aguardarían, pero era la única opción viable si quería seguir tras la pista del asesino. Sin que él lo supiera, la imparable rueda del destino había comenzado a girar.
Al acabar, recuerda de nuevo las palabras de un misterioso asesino, causante de la muerte por la cual quiere venganza: ''Cuatro son los Elegidos, y uno de ellos ha sido eliminado''. Entonces su semblante cambió. Su expresión pasó de tristeza a furia, y tras dejar un colgante en la tumba, se levantó y empezó su viaje, un viaje más allá de cualquier frontera, cuya única motivación era averiguar por qué quería aquella persona acabar con la vida de su mejor amigo.
Comenzó a andar sin un rumbo fijo bajo la incesante lluvia que lo calaba hasta los huesos, pero a pesar de eso, su determinación le impedía parar, siempre había sido una persona decidida pero irónicamente no supo si desenvainar la espada cuando el asesino llegó hasta él y su compañero.
Deros es un chico de 22 años que se ha entrenado con la espada para convertirse en caballero desde hace muchísimo tiempo. De hecho, él es el único que tiene un entrenamiento decente en la pequeña villa de Krien, un pequeño pueblo que se escondía del resto del mundo más allá de una cordillera al este del continente. Es más, la aldea era tan minúscula que ni siquiera tenía un puerto que la comunicase con el mundo exterior, razón por la cual sus habitantes descuidaron el arte de la lucha, ya que hacía bastantes años que no se veían involucrados en ninguna guerra ni nada similar.
Por eso, cuando un extraño apareció de la nada y mató a Fek, nadie supo reaccionar a tiempo, ni siquiera Deros, que solo había luchado con las bestias que habitaban los prados y los bosques que rodeaban Krien. Después de morir su amigo, nada lo ataba a la aldea, ya que su madre murió cuando él era pequeño, y su padre había contraído una enfermedad grave un año antes del accidente, la cual le causó el mismo destino. Por lo tanto, cuando se vio solo, se prometió a sí mismo que descifraría la enigmática frase de aquel misterioso personaje y emprendió su viaje a otras tierras para encontrar respuestas.
Después de una larga caminata sin percances llegó a una cueva en la falda de la montaña en la cual decidió refugiarse y pasar la noche. Encendió una hoguera y se quitó la capa mojada hasta que se secase. Al cabo de un rato, cuando terminó de comer, comenzó a dormir para recuperar fuerzas. Al día siguiente, comenzaría a subir por el sendero de la montaña. Hacía casi un siglo que nadie lo utilizaba, y no sabía bien en qué condiciones estaría ni qué bestias le aguardarían, pero era la única opción viable si quería seguir tras la pista del asesino. Sin que él lo supiera, la imparable rueda del destino había comenzado a girar.
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Espero que os haya gustado ^^ En realidad esta música no fue la que inspiró la escena, pero la otra es demasiado épica y prefiero reservarla para otro momento. Después de unos cuantos comentarios continuaré con el siguiente capítulo que es ya más largo (tampoco tanto, unas 3 páginas y poco más en word), ahora voy a ver si sigo escribiendo XD
Un saludo y gracias por leer
Re: La profecía de los Elegidos
Esta muy bien la historia,me gusta.Que mas puedo decir,espero que pronto sigas con la historia.
Re: La profecía de los Elegidos
¿Historia a lo RPG? Que casualidad...igual que la mia ¬¬ XDD
Me gusta el prologo owo Y aunque sea la base RPGeara la misma apuesto a porque las 2 historias acabaran siendo muy distintas, por lo menos esta no tiene relacion con el fin del mundo...no de momento XD
Y...nada mas, a esperar el primer capitulo.
PD: Enserio...leo esto y me doy mas cuenta aun mas de lo mal que se me da describir, y describir en general XD Personajes, escenarios, batallas...todo XD No es lo mio describir owo Por lo menos si se me da bien hacer historias con mas vueltas/giros argumentales que una noria (y a eso le llamo yo una comparacion awesome )
Me gusta el prologo owo Y aunque sea la base RPGeara la misma apuesto a porque las 2 historias acabaran siendo muy distintas, por lo menos esta no tiene relacion con el fin del mundo...no de momento XD
Y...nada mas, a esperar el primer capitulo.
PD: Enserio...leo esto y me doy mas cuenta aun mas de lo mal que se me da describir, y describir en general XD Personajes, escenarios, batallas...todo XD No es lo mio describir owo Por lo menos si se me da bien hacer historias con mas vueltas/giros argumentales que una noria (y a eso le llamo yo una comparacion awesome )
Hector- Jefe del equipo de investigación (Administrador del Clan de Investigación)
Re: La profecía de los Elegidos
Antes de nada he de decir en mi defensa que llevo ya unos cuantos años con historias de este tipo, otra cosa es que no las haya hecho públicas XD En fin, creo que por ahora en los primeros momentos de la historia, será más del estilo ''The Legend of Zelda'', o quizás haga un experimento raro... Pero en todo caso no va a ser un RPG al estilo clásico sino que será más parecido a las historias de literatura fantástica en general y menos al mundo videojueguil en particular XD (aunque también podría adaptarse, como todo). En fin, a lo que importa, el primer capítulo de la historia en el que realmente comienza todo.
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Deros despertó a la mañana siguiente, por suerte la cueva no era muy húmeda y su ropa pudo secarse bien, pero la parte más dura estaba por llegar. Tras coger agua fresca de un río cercano y guardarla en un par de botellas que llevaba consigo, comenzó a buscar la vieja entrada del camino que comenzaba la subida de la montaña. Según le habían comentado en Krien, aquel camino ascendía hasta los picos nevados de la montaña y acto seguido bajaba al otro lado que daba al resto del continente, llamado Tirk.
Encontró el camino enseguida, de hecho no estaba demasiado lejos de la cueva en la que había pasado la noche, así que desenvainó la espada por si acaso y comenzó a subir por una cuesta con una pendiente suave. El camino era relativamente amplio, podrían atravesarlo unas tres personas al mismo tiempo, así que si alguna criatura le salía al paso podría luchar con normalidad. Aquel sendero había sido abierto en mitad de la montaña por unos nómadas exploradores hacía varios siglos. En principio estos buscaban una tierra inhabitada en la que poder quedarse, pero al final, muchos de ellos continuaron su constante migración de un lugar a otro, y solo unos pocos se quedaron en la nueva región, los fundadores de Krien.
El paisaje no dejaba mucho a la vista, ya que dada la naturaleza del camino, solo se distinguía la continuación de la subida, y a los lados, la montaña llegaba más allá de lo que la vista podía discernir. Por lo tanto al subir la vista únicamente podía verse el cielo, despejado tras la gran tormenta de la noche anterior.
Unas horas después, cuando aquella parte del planeta daba la bienvenida al sol mostrándolo en su punto más alto, el calor era insoportable. Deros pensó en volver atrás y avanzar por la noche, pero descartó la idea ya que llevaba muchísimo camino recorrido, y volver ahora solamente minaría más sus energías. Por lo tanto decidió suavizar el paso al que avanzaba y paró a beber agua. Craso error.
En cuanto paró, una bestia parecida a un águila se lanzó sobre él. Instintivamente, Deros se agachó al escuchar el rugido del animal y consiguió esquivarlo, no sin perder parte de la valiosa agua que había cogido anteriormente. Enfadado, se puso en guardia dispuesto a derrotar a la bestia.
Aquella criatura tenía el cuerpo de un ave, pero las dimensiones eran bastante superiores a la de una normal, posada sobre el suelo tenía la misma estatura que la de un humano, y con las alas extendidas podría cortarle el paso a Deros ya que abarcaba todo el camino. Por lo tanto, el caballero tomó la iniciativa y dando un salto al frente lanzó una estocada a una de las alas de la bestia, que emitió un chillido atronador y volvió a levantar el vuelo hasta perderse más allá de las nubes.
En ese momento, Deros comprendió que no podía parar hasta encontrar un refugio, y después de un suspiro contrariado, siguió subiendo un poco más hasta que llegó a la zona donde la nieve cubría la montaña.
Para su sorpresa, la temperatura en aquella zona era mucho menor que solo unos metros más abajo, lo cual explicaba que la nieve no hubiese formado un río artificial que fluyese inundando el camino. Antes de que el frío lo congelase, Deros se volvió a poner la capa para intentar mantener el calor acumulado tras las horas que había pasado bajo el sol, al cual echaba de menos una vez que hubo llegado hasta aquel punto. Por suerte, al menos en aquel momento no soplaba el viento.
De nuevo, el caballero aceleró el paso, pero sin darse cuenta llegó a un punto en que la acumulación de nieve había hecho que las paredes de piedra del camino se quedasen cortas, y había perdido el rumbo al no contar con tal referencia. Cuando se dio cuenta de su situación soltó una maldición, ya que era bien sabido que en la superficie de la montaña no había ningún refugio, y menos todavía en la zona nevada, y por lo tanto las expectativas de salir de la montaña en unas cuantas horas más de subida y bajada se desvanecieron tan rápido como el calor del sol.
El mayor temor de Deros era que se produjese una ventisca, que lo congelaría vivo y daría fin a su corto viaje, pero por suerte vio algo que no esperaba. Dos personas se distinguían entre el desierto de nieve que era la cumbre de la cordillera. Sin pensárselo dos veces los llamó a gritos y avanzó corriendo como pudo hasta alcanzarlos.
Habiendo llegado hasta ellos, se dio cuenta de que tenían cara de pocos amigos, y eso no le inspiraba mucha confianza, pero no tenía otra alternativa que no fuese reunirse con más gente que conociera el terreno.
-¿Quién es este? -se preguntó uno de los desconocidos.
-No tengo ni idea, debe de ser uno de esos bárbaros de Krien.
-¿Bárbaros? -contestó Deros, indignado-. No sé a qué viene ese nombre cuando somos una de las regiones más pacíficas que existe.
-Aquí, en Grusemdor, sois solo unos bárbaros, y más después de lo que sucedió anoche.
-¿A qué te refieres?
-Al saqueamiento de la tienda del pueblo, ¿a qué si no? ¿O es que vuestro enviado aún no ha vuelto con el botín?
-Un momento -contestó Deros-. ¿No te referirás a un hombre que lleva una armadura negra?
-Ese mismo, lo conoces, ¿no?
-Ojalá no lo conociera...
-Si eres conocido de ese bastardo, no puedes ser un aliado -al instante, los dos desconocidos desenvainaron sus espadas-.
-¡Esperad, nuestro pueblo no tiene nada que ver con...!
-¡Cállate y lucha, cobarde!
Dando un salto hacia atrás, Deros esquivó un espadazo de uno de los desconocidos y desenvainó su propia espada dispuesto a luchar. No pretendía matar a nadie, pero si quería que lo escucharan, necesitaba al menos desarmarlos para luego demostrarles que no era un enemigo. Y así, comenzó la batalla.
Primero, Deros aprovechó el despiste de uno de sus dos adversarios para empujarlo y hacer que cayese a la nieve, el frío lo mantendría lo suficientemente entretenido como para que no se levantase durante un rato, y con suerte en ese lapso de tiempo quizás podría desarmar a su otro adversario. El enemigo arremetió con una embestida con la espada y Deros consiguió esquivarlo con dificultad debido al terreno, sin duda alguna los otros dos debían estar más acostumbrados a la nieve que él. Antes de que se diese cuenta, su enemigo volvía de nuevo a la carga y esta vez consiguió su objetivo tirando a Deros al suelo y haciendo que su espada cayese en un lugar más alejado. Sin duda, las cosas no iban bien. Debía hacer algo, así que cuando su oponente se acercó dispuesto a darle el golpe de gracia, se apoyó en el suelo y le propinó una patada en el costado que lo derrumbó. Se apresuró a coger su espada y a aprovechar el aturdimiento de su rival para quitarle el arma. Mientras tanto, el otro se levantó hecho una furia, pero sin embargo ya no fue muy difícil persuadirlo. Deros puso su espada en el cuello del rival desarmado.
-¡Escuchadme bien, vosotros dos! -dijo-. No tengo intención de matar a nadie, solo quiero explicaros por qué conozco a ese hombre que saqueó la tienda, y si no fueseis tan cabezones no tendríamos por qué habernos peleado como animales.
-Pues no sé, me da la sensación de que de un momento a otro vas a rebanarme el cuello -dijo el oponente que todavía estaba tirado en el suelo-.
-Como prueba de lo que digo... -Deros se apartó de su enemigo y le devolvió la espada-. Podría haberte matado, pero esa no ha sido mi intención en ningún momento.
-Está bien, puede que seas de fiar después de todo... Pero antes de nada, explícate.
-Bueno, seguramente sabréis que ya casi nadie sube por el camino desde Krien, de hecho no vivimos mal con lo que podemos reunir por la zona. Pero he venido hasta aquí siguiendo al hombre de la armadura, mató a un amigo, y puede que vaya a hacer lo mismo con más personas.
-¿Quieres decir que es un asesino? Lo cierto es que con las pintas que lleva le va bastante bien. Y bueno, si era eso, haberlo dicho antes...
-¡Pero si fuisteis vosotros quienes comenzasteis a luchar!
-Eso es cierto pero... Bueno, déjalo, vamos a la aldea, allí podremos recuperarnos de la batalla.
Guiado por los dos desconocidos, que eran parte de los vigilantes del pueblo, Deros consiguió llegar al pueblo de Grusemdor. Aquel lugar había sido fundado por los mismos nómadas que fundaron Krien más allá de la cordillera, solo que Grusemdor era inicialmente un lugar donde los encargados de construir el camino descansaron durante los años que les llevó finalizarlo y donde se asentaron sus familias mientras hacían el trabajo. Al igual que parte de ellos se quedó en la nueva región, otra parte del grupo se adaptó al duro clima de la montaña y convirtió aquel campamento improvisado en la aldea que sería su hogar desde entonces. Sin embargo, a diferencia de los habitantes de Krien, la gente de Grusemdor a menudo bajaba de la montaña hacia el continente para conseguir recursos que eran imposibles de recolectar en las frías cumbres de la cordillera.
Cuando llegaron al pueblo, Deros se impresionó al ver al ave que le había salido al paso siendo curada por un anciano. Al preguntar averiguó que el animal había llegado al pueblo unos años atrás y comenzó a convivir con la gente, vigilando siempre desde el aire a aquellos que intentaban acercarse al pueblo, pero atacando raramente. Al saber esto, Deros se disculpó por la herida que le había hecho en el ala y acarició la cabeza del animal, mucho más dócil entonces que cuando se lo encontró por el camino de subida.
Después, los vigilantes se despidieron del viajero y este entró en una posada para pedir una habitación para la noche. Indagando, averiguó donde se encontraban la tienda y la casa de la chamana de la aldea, así que decidió hacerles una visita para intentar averiguar algo más sobre el incidente de la tienda y el hombre de la armadura.
El hombre de la tienda aún estaba asustado por lo sucedido y no supo darle más datos sobre su asaltante, pero sin embargo la chamana tenía más información valiosa, al parecer era ella quien había establecido un vínculo con el ave que vigilaba la aldea, y había hecho que esta siguiese al hombre de la armadura.
-Verá, es muy importante que encuentre a ese hombre.
-Es peligroso que hagas un viaje así sin ninguna compañía, jovencito...
-Nadie más ha podido venir conmigo, soy el único que todavía puede luchar de la aldea.
-Entiendo... Entonces, ¿no vas a quedarte en Krien?
-No puedo quedarme de brazos cruzados. Además, dijo algo de los Elegidos y...
-¿Qué has dicho?
-Dijo que ya solo quedaban tres Elegidos, o algo así... -la cara de la chamana palideció-.
-¿Ha matado a Fek?
-¿C-Cómo sabe su nombre?
-No puedo creerlo... Escúchame bien, joven, tengo que pedirte un enorme favor. Vamos a ir a un viejo santuario, necesitamos preparar algo antes de que continúes tu viaje.
-Pero... ¿No se supone que tengo prisa?
-Sí, pero no creo que puedas salir de la montaña sin ayuda, ni mucho menos alcanzar a ese hombre.
-Aún así, creo que me tiene que explicar unas cuantas cosas...
-Todo a su debido tiempo, querido... ¿Has hecho ya una reserva en la posada?
-Sí, tenía pensado pasar el día aquí, conseguir comida y...
-Me temo que eso tendrá que esperar, anula esa reserva, nos vamos ahora mismo -dijo la chamana poniéndose un grueso abrigo y dirigiéndose a la puerta-.
Después de tanto tiempo, había llegado la hora de cumplir con la profecía. Una profecía que llevaría a una persona a viajar por todo el mundo y a enfrentarse a todo tipo de peligros con el objetivo de detener un mal capaz de hacerse con el poder para dominar todo el planeta, un mal que anhelaba resurgir a la superficie tras cinco milenios.
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Y eso es todo por el momento, espero que os haya gustado el capítulo, en los próximos días llegará el siguiente
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Capítulo 1: La cordillera de Grusemdor.
Deros despertó a la mañana siguiente, por suerte la cueva no era muy húmeda y su ropa pudo secarse bien, pero la parte más dura estaba por llegar. Tras coger agua fresca de un río cercano y guardarla en un par de botellas que llevaba consigo, comenzó a buscar la vieja entrada del camino que comenzaba la subida de la montaña. Según le habían comentado en Krien, aquel camino ascendía hasta los picos nevados de la montaña y acto seguido bajaba al otro lado que daba al resto del continente, llamado Tirk.
Encontró el camino enseguida, de hecho no estaba demasiado lejos de la cueva en la que había pasado la noche, así que desenvainó la espada por si acaso y comenzó a subir por una cuesta con una pendiente suave. El camino era relativamente amplio, podrían atravesarlo unas tres personas al mismo tiempo, así que si alguna criatura le salía al paso podría luchar con normalidad. Aquel sendero había sido abierto en mitad de la montaña por unos nómadas exploradores hacía varios siglos. En principio estos buscaban una tierra inhabitada en la que poder quedarse, pero al final, muchos de ellos continuaron su constante migración de un lugar a otro, y solo unos pocos se quedaron en la nueva región, los fundadores de Krien.
El paisaje no dejaba mucho a la vista, ya que dada la naturaleza del camino, solo se distinguía la continuación de la subida, y a los lados, la montaña llegaba más allá de lo que la vista podía discernir. Por lo tanto al subir la vista únicamente podía verse el cielo, despejado tras la gran tormenta de la noche anterior.
Unas horas después, cuando aquella parte del planeta daba la bienvenida al sol mostrándolo en su punto más alto, el calor era insoportable. Deros pensó en volver atrás y avanzar por la noche, pero descartó la idea ya que llevaba muchísimo camino recorrido, y volver ahora solamente minaría más sus energías. Por lo tanto decidió suavizar el paso al que avanzaba y paró a beber agua. Craso error.
En cuanto paró, una bestia parecida a un águila se lanzó sobre él. Instintivamente, Deros se agachó al escuchar el rugido del animal y consiguió esquivarlo, no sin perder parte de la valiosa agua que había cogido anteriormente. Enfadado, se puso en guardia dispuesto a derrotar a la bestia.
Aquella criatura tenía el cuerpo de un ave, pero las dimensiones eran bastante superiores a la de una normal, posada sobre el suelo tenía la misma estatura que la de un humano, y con las alas extendidas podría cortarle el paso a Deros ya que abarcaba todo el camino. Por lo tanto, el caballero tomó la iniciativa y dando un salto al frente lanzó una estocada a una de las alas de la bestia, que emitió un chillido atronador y volvió a levantar el vuelo hasta perderse más allá de las nubes.
En ese momento, Deros comprendió que no podía parar hasta encontrar un refugio, y después de un suspiro contrariado, siguió subiendo un poco más hasta que llegó a la zona donde la nieve cubría la montaña.
Para su sorpresa, la temperatura en aquella zona era mucho menor que solo unos metros más abajo, lo cual explicaba que la nieve no hubiese formado un río artificial que fluyese inundando el camino. Antes de que el frío lo congelase, Deros se volvió a poner la capa para intentar mantener el calor acumulado tras las horas que había pasado bajo el sol, al cual echaba de menos una vez que hubo llegado hasta aquel punto. Por suerte, al menos en aquel momento no soplaba el viento.
De nuevo, el caballero aceleró el paso, pero sin darse cuenta llegó a un punto en que la acumulación de nieve había hecho que las paredes de piedra del camino se quedasen cortas, y había perdido el rumbo al no contar con tal referencia. Cuando se dio cuenta de su situación soltó una maldición, ya que era bien sabido que en la superficie de la montaña no había ningún refugio, y menos todavía en la zona nevada, y por lo tanto las expectativas de salir de la montaña en unas cuantas horas más de subida y bajada se desvanecieron tan rápido como el calor del sol.
El mayor temor de Deros era que se produjese una ventisca, que lo congelaría vivo y daría fin a su corto viaje, pero por suerte vio algo que no esperaba. Dos personas se distinguían entre el desierto de nieve que era la cumbre de la cordillera. Sin pensárselo dos veces los llamó a gritos y avanzó corriendo como pudo hasta alcanzarlos.
Habiendo llegado hasta ellos, se dio cuenta de que tenían cara de pocos amigos, y eso no le inspiraba mucha confianza, pero no tenía otra alternativa que no fuese reunirse con más gente que conociera el terreno.
-¿Quién es este? -se preguntó uno de los desconocidos.
-No tengo ni idea, debe de ser uno de esos bárbaros de Krien.
-¿Bárbaros? -contestó Deros, indignado-. No sé a qué viene ese nombre cuando somos una de las regiones más pacíficas que existe.
-Aquí, en Grusemdor, sois solo unos bárbaros, y más después de lo que sucedió anoche.
-¿A qué te refieres?
-Al saqueamiento de la tienda del pueblo, ¿a qué si no? ¿O es que vuestro enviado aún no ha vuelto con el botín?
-Un momento -contestó Deros-. ¿No te referirás a un hombre que lleva una armadura negra?
-Ese mismo, lo conoces, ¿no?
-Ojalá no lo conociera...
-Si eres conocido de ese bastardo, no puedes ser un aliado -al instante, los dos desconocidos desenvainaron sus espadas-.
-¡Esperad, nuestro pueblo no tiene nada que ver con...!
-¡Cállate y lucha, cobarde!
Dando un salto hacia atrás, Deros esquivó un espadazo de uno de los desconocidos y desenvainó su propia espada dispuesto a luchar. No pretendía matar a nadie, pero si quería que lo escucharan, necesitaba al menos desarmarlos para luego demostrarles que no era un enemigo. Y así, comenzó la batalla.
Primero, Deros aprovechó el despiste de uno de sus dos adversarios para empujarlo y hacer que cayese a la nieve, el frío lo mantendría lo suficientemente entretenido como para que no se levantase durante un rato, y con suerte en ese lapso de tiempo quizás podría desarmar a su otro adversario. El enemigo arremetió con una embestida con la espada y Deros consiguió esquivarlo con dificultad debido al terreno, sin duda alguna los otros dos debían estar más acostumbrados a la nieve que él. Antes de que se diese cuenta, su enemigo volvía de nuevo a la carga y esta vez consiguió su objetivo tirando a Deros al suelo y haciendo que su espada cayese en un lugar más alejado. Sin duda, las cosas no iban bien. Debía hacer algo, así que cuando su oponente se acercó dispuesto a darle el golpe de gracia, se apoyó en el suelo y le propinó una patada en el costado que lo derrumbó. Se apresuró a coger su espada y a aprovechar el aturdimiento de su rival para quitarle el arma. Mientras tanto, el otro se levantó hecho una furia, pero sin embargo ya no fue muy difícil persuadirlo. Deros puso su espada en el cuello del rival desarmado.
-¡Escuchadme bien, vosotros dos! -dijo-. No tengo intención de matar a nadie, solo quiero explicaros por qué conozco a ese hombre que saqueó la tienda, y si no fueseis tan cabezones no tendríamos por qué habernos peleado como animales.
-Pues no sé, me da la sensación de que de un momento a otro vas a rebanarme el cuello -dijo el oponente que todavía estaba tirado en el suelo-.
-Como prueba de lo que digo... -Deros se apartó de su enemigo y le devolvió la espada-. Podría haberte matado, pero esa no ha sido mi intención en ningún momento.
-Está bien, puede que seas de fiar después de todo... Pero antes de nada, explícate.
-Bueno, seguramente sabréis que ya casi nadie sube por el camino desde Krien, de hecho no vivimos mal con lo que podemos reunir por la zona. Pero he venido hasta aquí siguiendo al hombre de la armadura, mató a un amigo, y puede que vaya a hacer lo mismo con más personas.
-¿Quieres decir que es un asesino? Lo cierto es que con las pintas que lleva le va bastante bien. Y bueno, si era eso, haberlo dicho antes...
-¡Pero si fuisteis vosotros quienes comenzasteis a luchar!
-Eso es cierto pero... Bueno, déjalo, vamos a la aldea, allí podremos recuperarnos de la batalla.
Guiado por los dos desconocidos, que eran parte de los vigilantes del pueblo, Deros consiguió llegar al pueblo de Grusemdor. Aquel lugar había sido fundado por los mismos nómadas que fundaron Krien más allá de la cordillera, solo que Grusemdor era inicialmente un lugar donde los encargados de construir el camino descansaron durante los años que les llevó finalizarlo y donde se asentaron sus familias mientras hacían el trabajo. Al igual que parte de ellos se quedó en la nueva región, otra parte del grupo se adaptó al duro clima de la montaña y convirtió aquel campamento improvisado en la aldea que sería su hogar desde entonces. Sin embargo, a diferencia de los habitantes de Krien, la gente de Grusemdor a menudo bajaba de la montaña hacia el continente para conseguir recursos que eran imposibles de recolectar en las frías cumbres de la cordillera.
Cuando llegaron al pueblo, Deros se impresionó al ver al ave que le había salido al paso siendo curada por un anciano. Al preguntar averiguó que el animal había llegado al pueblo unos años atrás y comenzó a convivir con la gente, vigilando siempre desde el aire a aquellos que intentaban acercarse al pueblo, pero atacando raramente. Al saber esto, Deros se disculpó por la herida que le había hecho en el ala y acarició la cabeza del animal, mucho más dócil entonces que cuando se lo encontró por el camino de subida.
Después, los vigilantes se despidieron del viajero y este entró en una posada para pedir una habitación para la noche. Indagando, averiguó donde se encontraban la tienda y la casa de la chamana de la aldea, así que decidió hacerles una visita para intentar averiguar algo más sobre el incidente de la tienda y el hombre de la armadura.
El hombre de la tienda aún estaba asustado por lo sucedido y no supo darle más datos sobre su asaltante, pero sin embargo la chamana tenía más información valiosa, al parecer era ella quien había establecido un vínculo con el ave que vigilaba la aldea, y había hecho que esta siguiese al hombre de la armadura.
-Verá, es muy importante que encuentre a ese hombre.
-Es peligroso que hagas un viaje así sin ninguna compañía, jovencito...
-Nadie más ha podido venir conmigo, soy el único que todavía puede luchar de la aldea.
-Entiendo... Entonces, ¿no vas a quedarte en Krien?
-No puedo quedarme de brazos cruzados. Además, dijo algo de los Elegidos y...
-¿Qué has dicho?
-Dijo que ya solo quedaban tres Elegidos, o algo así... -la cara de la chamana palideció-.
-¿Ha matado a Fek?
-¿C-Cómo sabe su nombre?
-No puedo creerlo... Escúchame bien, joven, tengo que pedirte un enorme favor. Vamos a ir a un viejo santuario, necesitamos preparar algo antes de que continúes tu viaje.
-Pero... ¿No se supone que tengo prisa?
-Sí, pero no creo que puedas salir de la montaña sin ayuda, ni mucho menos alcanzar a ese hombre.
-Aún así, creo que me tiene que explicar unas cuantas cosas...
-Todo a su debido tiempo, querido... ¿Has hecho ya una reserva en la posada?
-Sí, tenía pensado pasar el día aquí, conseguir comida y...
-Me temo que eso tendrá que esperar, anula esa reserva, nos vamos ahora mismo -dijo la chamana poniéndose un grueso abrigo y dirigiéndose a la puerta-.
Después de tanto tiempo, había llegado la hora de cumplir con la profecía. Una profecía que llevaría a una persona a viajar por todo el mundo y a enfrentarse a todo tipo de peligros con el objetivo de detener un mal capaz de hacerse con el poder para dominar todo el planeta, un mal que anhelaba resurgir a la superficie tras cinco milenios.
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Y eso es todo por el momento, espero que os haya gustado el capítulo, en los próximos días llegará el siguiente
Re: La profecía de los Elegidos
O.O Buen capitulo.Muy bien detallado,largo,entretenido...Espero que sigas pronto.
Re: La profecía de los Elegidos
Wooooo o: Me gusta, tito *_*
La música queda perfecta! xD y weee está molando mucho (siempre digo lo mismo, pero jo, es verdad T_T xD) Querían cargarse a Deros T_____T joer, si no les deja hablar... ¬¬ owo! y tiene que salvar al mundo, weeeeee xDD Pues ánimo Deros =D
Sigue titoooooo ^^
PD:Cuánta gente habrá salvao el mundo ya...?O.o xD
La música queda perfecta! xD y weee está molando mucho (siempre digo lo mismo, pero jo, es verdad T_T xD) Querían cargarse a Deros T_____T joer, si no les deja hablar... ¬¬ owo! y tiene que salvar al mundo, weeeeee xDD Pues ánimo Deros =D
Sigue titoooooo ^^
PD:Cuánta gente habrá salvao el mundo ya...?O.o xD
Tamy- Abogado de renombre (Clan de Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Y aunque me repita un poco, lo vuelvo a decir, como se nota que se te da mucho mejor describir XD Enserio XD
De hecho ni me salen bien ni me gustan demasiado, prefiero los dialogos (Cosa que se nota en mis historias, mas dialogo que otra cosa XD), las descripciones suelo solo leerlas por encima
La cosa no pinta mal owo
Y como dice Tamy...lo de salva el mundo debe ser de los mayores topicos de la historia (y lo de elegidos para salvarlo tambien XDD) Pero es lo que hay owo Pero no me quejo, FJ tambien va de salvar el mundo XDD Ademas, es dificil no usar algun topicowo
Y como tambien dice Tamy..: Sigue! XD (¿Sigue? Pienso mal owo)
Hector- Jefe del equipo de investigación (Administrador del Clan de Investigación)
Re: La profecía de los Elegidos
Pinta muy bien esta historia Neil
Me ha gustado, me ha gustado muchisimo, la seguire de cerca :P
Me ha gustado, me ha gustado muchisimo, la seguire de cerca :P
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Bueno, muchísimas gracias por vuestro apoyo a los 4 ^^ Si tenéis cualquier sugerencia no dudéis en decirmela en vuestros comentarios Supongo que lo de los tópicos como dice Hector es inevitable, aunque lo cierto es que después de todo casi todos los RPG o juegos de aventura acaban igual (directa o indirectamente se salva el mundo XD), quizás sería interesante buscar algo nuevo que se convierta en otro topicazo o.o En fin, sin enrollarme mucho más os dejo el capítulo 2, es más largo pero paradójicamente ocurre en un lapso más corto de tiempo XD Espero que lo disfrtuéis ^^
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A primera vista, en las heladas cumbres de Grusemdor el sol ni siquiera aportaba luz. Sin embargo tras el ocaso, la temperatura bajó más todavía. Por suerte Deros recibió una ropa más adecuada para aguantar aquel frío glacial, el dueño de la posada se la prestó amablemente, lo cual demostraba la hospitalidad de aquella gente. Al parecer el pueblo vivía de la minería y de los turistas que decidían pasear por las nieves pero que no tenían suficiente dinero como para viajar a Shiron, el continente de hielo que se veía envuelto en una espesa bruma en los lejanos mares del norte.
La chamana en ningún momento reveló su nombre dado que solo podía crear vínculos de confianza con sus discípulos. Además dejó claro que lo acompañaba por un motivo importante que le revelaría una vez que llegasen al lugar donde se dirigían, pero que no debería salir de la aldea.
Mientras las dudas asaltaban a Deros, los intensos colmillos de la bestia invisible que arrojaba ferozmente una ventisca junto a su aliento seguían metiéndose en sus huesos como pequeñas hormigas que lo rodeaban por completo y le provocaban un cosquilleo incómodo y más helado de lo que le gustaría.
Después de un buen rato caminando tras la chamana, un rayo de luz de color azul celeste atravesó la ventisca como una flecha indicando el camino. Deros, que jamás había salido hasta entonces del área que rodeaba la aldea, se asustó al ver aquello, ya que ni siquiera pudo reaccionar antes de que apareciese. La chamana lo tranquilizó explicándole que aquello se debía a los reflejos de un gran cristal que los nómadas de la montaña habían convertido en su lugar de culto. El joven caballero no era capaz de entender a lo que se refería su improvisada compañera de fatigas, pero al llegar lo vio claro.
Cuando se aproximaron al templo la niebla se disipó y la temperatura subió hasta alcanzar un nivel más agradable, como si el aura mística que emanaba el templo mantuviese un calor especial en el ambiente. Al verse enfrente del templo, Deros sintió auténtico sobrecogimiento. La estructura contaba con varios pisos de altura y un gran número de detalles que adornaban la colosal construcción cristalina anclada en la misma pared de la montaña.
Según la chamana, los grabados de cristal eran los hechizos de protección que mantenían aquella atmósfera mística alrededor de la estructura, y al margen de los hechizos también había grabados que explicaban la historia de los nómadas hasta que llegaron a la montaña y descubrieron la nueva región inexplorada. Aquello hizo que Deros pensara en cuanto habían cambiado las cosas desde entonces hasta la situación actual, pero algo le decía que aquella constante migración y el hecho de asentarse en un lugar inhóspito y tan alejado del resto del mundo debía tener algún motivo en especial.
Tras observar aquella maravilla durante unos instantes, Deros siguió tras la chamana hasta entrar en el templo. Había una ligera capa de hielo que hacía el suelo resbaladizo pero teniendo un poco de cuidado se podía caminar sobre él sin dificultad. Si por fuera el templo era impresionante, la estructura interior no tenía nada que envidiar en belleza al exterior. Gruesas columnas de cristal y grabados de criaturas de tiempos ancestrales adornaban la entrada a una amplia escalera que subía hacia un gran salón iluminado por lámparas de cristal en las cuales se veían pequeñas llamas de color azul que daban una luz particular al interior del edificio.
Si bien la arquitectura estaba muy sobrecargada con detalles, el mobiliario era muy escaso salvo por las grandes lámparas que aportaban luz a la estancia y un trono de cristal que presidía un enorme salón, pero sin embargo, no era ese el detalle que más llamaba la atención. En el centro de la sala se situaba una gran estatua que mostraba a un caballero ataviado con una armadura luchando contra un dragón que intentaba acabar con él.
Sin mediar más palabras, la chamana avanzó hasta el trono y se metió por una puerta que daba a una habitación más oscura. Al atravesar la misma puerta Deros notó una presencia. Instintivamente dio un paso atrás, pero la puerta se cerró. Desde fuera una voz dulce y entrecortada comenzó a hablar con él.
-Ha llegado el día de la prueba, joven caballero...
-¡¿Quién eres, por qué me has encerrado?!
-Vas a emprender un viaje muy largo, quizás demasiado para un simple humano. Por eso debes demostrar tu valía.
-¿De qué estás...?
Deros no acabó la frase. Antes de que pudiera reaccionar, una exhalación de aliento que desprendía un fuerte e insoportable hedor lo empujó contra la pared. Entonces, dos llamaradas azules iluminaron las lámparas apagadas de la estancia donde se encontraba encerrado y vio, a tan solo unos centímetros de su cara, a un imponente dragón azul similar al de la estatua de la sala anterior.
El tamaño del dragón era enorme, probablemente similar al de una casa grande y sus alas cortaban el paso a todo aquel que intentase huir de él por los costados. Antes de que la bestia lanzase su mortífero aliento sobre el joven guerrero, él rodó rápidamente por el suelo hasta cubrirse detrás de unas rocas. Allí encontró algo que no había podido conseguir en Krien, un buen escudo. Lo cogió con la mano que quedaba libre, y cuando el dragón asomó la cabeza para buscarlo, Deros le propinó un espadazo en uno de los ojos y aprovechó el aturdimiento de la bestia para salir a descubierto y asestarle unas cuantas estocadas en el cuerpo. Sin embargo las escamas del dragón eran muy resistentes y la vieja espada del caballero no pudo inflingir ningún daño en la criatura. Para colmo de males, mientras estaba ocupado intentando dañar el cuerpo, el dragón dio un coletazo que lo lanzó por los aires hasta impactar con la pared. Deros estaba gravemente dañado, pero aún le quedaban fuerzas para resistir. Mientras el monstruo se daba la vuelta para mirarlo de frente, aprovechó la oportunidad y se agarró a la espalda del animal utilizando las escamas para meter los dedos y anclarse al cuerpo como si de una pequeña garrapata se tratase. El dragón se enfureció y comenzó a exhalar llamaradas mientras se revolvía. Al poco rato, los intentos de zafarse del guerrero llevaron a la bestia a tirarse al suelo y Deros tuvo que saltar para no morir aplastado. Sin embargo, en esta postura, el animal dejó su tripa al descubierto y con ella su punto débil, ya que era la única zona que no poseía escamas. Aprovechando y sin pensárselo dos veces, el caballero saltó encima de la bestia y le asestó una puñalada mortal que acabó por fin con el peligro.
Exhausto, Deros bajó del cadáver del animal y se quedó tendido en el suelo, bebiendo el agua que quedaba en sus botellas para intentar recuperar fuerzas. Al poco tiempo la luz de la lámpara se desvaneció junto al cuerpo del dragón y la puerta volvió a abrirse de nuevo. Al salir, no había ni rastro de la chamana. ¿Había sido todo aquello una trampa por el principio? Mientras se planteaba esta posibilidad, se dio cuenta de que había una persona sentada en el trono de cristal.
La figura que vislumbró se parecía ligeramente a un humano, pero sin embargo no sabría decir si era real, ya que parecía desvanecerse a ratos, con el viento. Era una mujer de rasgos suaves y piel pálida con el pelo plateado, de ojos azules. Miraba a Deros con una mezcla de admiración y superioridad al mismo tiempo, lo cual denotaba que aquella misteriosa mujer era importante.
-Después de tanto tiempo parece que ha llegado la hora, joven caballero... Dime, ¿cuál es tu nombre?
-Mi nombre es Deros, vengo de...
-Del pueblo de Krien, no cabe duda. Se nota en tus ojos.
-¿Cómo?
-Vuestra gente ha vivido aislada muchísimo tiempo, no conocéis el brillo de la avaricia. No se me ocurre otro pueblo que fuese capaz de cumplir un destino así sin recibir nada a cambio. En fin, deja que me presente. Mi nombre es Shanirma, eterna guardiana y diosa de estas bellas y blancas tierras que te rodean -automáticamente, Deros hizo una reverencia y colocó una rodilla en el suelo-. No es necesario que os toméis tantas molestias, caballero... Habéis demostrado vuestra valía enfrentándoos al dragón de hielo, justo como dicta la profecía.
-¿De qué profecía está hablando? Había oído que la chamana mencionó algo así, pero en realidad aún no sé muy bien por qué hemos venido.
-Se trata de un mito que se forjó cuando el mal fue expulsado de este mundo y confinado en el inframundo. Cuenta la leyenda que cuando el poder deje ciegos a los hombres y uno intente imponerse sobre todos ellos, un caballero procedente de las tierras olvidadas saldrá al mundo en pos de venganza.
-Debe haberse equivocado de persona, yo solo estoy siguiendo al hombre que mató a mi mejor amigo, necesito saber por qué lo hizo.
-Buscas respuestas, ¿no es así? Quizás... Quizás puedas encontrarlas en lugares como este, sí.
-Pero aún así, yo nunca he salido de la aldea, no estoy listo para afrontar una carga tan grande.
-¿Eso crees? ¿Quieres que te diga en qué consiste de verdad la prueba del dragón?
-En matarlo para sobrevivir, ¿no es así?
-No. El dragón es inmortal, el dragón es imbatible, o al menos lo era hasta ahora. Solo aquellos que aceptan su muerte con dignidad y miran de frente al dragón sin temor son salvados y reciben mi bendición. Pero tú has luchado con todas tus fuerzas.
-Eso no es posible, yo solo...
-No conoces tu poder, en realidad el dragón solo está algo abatido, pero solo un guerrero había conseguido batir a una bestia semejante, y eso pasó poco después de que el mundo tal y como lo conocéis ahora los humanos naciera. Confía en ti, Deros.
-De acuerdo -asintió él, algo incrédulo-.
-Ven, dame la mano un momento.
Al acercarse a la diosa comenzó a notar una energía sobrecogedora. La sensación de calor que emanaba de aquel espíritu era agradable pero abrumador a la vez. Sentía como si sus sentidos fuesen a estallar ante semejante acumulación de energía, como si su cuerpo no fuese capaz de aguantar algo así. Sin embargo cuando su mano entró en contacto con la de la diosa, todo aquel caos que sentía bullir en su interior se canalizó poco a poco y se concentró en las manos. Podía notar la esencia de la energía fluir a través de la punta de sus dedos mientras se sanaban sus heridas y aumentaba su fuerza. Cuando se sintió recuperado, Shanirma le hizo una señal para que se alejase lentamente.
-La chamana debe estar esperándote fuera para volver al poblado. Perdónala, no podía decirte nada hasta llegar aquí, ella no tiene la culpa.
-No pasa nada, supongo que este no es el primer ni el último susto que voy a darme durante el viaje.
-Mucha suerte, joven Deros... Busca en tu corazón el siguiente destino, la fuerza que te he transmitido sabrá decirte donde debes ir.
-Muchas gracias Señora, nunca olvidaré su ayuda.
-Por cierto, antes de que te vayas -dijo sonriendo-. Creo que cuando lleguéis de nuevo a la aldea te esperará una agradable sorpresa para realizar tu viaje de bajada hasta Tirk. Confía en tu instinto y en la naturaleza, jamás te fallarán.
Y después de aquellas palabras, Shanirma se desvaneció en el aire tal y como había desaparecido, dejando tras de sí una atmósfera cálida y reconfortante. Deros se dio la vuelta y, admirando por última vez aquel impresionante lugar, salió a su encuentro con la chamana.
Cuando salió del palacio observó que era ya una noche cerrada, y su guía lo esperaba fuera portando una antorcha que el caballero se ofreció a portar hasta regresar a la aldea. La ventisca que antes los atormentó en el viaje de ida al templo había cesado, y pese al terrible frío típico del clima de las montañas la noche era bastante apetecible. No tuvieron ningún problema al volver, dado que debido al clima tan brusco que asolaba las montañas a aquella altura, las criaturas se refugiaban en cuevas subterráneas durante la noche y no atacaban a los viajeros que pasaban por allí. Por este mismo motivo, mucha de la gente que iba a la nieve disfrutaba saliendo de noche ya que era mucho más seguro llevando buena iluminación consigo.
Al llegar, el ave los recibió con alegría, especialmente a la chamana. Al parecer el corte del ala ya había cicatrizado, ya que aquel animal era muy resistente y tenía bastante edad, lo cual facilitaba la recuperación de sus heridas. Finalmente, Deros tuvo que disculparse ante el dueño de la posada y alojarse allí para pasar la noche, aunque el hombre le explicó que últimamente no tenían muchos huéspedes y que no era molestia. Tras descansar un poco y tomar la cena en la taberna, el caballero subió a su habitación y estuvo un rato sentado mirando el crepitar de las llamas de la chimenea que mantenía la habitación a una temperatura muy agradable teniendo en cuenta la sensación de frío que solía reinar en el lugar. Tras un buen rato, Deros cayó definitivamente ante el sueño y durmió hasta la mañana siguiente. Mientras tanto, el peligro se acercaba poco a poco a otro de los Elegidos.
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Bueno, espero que os haya gustado al igual que los anteriores, muchas gracias por leer y comentar
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Capítulo 2: El templo de las nieves
A primera vista, en las heladas cumbres de Grusemdor el sol ni siquiera aportaba luz. Sin embargo tras el ocaso, la temperatura bajó más todavía. Por suerte Deros recibió una ropa más adecuada para aguantar aquel frío glacial, el dueño de la posada se la prestó amablemente, lo cual demostraba la hospitalidad de aquella gente. Al parecer el pueblo vivía de la minería y de los turistas que decidían pasear por las nieves pero que no tenían suficiente dinero como para viajar a Shiron, el continente de hielo que se veía envuelto en una espesa bruma en los lejanos mares del norte.
La chamana en ningún momento reveló su nombre dado que solo podía crear vínculos de confianza con sus discípulos. Además dejó claro que lo acompañaba por un motivo importante que le revelaría una vez que llegasen al lugar donde se dirigían, pero que no debería salir de la aldea.
Mientras las dudas asaltaban a Deros, los intensos colmillos de la bestia invisible que arrojaba ferozmente una ventisca junto a su aliento seguían metiéndose en sus huesos como pequeñas hormigas que lo rodeaban por completo y le provocaban un cosquilleo incómodo y más helado de lo que le gustaría.
Después de un buen rato caminando tras la chamana, un rayo de luz de color azul celeste atravesó la ventisca como una flecha indicando el camino. Deros, que jamás había salido hasta entonces del área que rodeaba la aldea, se asustó al ver aquello, ya que ni siquiera pudo reaccionar antes de que apareciese. La chamana lo tranquilizó explicándole que aquello se debía a los reflejos de un gran cristal que los nómadas de la montaña habían convertido en su lugar de culto. El joven caballero no era capaz de entender a lo que se refería su improvisada compañera de fatigas, pero al llegar lo vio claro.
Cuando se aproximaron al templo la niebla se disipó y la temperatura subió hasta alcanzar un nivel más agradable, como si el aura mística que emanaba el templo mantuviese un calor especial en el ambiente. Al verse enfrente del templo, Deros sintió auténtico sobrecogimiento. La estructura contaba con varios pisos de altura y un gran número de detalles que adornaban la colosal construcción cristalina anclada en la misma pared de la montaña.
Según la chamana, los grabados de cristal eran los hechizos de protección que mantenían aquella atmósfera mística alrededor de la estructura, y al margen de los hechizos también había grabados que explicaban la historia de los nómadas hasta que llegaron a la montaña y descubrieron la nueva región inexplorada. Aquello hizo que Deros pensara en cuanto habían cambiado las cosas desde entonces hasta la situación actual, pero algo le decía que aquella constante migración y el hecho de asentarse en un lugar inhóspito y tan alejado del resto del mundo debía tener algún motivo en especial.
Tras observar aquella maravilla durante unos instantes, Deros siguió tras la chamana hasta entrar en el templo. Había una ligera capa de hielo que hacía el suelo resbaladizo pero teniendo un poco de cuidado se podía caminar sobre él sin dificultad. Si por fuera el templo era impresionante, la estructura interior no tenía nada que envidiar en belleza al exterior. Gruesas columnas de cristal y grabados de criaturas de tiempos ancestrales adornaban la entrada a una amplia escalera que subía hacia un gran salón iluminado por lámparas de cristal en las cuales se veían pequeñas llamas de color azul que daban una luz particular al interior del edificio.
Si bien la arquitectura estaba muy sobrecargada con detalles, el mobiliario era muy escaso salvo por las grandes lámparas que aportaban luz a la estancia y un trono de cristal que presidía un enorme salón, pero sin embargo, no era ese el detalle que más llamaba la atención. En el centro de la sala se situaba una gran estatua que mostraba a un caballero ataviado con una armadura luchando contra un dragón que intentaba acabar con él.
Sin mediar más palabras, la chamana avanzó hasta el trono y se metió por una puerta que daba a una habitación más oscura. Al atravesar la misma puerta Deros notó una presencia. Instintivamente dio un paso atrás, pero la puerta se cerró. Desde fuera una voz dulce y entrecortada comenzó a hablar con él.
-Ha llegado el día de la prueba, joven caballero...
-¡¿Quién eres, por qué me has encerrado?!
-Vas a emprender un viaje muy largo, quizás demasiado para un simple humano. Por eso debes demostrar tu valía.
-¿De qué estás...?
Deros no acabó la frase. Antes de que pudiera reaccionar, una exhalación de aliento que desprendía un fuerte e insoportable hedor lo empujó contra la pared. Entonces, dos llamaradas azules iluminaron las lámparas apagadas de la estancia donde se encontraba encerrado y vio, a tan solo unos centímetros de su cara, a un imponente dragón azul similar al de la estatua de la sala anterior.
El tamaño del dragón era enorme, probablemente similar al de una casa grande y sus alas cortaban el paso a todo aquel que intentase huir de él por los costados. Antes de que la bestia lanzase su mortífero aliento sobre el joven guerrero, él rodó rápidamente por el suelo hasta cubrirse detrás de unas rocas. Allí encontró algo que no había podido conseguir en Krien, un buen escudo. Lo cogió con la mano que quedaba libre, y cuando el dragón asomó la cabeza para buscarlo, Deros le propinó un espadazo en uno de los ojos y aprovechó el aturdimiento de la bestia para salir a descubierto y asestarle unas cuantas estocadas en el cuerpo. Sin embargo las escamas del dragón eran muy resistentes y la vieja espada del caballero no pudo inflingir ningún daño en la criatura. Para colmo de males, mientras estaba ocupado intentando dañar el cuerpo, el dragón dio un coletazo que lo lanzó por los aires hasta impactar con la pared. Deros estaba gravemente dañado, pero aún le quedaban fuerzas para resistir. Mientras el monstruo se daba la vuelta para mirarlo de frente, aprovechó la oportunidad y se agarró a la espalda del animal utilizando las escamas para meter los dedos y anclarse al cuerpo como si de una pequeña garrapata se tratase. El dragón se enfureció y comenzó a exhalar llamaradas mientras se revolvía. Al poco rato, los intentos de zafarse del guerrero llevaron a la bestia a tirarse al suelo y Deros tuvo que saltar para no morir aplastado. Sin embargo, en esta postura, el animal dejó su tripa al descubierto y con ella su punto débil, ya que era la única zona que no poseía escamas. Aprovechando y sin pensárselo dos veces, el caballero saltó encima de la bestia y le asestó una puñalada mortal que acabó por fin con el peligro.
Exhausto, Deros bajó del cadáver del animal y se quedó tendido en el suelo, bebiendo el agua que quedaba en sus botellas para intentar recuperar fuerzas. Al poco tiempo la luz de la lámpara se desvaneció junto al cuerpo del dragón y la puerta volvió a abrirse de nuevo. Al salir, no había ni rastro de la chamana. ¿Había sido todo aquello una trampa por el principio? Mientras se planteaba esta posibilidad, se dio cuenta de que había una persona sentada en el trono de cristal.
La figura que vislumbró se parecía ligeramente a un humano, pero sin embargo no sabría decir si era real, ya que parecía desvanecerse a ratos, con el viento. Era una mujer de rasgos suaves y piel pálida con el pelo plateado, de ojos azules. Miraba a Deros con una mezcla de admiración y superioridad al mismo tiempo, lo cual denotaba que aquella misteriosa mujer era importante.
-Después de tanto tiempo parece que ha llegado la hora, joven caballero... Dime, ¿cuál es tu nombre?
-Mi nombre es Deros, vengo de...
-Del pueblo de Krien, no cabe duda. Se nota en tus ojos.
-¿Cómo?
-Vuestra gente ha vivido aislada muchísimo tiempo, no conocéis el brillo de la avaricia. No se me ocurre otro pueblo que fuese capaz de cumplir un destino así sin recibir nada a cambio. En fin, deja que me presente. Mi nombre es Shanirma, eterna guardiana y diosa de estas bellas y blancas tierras que te rodean -automáticamente, Deros hizo una reverencia y colocó una rodilla en el suelo-. No es necesario que os toméis tantas molestias, caballero... Habéis demostrado vuestra valía enfrentándoos al dragón de hielo, justo como dicta la profecía.
-¿De qué profecía está hablando? Había oído que la chamana mencionó algo así, pero en realidad aún no sé muy bien por qué hemos venido.
-Se trata de un mito que se forjó cuando el mal fue expulsado de este mundo y confinado en el inframundo. Cuenta la leyenda que cuando el poder deje ciegos a los hombres y uno intente imponerse sobre todos ellos, un caballero procedente de las tierras olvidadas saldrá al mundo en pos de venganza.
-Debe haberse equivocado de persona, yo solo estoy siguiendo al hombre que mató a mi mejor amigo, necesito saber por qué lo hizo.
-Buscas respuestas, ¿no es así? Quizás... Quizás puedas encontrarlas en lugares como este, sí.
-Pero aún así, yo nunca he salido de la aldea, no estoy listo para afrontar una carga tan grande.
-¿Eso crees? ¿Quieres que te diga en qué consiste de verdad la prueba del dragón?
-En matarlo para sobrevivir, ¿no es así?
-No. El dragón es inmortal, el dragón es imbatible, o al menos lo era hasta ahora. Solo aquellos que aceptan su muerte con dignidad y miran de frente al dragón sin temor son salvados y reciben mi bendición. Pero tú has luchado con todas tus fuerzas.
-Eso no es posible, yo solo...
-No conoces tu poder, en realidad el dragón solo está algo abatido, pero solo un guerrero había conseguido batir a una bestia semejante, y eso pasó poco después de que el mundo tal y como lo conocéis ahora los humanos naciera. Confía en ti, Deros.
-De acuerdo -asintió él, algo incrédulo-.
-Ven, dame la mano un momento.
Al acercarse a la diosa comenzó a notar una energía sobrecogedora. La sensación de calor que emanaba de aquel espíritu era agradable pero abrumador a la vez. Sentía como si sus sentidos fuesen a estallar ante semejante acumulación de energía, como si su cuerpo no fuese capaz de aguantar algo así. Sin embargo cuando su mano entró en contacto con la de la diosa, todo aquel caos que sentía bullir en su interior se canalizó poco a poco y se concentró en las manos. Podía notar la esencia de la energía fluir a través de la punta de sus dedos mientras se sanaban sus heridas y aumentaba su fuerza. Cuando se sintió recuperado, Shanirma le hizo una señal para que se alejase lentamente.
-La chamana debe estar esperándote fuera para volver al poblado. Perdónala, no podía decirte nada hasta llegar aquí, ella no tiene la culpa.
-No pasa nada, supongo que este no es el primer ni el último susto que voy a darme durante el viaje.
-Mucha suerte, joven Deros... Busca en tu corazón el siguiente destino, la fuerza que te he transmitido sabrá decirte donde debes ir.
-Muchas gracias Señora, nunca olvidaré su ayuda.
-Por cierto, antes de que te vayas -dijo sonriendo-. Creo que cuando lleguéis de nuevo a la aldea te esperará una agradable sorpresa para realizar tu viaje de bajada hasta Tirk. Confía en tu instinto y en la naturaleza, jamás te fallarán.
Y después de aquellas palabras, Shanirma se desvaneció en el aire tal y como había desaparecido, dejando tras de sí una atmósfera cálida y reconfortante. Deros se dio la vuelta y, admirando por última vez aquel impresionante lugar, salió a su encuentro con la chamana.
Cuando salió del palacio observó que era ya una noche cerrada, y su guía lo esperaba fuera portando una antorcha que el caballero se ofreció a portar hasta regresar a la aldea. La ventisca que antes los atormentó en el viaje de ida al templo había cesado, y pese al terrible frío típico del clima de las montañas la noche era bastante apetecible. No tuvieron ningún problema al volver, dado que debido al clima tan brusco que asolaba las montañas a aquella altura, las criaturas se refugiaban en cuevas subterráneas durante la noche y no atacaban a los viajeros que pasaban por allí. Por este mismo motivo, mucha de la gente que iba a la nieve disfrutaba saliendo de noche ya que era mucho más seguro llevando buena iluminación consigo.
Al llegar, el ave los recibió con alegría, especialmente a la chamana. Al parecer el corte del ala ya había cicatrizado, ya que aquel animal era muy resistente y tenía bastante edad, lo cual facilitaba la recuperación de sus heridas. Finalmente, Deros tuvo que disculparse ante el dueño de la posada y alojarse allí para pasar la noche, aunque el hombre le explicó que últimamente no tenían muchos huéspedes y que no era molestia. Tras descansar un poco y tomar la cena en la taberna, el caballero subió a su habitación y estuvo un rato sentado mirando el crepitar de las llamas de la chimenea que mantenía la habitación a una temperatura muy agradable teniendo en cuenta la sensación de frío que solía reinar en el lugar. Tras un buen rato, Deros cayó definitivamente ante el sueño y durmió hasta la mañana siguiente. Mientras tanto, el peligro se acercaba poco a poco a otro de los Elegidos.
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Bueno, espero que os haya gustado al igual que los anteriores, muchas gracias por leer y comentar
Re: La profecía de los Elegidos
Cada vez es mejor,tambien mas larga y sobre todo la histora esta muy bien detallada.Sigue pronto que la historia esta muy bien
Re: La profecía de los Elegidos
Toma ya! Adiós dragón bonito :3 Me molado mucho la pelea *O* Lo has descrito taaan bien que me lo he imaginado a la perfección xD (bueno, más o menos xD)
Me gusta me gusta cómo está siguiendo owo Sigue tito! ò.ó
PD: Con la canción del último vídeo me ha entrao un sueño.... xDDD
Me gusta me gusta cómo está siguiendo owo Sigue tito! ò.ó
PD: Con la canción del último vídeo me ha entrao un sueño.... xDDD
Tamy- Abogado de renombre (Clan de Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Y otra vez tengo decir lo mismo -> XD
Leo esto y mi historia parece una cutreza total comparada XD Quizas por las descripciones y todo eso owo
Tengo que decir que mientras leia se me ha oscurrido alguna idea para mi historia
Y nada mas, vete acotumbrando a que te diga cosas asi, porque siempre que leo buenas descripciones recuerdo las cutrezas mias XD
Leo esto y mi historia parece una cutreza total comparada XD Quizas por las descripciones y todo eso owo
Tengo que decir que mientras leia se me ha oscurrido alguna idea para mi historia
Y nada mas, vete acotumbrando a que te diga cosas asi, porque siempre que leo buenas descripciones recuerdo las cutrezas mias XD
Hector- Jefe del equipo de investigación (Administrador del Clan de Investigación)
Re: La profecía de los Elegidos
Guauu!!! =D
Me ha encantado la pelea, te ha quedado genial, eres muy bueno describiendo las cosas Neil ;)
Y Hector, tranquilo, tu tambien eres bueno describiendo las cosas ;)
Me ha encantado la pelea, te ha quedado genial, eres muy bueno describiendo las cosas Neil ;)
Y Hector, tranquilo, tu tambien eres bueno describiendo las cosas ;)
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Bueno bueno, he de disculparme por el descanso improvisado XD Ah, y también daros las gracias por los comentarios ^^ Intentaré escribir un poco más seguido (no cada día, pero cada 2 o cada 3 quizás XD). Toca seguir, el joven Deros va a continuar viendo mundo y mientras tanto otro personaje sigue progresando con sus planes... En fin, no os adelanto mucho más, solo decir que esta vez no hay escena de batalla (habrá que esperar al próximo capítulo ). En fin, espero que os guste este nuevo capítulo
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Eso es todo por hoy, en unos días continuaré Por cierto, en un diálogo se menciona que el Árbol comenzó a dormir 5 días antes, que para ser exactos fue también el día en el que murió Fek, el amigo de Deros, ahí os lo dejo y que cada cual piense lo que quiera XD
Ah, y como siempre, ¡gracias por leer!
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Capítulo 3: El bosque de Sirnos
Mientras el joven caballero descansaba, en otra parte del mundo, un hombre enfundado en una armadura negra entraba en un templo perdido en los confines del mundo. Las negras nubes y la permanente tormenta, junto con el fuerte temporal que asolaba la isla mantenía a cualquier viajero lejos de aquel lugar al que solo unos pocos podían acceder.
Excavado en la tierra, un colosal agujero del cual no se podía distinguir el fondo desde fuera era la última barrera defensiva del lugar, sin embargo, era fácil entrar dentro si se conocía el secreto que ocultaba una roca cercana, un pasadizo que se sumía en la penumbra. Tras bajar por aquel angosto camino, un palacio negro azabache abría sus puertas a aquellos que no temiesen enfrentarse a la oscuridad.
Si bien el palacio de las nieves invitaba a perderse por sus pasillos y a admirar su arquitectura, aquella edificación revestida de alfombras escarlata y tapices obscenos en honor a la muerte y la desesperación directamente intentaban ahuyentar a todo aquel que se acercase. Sin embargo, el hombre de la armadura no temía a toda aquella parafernalia. Con paso decidido atravesó grandes salones y largos pasillos abriéndose paso entre las tinieblas que intentaban arrancarle la cordura y el alma.
Finalmente llegó a una cámara distinta a las demás. Revestida en plata y llena de riquezas, entre las cuales destacaba una por encima de todas. Desde el mismo suelo de mármol se alzaba tallado con la misma piedra un féretro cuya tapa era la estatua de un hombre que simbolizaba el poder de la oscuridad, con el mundo a sus pies.
Cuando el guerrero hizo una reverencia, la expresión de la estatua cambió y se movió ligeramente. Miró con el ceño fruncido al guerrero y después de un rato se dibujó una pérfida sonrisa en el rostro de piedra.
-Ha caído uno de ellos, ¿no es así?
-Eso es, Señor. Ha caído el de Krien.
-¿¡Cómo!? ¡Estúpido, el de Krien debía ser el último de ellos!
-¿Tenéis miedo? ¿Seguís creyendo en esas estúpidas profecías?
-Es una profecía la que mueve tus actos, necio... No subestimes el poder de los Oráculos. En fin... ¿Lo has traído?
-Así es -el guerrero sacó un minúsculo recipiente y virtió su escaso contenido en una copa que yacía a los pies del féretro-.
-Perfecto... Ahora sigue tu búsqueda, guerrero... Pronto conseguirás lo que tanto anhelas.
-Siempre a su servicio, Señor.
Tras hacer otra reverencia, el guerrero se dio la vuelta y volvió a penetrar en las tinieblas del oscuro templo. Su próximo objetivo estaba bastante claro, debía volver a Tirk y atravesar el continente de nuevo hasta los bosques de Sirnos antes de que aquel crío al que se enfrentó en Krien lo hiciera. Al principio se había planteado si todo aquello era lo correcto, pero ya no le quedaba ni siquiera la sombra de la duda. Si de verdad quería el poder necesario para conseguir su objetivo debía acabar con el resto de los Elegidos a toda costa. Al fin y al cabo, nadie le había garantizado que alcanzar su meta fuese una tarea fácil. El navío del guerrero fue de nuevo tragado por la feroz tormenta que golpeaba la isla maldita y horas después, mientras éste se dirigía dispuesto a atacar a otro de los Elegidos, Deros despertaba en la posada.
El caballero había pensado en su encuentro con Shanirma durante la noche anterior. Aún no sabía a qué sorpresa se refería la Diosa, pero al salir de la posada lo entendió. Junto con la chamana lo estaba esperando el ave que hacía las veces de vigilante del poblado. La anciana le explicó entonces el verdadero origen del animal, que no era otra cosa que una de las criaturas al servicio de Shanirma que poblaban el mundo. Al enfrentarse al dragón se había ganado el respeto y la confianza de la criatura, que lo miraba con porte noble y majestuoso.
Deros se aproximó al ave y posó la mano en sus alas. Instintivamente aquel coloso de los cielos abrió las alas y se agachó para que el caballero se subiese a su espalda. La chamana asintió con la cabeza y le explicó que con la ayuda de su nuevo aliado podría bajar de la montaña en poco tiempo. Deros le preguntó dónde podría encontrar templos similares al que habían visitado, pero la chamana se limitó a contestarle que él podría averiguar la respuesta por si mismo si daba lugar a los recuerdos almacenados en su subconsciente. El guerrero, ya montado encima del animal, no acabó de entender todo aquello, pero no tuvo tiempo para insistir. El ave alzó el vuelo a una velocidad vertiginosa y se sumergió en el mar de nubes. Mantener el equilibrio era extremadamente complicado cuando el animal ascendía en un vuelo de trayectoria prácticamente vertical, pero poco a poco la inclinación del vuelo se fue suavizando y Deros pudo observar algo que no podría describir con palabras.
Ante sus ojos se abría un inmenso continente de verdes praderas y bosques que, junto con las suaves montañas y un río que nacía en la cordillera de Grusemdor y atravesaba el continente hasta la ciudad portuaria de Vires, formaba una sinfonía de formas y colores con la que pocas cosas podían rivalizar a nivel de belleza. Solo había un punto que rompía la armonía en el territorio, y era la capital del continente, Oukos.
Si bien incluso la ciudad de Vires era, pese a su importancia, un núcleo de tamaño pequeño, la capital era todo lo contrario. En Oukos la acción del hombre quedaba constatada con las enormes edificaciones de piedra que se elevaban por encima de la altura de las montañas, y en la parte exterior de la muralla de la ciudad había una fuerte división entre la tierra baldía sin vegetación y la verde espesura del bosque. La ciudad iba expandiéndose más y más, y al mismo tiempo, la naturaleza alrededor iba perdiendo esplendor.
Tras observar aquella imponente vista Deros se dio cuenta de que, poco a poco, el ave había comenzado a descender en dirección a los bosques situados al pie de la cordillera. Aprovechando un claro que encontró, la criatura frenó el ritmo del vuelo y aterrizó con soltura en el interior de los bosques. Si bien desde los aires la vegetación parecía uniforme, una vez dentro del lugar quedaba claro que no había nada más lejos de la realidad. Los distintos tipos de árboles se mezclaban entre sí sin orden ni concierto formando una amalgama de ramas y distintos tipos de hojas. En especial le llamó la atención una planta de hojas de color azul oscuro que se diferenciaba del resto por ese particular color.
El anciano de Krien les había hablado alguna que otra vez de aquella planta y de sus increíbles poderes curativos, aunque utilizarla tenía un gran inconveniente. El jugo extraído de una sola hoja podría hacer levantarse del suelo a un moribundo, pero también podría hacer que una persona sana cayese muerta al instante. Aún así, Deros decidió coger una hoja de aquella singular planta por curiosidad, pero en parte también acordándose del anciano y con el deseo de entregársela, ya que aquel hombre le había enseñado lo poco que conocía del mundo más allá de Krien.
Después de despedirse del ave y de darle unas bayas que había encontrado cerca del lugar, Deros siguió una senda que entraba en el bosque. Allí dentro la luz del sol resplandecía en los huecos que las hojas dejaban al cielo abierto, pero la abundante vegetación impedía ver con demasiada claridad. Había ido a los bosques cercanos a Krien, pero ninguno era como aquel. Siguiendo el camino rodeado a ambos lados por frondosos matorrales llegó tras unos minutos caminando a otro claro en el bosque, pero este era mucho más grande y en su interior reinaba un inmenso árbol que ya había visto desde los cielos.
Las nudosas raíces del árbol se hundían y salían de la tierra como si fuesen serpientes inmóviles en las dunas de un desierto, agrandando más todavía la extensión de terreno que ocupaba aquel gran árbol. Las gotas de rocío aún brillaban en la gruesa corteza de la planta y le otorgaban un aire especial, transmitía una sensación acogedora.
Después de contemplarlo, Deros se aproximó al árbol y dio una vuelta completa a su alrededor, maravillado por todas las cosas que estaba descubriendo en su viaje. Sin darse cuenta, un desconocido se le había acercado mientras contemplaba el árbol. Al girarse, Deros vio a un niño con el pelo y los ojos de color verde oscuro ataviado con una sencilla túnica de color grisáceo.
-¿Quién eres? -le preguntó el niño-.
-Lo mismo podría preguntarte yo a ti...
-Este bosque es mi hogar, así que el extraño eres tú.
-En eso tienes razón. Me llamo Deros.
-Yo soy Surin.
-Oye, ¿no es peligroso que vengas por aquí tú solo? ¿Dónde están tus padres?
-Mis padres... -el semblante del pequeño cambió y Deros se dio cuenta-.
-Ah, debes haber venido solo para hacer algo, ¿verdad? -dijo intentando ponerle fácil esquivar la pregunta-.
-Sí, eso es. He venido a ver el Árbol Sagrado. Le hago una ofrenda todos los días -dijo señalando unas flores que salían de uno de sus bolsillos-. Es importante que el árbol sea feliz.
-Pero... Solo es una planta, ¿no?
-¡Claro que no! Es el Guardián del bosque.
-Creía que los Guardianes podían manifestarse...
-Solo está dormido, se durmió hace unos días...
-Espera un momento. ¿Fue hace unos cinco días?
-Sí, puede ser.
-Ya veo...
-¿Lo preguntabas por algo?
-No, no es nada.
-Eres raro, ¿sabes? Bueno, ¿y tú que haces aquí? Hace mucho que nadie entra en el bosque.
-La verdad es que aún ando algo perdido pero... Debo encontrar a todos los Guardianes.
-Ah, bueno, pues ya has encontrado a uno de ellos.
-Ya, pero dormido no puede ayudarme mucho.
-Eso tiene arreglo, podrías despertarlo con el arpa de Sirnos.
-¿El arpa de Sirnos?
-¡Es imposible que no conozcas la historia!
-Pues no... No la conozco.
-¿En qué mundo vives? La leyenda de Sirnos es la que da nombre a este bosque. Si quieres te cuento luego la historia, pero antes debo hacer la ofrenda y volver a casa, podemos hablar cuando estemos allí.
-Ah, es verdad, a lo mejor te he entretenido demasiado.
-No te preocupes, solo es un momento.
Surin se acercó al Árbol Sagrado y cuando estaba a unos pasos, sacó las flores de su bolsillo y las lanzó al aire. Al instante levantó las manos y comenzó a formular un conjuro en voz baja, los pétalos comenzaron a danzar en el aire y se perdieron en la copa del árbol tras rodearlo varias veces. Tras esto, el árbol pareció crecer levemente y Surin se dio la vuelta con una sonrisa sintiéndose orgulloso de ayudar al árbol a sobrevivir día tras día.
El niño indicó a Deros el camino a través de los bosques hasta una pequeña tienda de campaña rodeada por un círculo protector que mantenía a los animales y los monstruos alejados. La casa del pequeño Surin estaba en un emplazamiento ideal ya que cerca había un riachuelo por el cual corrían aguas cristalinas y eso le permitía vivir sin tener que alejarse mucho del círculo protector. Ambos se sentaron frente a una hoguera apagada que el pequeño había preparado junto a la tienda.
-¿Vives aquí solo?
-Sí, desde hace poco tiempo, pero estoy bien. Me enseñaron a vivir en los bosques desde que era muy pequeño -dijo intentando aparentar más años de los que tenía-.
-Vaya, la mayoría de los niños estarían bastante asustados en tu situación.
-No hay por qué tener miedo, el Gran Árbol cuida a todas las criaturas del bosque.
-Hablando del Gran Árbol... Antes dijiste algo sobre la leyenda de Sirnos.
-Ah, es verdad, casi se me olvida, como era... Ah, sí, escucha.
Surin comenzó a relatar la leyenda de Sirnos. La leyenda habla de un hombre sabio y anciano el cual poseía un arpa con la que podía conversar con todos los seres vivos, ya fuesen plantas, animales o incluso monstruos. El anciano seguía el sueño de un mundo en el que todas las criaturas viviesen en equilibrio y fue a buscar aquella utopía a un bosque cercano. Después de varios años, la guerra salpicó los bosques y un poderoso rey entró rompiendo el equilibrio que el anciano había logrado mantener, en busca del arpa. Sin embargo, Sirnos no se la cedió ya que el hombre estaba cegado por el ansia de victoria y, con la ayuda de las criaturas del bosque, logró esconderse en una cueva y huir del rey y sus hombres. Al no ser capaces de encontrarlo, el rey, enfurecido, ordenó quemar todo el bosque y a sus habitantes, y así fue. Pero entonces, cuando ya todo estaba perdido, Sirnos salió de la cueva. Miró al rey con tristeza en los ojos, pero no con ganas de venganza, el anciano seguía siendo pacífico con todas las criaturas, sin importar su origen ni sus acciones. Entonces, para asegurarse de que el avaricioso rey no se salía con la suya, Sirnos invocó a los espíritus del bosque y lanzó un conjuro sobre las plantas que aún ardían. Convirtiéndose a sí mismo en un árbol, Sirnos entregó todo su poder a la naturaleza y las llamas cesaron, el bosque volvió a nacer. Entonces el rey comprendió el amor que sentía el anciano por aquel bosque, tanto como él podía sentir por su reino, o quizás más. Arrepentido, el rey se marchó de aquel lugar, y el pequeño tallo en el que Sirnos se había convertido comenzó a crecer más y más hasta convertirse en el Árbol Sagrado. El arpa que había provocado el desastre seguía durmiendo en las profundidades del bosque, y desde entonces el bosque tomó el nombre del hombre que más había hecho por salvarlo.
Deros nunca había escuchado la historia y se impresionó muchísimo no solo por lo increíble del relato, sino por la existencia de alguien capaz de dar su vida por una causa tan noble. Sirun se mostró feliz al ver la reacción del joven caballero.
-¿Te ha gustado la historia?
-Es maravillosa, no tenía ni idea de que existía. La verdad es que me cuesta creer que sea real.
-Ya casi nadie la conoce, a mí me la contó mi madre. Me dijo que este lugar siempre iba a ser un sitio seguro.
-Ah, así que por eso estás aquí...
-Sí, más o menos. Pero lo importante es que si encontramos la cueva encontraremos también el arpa de Sirnos.
-¿Tienes alguna idea de dónde puede estar?
-Creo que sí, pero no sé cómo podríamos llegar.
-¿A qué te refieres?
-¿No te has fijado en que el Árbol Sagrado se encuentra justo encima de una pequeña montaña?
-Quieres decir que Sirnos bloqueó la entrada de la puerta...
-Eso es. Aunque debe haber otro lugar por el que acceder.
-Entonces tenemos que buscarlo, es importante.
-Cuando quieras -dijo Sirun levantándose del suelo-.
Y así, Deros y su pequeño acompañante se adentraron en las profundidades del bosque, buscando el arpa de la leyenda. A su vez, el hombre de la armadura negra ya había entrado en el bosque.
Excavado en la tierra, un colosal agujero del cual no se podía distinguir el fondo desde fuera era la última barrera defensiva del lugar, sin embargo, era fácil entrar dentro si se conocía el secreto que ocultaba una roca cercana, un pasadizo que se sumía en la penumbra. Tras bajar por aquel angosto camino, un palacio negro azabache abría sus puertas a aquellos que no temiesen enfrentarse a la oscuridad.
Si bien el palacio de las nieves invitaba a perderse por sus pasillos y a admirar su arquitectura, aquella edificación revestida de alfombras escarlata y tapices obscenos en honor a la muerte y la desesperación directamente intentaban ahuyentar a todo aquel que se acercase. Sin embargo, el hombre de la armadura no temía a toda aquella parafernalia. Con paso decidido atravesó grandes salones y largos pasillos abriéndose paso entre las tinieblas que intentaban arrancarle la cordura y el alma.
Finalmente llegó a una cámara distinta a las demás. Revestida en plata y llena de riquezas, entre las cuales destacaba una por encima de todas. Desde el mismo suelo de mármol se alzaba tallado con la misma piedra un féretro cuya tapa era la estatua de un hombre que simbolizaba el poder de la oscuridad, con el mundo a sus pies.
Cuando el guerrero hizo una reverencia, la expresión de la estatua cambió y se movió ligeramente. Miró con el ceño fruncido al guerrero y después de un rato se dibujó una pérfida sonrisa en el rostro de piedra.
-Ha caído uno de ellos, ¿no es así?
-Eso es, Señor. Ha caído el de Krien.
-¿¡Cómo!? ¡Estúpido, el de Krien debía ser el último de ellos!
-¿Tenéis miedo? ¿Seguís creyendo en esas estúpidas profecías?
-Es una profecía la que mueve tus actos, necio... No subestimes el poder de los Oráculos. En fin... ¿Lo has traído?
-Así es -el guerrero sacó un minúsculo recipiente y virtió su escaso contenido en una copa que yacía a los pies del féretro-.
-Perfecto... Ahora sigue tu búsqueda, guerrero... Pronto conseguirás lo que tanto anhelas.
-Siempre a su servicio, Señor.
Tras hacer otra reverencia, el guerrero se dio la vuelta y volvió a penetrar en las tinieblas del oscuro templo. Su próximo objetivo estaba bastante claro, debía volver a Tirk y atravesar el continente de nuevo hasta los bosques de Sirnos antes de que aquel crío al que se enfrentó en Krien lo hiciera. Al principio se había planteado si todo aquello era lo correcto, pero ya no le quedaba ni siquiera la sombra de la duda. Si de verdad quería el poder necesario para conseguir su objetivo debía acabar con el resto de los Elegidos a toda costa. Al fin y al cabo, nadie le había garantizado que alcanzar su meta fuese una tarea fácil. El navío del guerrero fue de nuevo tragado por la feroz tormenta que golpeaba la isla maldita y horas después, mientras éste se dirigía dispuesto a atacar a otro de los Elegidos, Deros despertaba en la posada.
El caballero había pensado en su encuentro con Shanirma durante la noche anterior. Aún no sabía a qué sorpresa se refería la Diosa, pero al salir de la posada lo entendió. Junto con la chamana lo estaba esperando el ave que hacía las veces de vigilante del poblado. La anciana le explicó entonces el verdadero origen del animal, que no era otra cosa que una de las criaturas al servicio de Shanirma que poblaban el mundo. Al enfrentarse al dragón se había ganado el respeto y la confianza de la criatura, que lo miraba con porte noble y majestuoso.
Deros se aproximó al ave y posó la mano en sus alas. Instintivamente aquel coloso de los cielos abrió las alas y se agachó para que el caballero se subiese a su espalda. La chamana asintió con la cabeza y le explicó que con la ayuda de su nuevo aliado podría bajar de la montaña en poco tiempo. Deros le preguntó dónde podría encontrar templos similares al que habían visitado, pero la chamana se limitó a contestarle que él podría averiguar la respuesta por si mismo si daba lugar a los recuerdos almacenados en su subconsciente. El guerrero, ya montado encima del animal, no acabó de entender todo aquello, pero no tuvo tiempo para insistir. El ave alzó el vuelo a una velocidad vertiginosa y se sumergió en el mar de nubes. Mantener el equilibrio era extremadamente complicado cuando el animal ascendía en un vuelo de trayectoria prácticamente vertical, pero poco a poco la inclinación del vuelo se fue suavizando y Deros pudo observar algo que no podría describir con palabras.
Ante sus ojos se abría un inmenso continente de verdes praderas y bosques que, junto con las suaves montañas y un río que nacía en la cordillera de Grusemdor y atravesaba el continente hasta la ciudad portuaria de Vires, formaba una sinfonía de formas y colores con la que pocas cosas podían rivalizar a nivel de belleza. Solo había un punto que rompía la armonía en el territorio, y era la capital del continente, Oukos.
Si bien incluso la ciudad de Vires era, pese a su importancia, un núcleo de tamaño pequeño, la capital era todo lo contrario. En Oukos la acción del hombre quedaba constatada con las enormes edificaciones de piedra que se elevaban por encima de la altura de las montañas, y en la parte exterior de la muralla de la ciudad había una fuerte división entre la tierra baldía sin vegetación y la verde espesura del bosque. La ciudad iba expandiéndose más y más, y al mismo tiempo, la naturaleza alrededor iba perdiendo esplendor.
Tras observar aquella imponente vista Deros se dio cuenta de que, poco a poco, el ave había comenzado a descender en dirección a los bosques situados al pie de la cordillera. Aprovechando un claro que encontró, la criatura frenó el ritmo del vuelo y aterrizó con soltura en el interior de los bosques. Si bien desde los aires la vegetación parecía uniforme, una vez dentro del lugar quedaba claro que no había nada más lejos de la realidad. Los distintos tipos de árboles se mezclaban entre sí sin orden ni concierto formando una amalgama de ramas y distintos tipos de hojas. En especial le llamó la atención una planta de hojas de color azul oscuro que se diferenciaba del resto por ese particular color.
El anciano de Krien les había hablado alguna que otra vez de aquella planta y de sus increíbles poderes curativos, aunque utilizarla tenía un gran inconveniente. El jugo extraído de una sola hoja podría hacer levantarse del suelo a un moribundo, pero también podría hacer que una persona sana cayese muerta al instante. Aún así, Deros decidió coger una hoja de aquella singular planta por curiosidad, pero en parte también acordándose del anciano y con el deseo de entregársela, ya que aquel hombre le había enseñado lo poco que conocía del mundo más allá de Krien.
Después de despedirse del ave y de darle unas bayas que había encontrado cerca del lugar, Deros siguió una senda que entraba en el bosque. Allí dentro la luz del sol resplandecía en los huecos que las hojas dejaban al cielo abierto, pero la abundante vegetación impedía ver con demasiada claridad. Había ido a los bosques cercanos a Krien, pero ninguno era como aquel. Siguiendo el camino rodeado a ambos lados por frondosos matorrales llegó tras unos minutos caminando a otro claro en el bosque, pero este era mucho más grande y en su interior reinaba un inmenso árbol que ya había visto desde los cielos.
Las nudosas raíces del árbol se hundían y salían de la tierra como si fuesen serpientes inmóviles en las dunas de un desierto, agrandando más todavía la extensión de terreno que ocupaba aquel gran árbol. Las gotas de rocío aún brillaban en la gruesa corteza de la planta y le otorgaban un aire especial, transmitía una sensación acogedora.
Después de contemplarlo, Deros se aproximó al árbol y dio una vuelta completa a su alrededor, maravillado por todas las cosas que estaba descubriendo en su viaje. Sin darse cuenta, un desconocido se le había acercado mientras contemplaba el árbol. Al girarse, Deros vio a un niño con el pelo y los ojos de color verde oscuro ataviado con una sencilla túnica de color grisáceo.
-¿Quién eres? -le preguntó el niño-.
-Lo mismo podría preguntarte yo a ti...
-Este bosque es mi hogar, así que el extraño eres tú.
-En eso tienes razón. Me llamo Deros.
-Yo soy Surin.
-Oye, ¿no es peligroso que vengas por aquí tú solo? ¿Dónde están tus padres?
-Mis padres... -el semblante del pequeño cambió y Deros se dio cuenta-.
-Ah, debes haber venido solo para hacer algo, ¿verdad? -dijo intentando ponerle fácil esquivar la pregunta-.
-Sí, eso es. He venido a ver el Árbol Sagrado. Le hago una ofrenda todos los días -dijo señalando unas flores que salían de uno de sus bolsillos-. Es importante que el árbol sea feliz.
-Pero... Solo es una planta, ¿no?
-¡Claro que no! Es el Guardián del bosque.
-Creía que los Guardianes podían manifestarse...
-Solo está dormido, se durmió hace unos días...
-Espera un momento. ¿Fue hace unos cinco días?
-Sí, puede ser.
-Ya veo...
-¿Lo preguntabas por algo?
-No, no es nada.
-Eres raro, ¿sabes? Bueno, ¿y tú que haces aquí? Hace mucho que nadie entra en el bosque.
-La verdad es que aún ando algo perdido pero... Debo encontrar a todos los Guardianes.
-Ah, bueno, pues ya has encontrado a uno de ellos.
-Ya, pero dormido no puede ayudarme mucho.
-Eso tiene arreglo, podrías despertarlo con el arpa de Sirnos.
-¿El arpa de Sirnos?
-¡Es imposible que no conozcas la historia!
-Pues no... No la conozco.
-¿En qué mundo vives? La leyenda de Sirnos es la que da nombre a este bosque. Si quieres te cuento luego la historia, pero antes debo hacer la ofrenda y volver a casa, podemos hablar cuando estemos allí.
-Ah, es verdad, a lo mejor te he entretenido demasiado.
-No te preocupes, solo es un momento.
Surin se acercó al Árbol Sagrado y cuando estaba a unos pasos, sacó las flores de su bolsillo y las lanzó al aire. Al instante levantó las manos y comenzó a formular un conjuro en voz baja, los pétalos comenzaron a danzar en el aire y se perdieron en la copa del árbol tras rodearlo varias veces. Tras esto, el árbol pareció crecer levemente y Surin se dio la vuelta con una sonrisa sintiéndose orgulloso de ayudar al árbol a sobrevivir día tras día.
El niño indicó a Deros el camino a través de los bosques hasta una pequeña tienda de campaña rodeada por un círculo protector que mantenía a los animales y los monstruos alejados. La casa del pequeño Surin estaba en un emplazamiento ideal ya que cerca había un riachuelo por el cual corrían aguas cristalinas y eso le permitía vivir sin tener que alejarse mucho del círculo protector. Ambos se sentaron frente a una hoguera apagada que el pequeño había preparado junto a la tienda.
-¿Vives aquí solo?
-Sí, desde hace poco tiempo, pero estoy bien. Me enseñaron a vivir en los bosques desde que era muy pequeño -dijo intentando aparentar más años de los que tenía-.
-Vaya, la mayoría de los niños estarían bastante asustados en tu situación.
-No hay por qué tener miedo, el Gran Árbol cuida a todas las criaturas del bosque.
-Hablando del Gran Árbol... Antes dijiste algo sobre la leyenda de Sirnos.
-Ah, es verdad, casi se me olvida, como era... Ah, sí, escucha.
Surin comenzó a relatar la leyenda de Sirnos. La leyenda habla de un hombre sabio y anciano el cual poseía un arpa con la que podía conversar con todos los seres vivos, ya fuesen plantas, animales o incluso monstruos. El anciano seguía el sueño de un mundo en el que todas las criaturas viviesen en equilibrio y fue a buscar aquella utopía a un bosque cercano. Después de varios años, la guerra salpicó los bosques y un poderoso rey entró rompiendo el equilibrio que el anciano había logrado mantener, en busca del arpa. Sin embargo, Sirnos no se la cedió ya que el hombre estaba cegado por el ansia de victoria y, con la ayuda de las criaturas del bosque, logró esconderse en una cueva y huir del rey y sus hombres. Al no ser capaces de encontrarlo, el rey, enfurecido, ordenó quemar todo el bosque y a sus habitantes, y así fue. Pero entonces, cuando ya todo estaba perdido, Sirnos salió de la cueva. Miró al rey con tristeza en los ojos, pero no con ganas de venganza, el anciano seguía siendo pacífico con todas las criaturas, sin importar su origen ni sus acciones. Entonces, para asegurarse de que el avaricioso rey no se salía con la suya, Sirnos invocó a los espíritus del bosque y lanzó un conjuro sobre las plantas que aún ardían. Convirtiéndose a sí mismo en un árbol, Sirnos entregó todo su poder a la naturaleza y las llamas cesaron, el bosque volvió a nacer. Entonces el rey comprendió el amor que sentía el anciano por aquel bosque, tanto como él podía sentir por su reino, o quizás más. Arrepentido, el rey se marchó de aquel lugar, y el pequeño tallo en el que Sirnos se había convertido comenzó a crecer más y más hasta convertirse en el Árbol Sagrado. El arpa que había provocado el desastre seguía durmiendo en las profundidades del bosque, y desde entonces el bosque tomó el nombre del hombre que más había hecho por salvarlo.
Deros nunca había escuchado la historia y se impresionó muchísimo no solo por lo increíble del relato, sino por la existencia de alguien capaz de dar su vida por una causa tan noble. Sirun se mostró feliz al ver la reacción del joven caballero.
-¿Te ha gustado la historia?
-Es maravillosa, no tenía ni idea de que existía. La verdad es que me cuesta creer que sea real.
-Ya casi nadie la conoce, a mí me la contó mi madre. Me dijo que este lugar siempre iba a ser un sitio seguro.
-Ah, así que por eso estás aquí...
-Sí, más o menos. Pero lo importante es que si encontramos la cueva encontraremos también el arpa de Sirnos.
-¿Tienes alguna idea de dónde puede estar?
-Creo que sí, pero no sé cómo podríamos llegar.
-¿A qué te refieres?
-¿No te has fijado en que el Árbol Sagrado se encuentra justo encima de una pequeña montaña?
-Quieres decir que Sirnos bloqueó la entrada de la puerta...
-Eso es. Aunque debe haber otro lugar por el que acceder.
-Entonces tenemos que buscarlo, es importante.
-Cuando quieras -dijo Sirun levantándose del suelo-.
Y así, Deros y su pequeño acompañante se adentraron en las profundidades del bosque, buscando el arpa de la leyenda. A su vez, el hombre de la armadura negra ya había entrado en el bosque.
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Eso es todo por hoy, en unos días continuaré Por cierto, en un diálogo se menciona que el Árbol comenzó a dormir 5 días antes, que para ser exactos fue también el día en el que murió Fek, el amigo de Deros, ahí os lo dejo y que cada cual piense lo que quiera XD
Ah, y como siempre, ¡gracias por leer!
Re: La profecía de los Elegidos
Maravilloso Neil!!! Como siempre un capitulo explendido, estoy impaciente porque postees el capitulo 4 pronto =D
PD: Muy acertada la musica que has puesto :P
PD: Muy acertada la musica que has puesto :P
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Genial tito!!!!! ò.ó La música queda muy bien, como siempre xD
La historia que le cuenta es muy bonita o: Mola! ^^ sigue tito!^^
La historia que le cuenta es muy bonita o: Mola! ^^ sigue tito!^^
Tamy- Abogado de renombre (Clan de Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Bueno, ya va siendo hora de poner un nuevo capítulo, ¿no os parece? XD Escribiendo este se me ha ocurrido por fin de manera más precisa la trama que oculta la profecía y un gran cambio de historia que veréis bastante más adelante, así que quedaros con el bosque de Sirnos, jugará un papel muy importante, y hasta ahí puedo leer XD Y ahora a lo importante, el capítulo:
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Y eso ha sido todo por hoy, en unos días pondré el siguiente capítulo ;)
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Capítulo 4: Oscuridad acechante
La búsqueda de la entrada a la cueva se había extendido durante varias horas vagando por los bosques sin un rumbo fijo ni ningún indicio que sirviese como guía. Por el camino, Deros comprobó que Surin era un mago muy experimentado pese a su corta edad. El niño no tenía problema alguno en invocar el poder de los elementos para abrirse paso por el bosque, y cuando Deros le preguntó por su habilidad, el joven mago se extrañó bastante, ya que aquello siempre había sido lo normal para él. Al acercarse a un camino de tierra que parecía artificial, Surin quiso retroceder.
-¿Qué te pasa? Es mejor que sigamos este camino, avanzaremos más rápido.
-No podemos ir por ahí.
-¿Por qué? Vamos, no te da miedo abrirte paso en mitad del bosque...
-No tengo miedo, es solo que no quiero volver.
-¿A qué te refieres? -Surin miró hacia otro lado y permaneció en silencio-. Muy bien, en ese caso iré yo mismo. Además, puede que la entrada de la cueva esté cerca.
Deros comenzó a seguir el sendero que se abría paso en el bosque como una minúscula grieta en mitad de una montaña. Al poco rato imaginó qué era lo que Surin quería evitar que viese. Ante la atónita mirada del caballero se alzaban las ruinas de un pequeño pueblo cuya destrucción fue provocada meses antes.
De los edificios de madera solo quedaban astillas, polvo y cenizas, aunque aún se conservaba la base de las estructuras, cuya forma estaba marcada por los restos que habían quedado de las casas devastadas. En la plaza del pueblo había una fuente estropeada hecha pedazos con restos de agua estancada que desprendía un olor desagradable de alguna manera, y que mezclado con el olor de la montaña de cenizas en la que el pueblo se había convertido, provocaba náuseas.
Deros supo entonces con certeza el motivo por el que Surin vivía solo en mitad del bosque, probablemente lo que quedaba de la aldea había sido su hogar tiempo atrás. No sabía si podría convencerlo para acompañarlo por los restos del pueblo, así que siguió inspeccionándolo todo por sí mismo. Entre los escombros le llamó la atención una casa que tenía un aire especial, no sabría decir qué era exactamente, pero Deros sintió que algo lo llamaba y siguiendo el consejo de Shanirma sobre sus instintos, se aproximó y rápidamente encontró una especie de trampilla que había quedado intacta. Intentó abrirla, pero sus esfuerzos fueron en vano. Acto seguido, entre las cenizas pudo ver una fotografía con los bordes quemados. Al mirarla distinguió a Surin y a un matrimonio joven. Sin duda el niño se parecía mucho más a la madre, el padre tenía unos rasgos distintos, parecía venir de otro continente.
Deros dejó de nuevo la fotografía y se dispuso a volver al lugar en el que había dejado a Surin, pero no fue necesario, el niño ya había llegado hasta allí. Deros lo miró con una expresión preocupada en la cara, y su compañero lo notó. Ninguno sabía muy bien qué decir exactamente, de hecho, quizás era mejor permanecer en silencio. Surin sacó una llave antigua de su bolsillo y abrió la trampilla para meterse dentro, Deros lo siguió.
Dentro había una gruta oscura alumbrada por una antorcha que el caballero cogió para no perderse en la oscuridad. Sin duda aquello era lo que podían estar buscando, aunque no acababa de entender que su pequeño compañero le hubiese ocultado la entrada si sabía donde estaba. Quizás solo fuese porque no quería rememorar recuerdos dolorosos, o puede que fuese por algo más, pero al ver el macabro paisaje en el que se había convertido el hogar de Surin, en ese momento no se sentía con el ánimo suficiente como para preguntar.
Del ambiente oscuro el paisaje de la gruta cambió a una iluminación natural de color azul, muy tenue. Había muchos tipos de minerales y cristales distintos, y probablemente valdrían una fortuna. Si alguien más descubriese el lugar, probablemente el bosque se convertiría en una enorme mina, y en cierto sentido fue por eso mismo por lo que se produjo la población del bosque, para tratar de impedir una vez más la destrucción de aquel paraíso natural.
Siguiendo un único camino finalmente hallaron su objetivo, el arpa de Sirnos. El instrumento emitía un aura especial apenas perceptible para el ojo humano, pero aquella leve presencia mística hacía de la reliquia un objeto todavía más atractivo. El arpa tenía un tamaño pequeño, de hecho podía cogerse con una mano y con la otra ejecutar las melodías. Estaba tallada en madera y tenía la forma de un ángel, cuyas alas servían como punto de apoyo sobre el pecho para quien fuese a tocar el instrumento. Sirun se acercó al instrumento y lo cogió, aunque aún estaba algo triste por haber tenido que volver al poblado en ruinas.
-Parece que lo hemos conseguido... Oye, deberías estar contento, ahora podremos despertar al Gran Árbol.
-Sí, pero... Después de esto vas a irte, ¿verdad? Para buscar a los Guardianes.
-Puedes venir conmigo si quieres, no tienes por qué quedarte aquí.
-¿En serio?
-¡Claro! Además, estoy seguro de que será un viaje genial.
-Pues ahora que lo dices, la verdad es que me apetecería acompañarte.
-Entonces no se hable más, podemos ir juntos. Y ahora anímate un poco, con esa actitud no llegaremos muy lejos.
-De hecho -dijo una tercera voz-. Vuestro viaje acaba aquí.
Desde la lejanía, una voz grave y estridente resonó por toda la gruta. Mientras se aproximaba a los dos amigos, las pisadas metálicas se clavaban en el suelo como los colmillos de una bestia sobre su presa. Portando una armadura negra como la más oscura de las noches que impedía ver su cara, el asesino de Fek volvió de nuevo a mostrarse ante Deros. El desconocido sacó la espada sin contemplaciones.
-¿Qué hacéis vosotros con eso? No es ningún juguete con el cual podáis jugar. Dádmelo.
-Lo siento -contestó Deros desenvainando la espada-. Pero no podemos permitir que te hagas con el arpa.
-Vaya, vaya... Parece que la última vez que nos encontramos se te había comido la lengua el gato, y ni hablemos del valor. Dime, ¿quieres unirte a tu amigo en la tierra de los muertos?
-Ya veremos si el que se encuentra con Fek no eres tú. Ya basta de palabrería, ¡lucha!
Con una impresionante agilidad teniendo en cuenta la pesada armadura que portaba, el caballero negro se lanzó por el aire empuñando su espada contra Deros, el cual apartó de un empujón a Surin para evitar que fuese alcanzado. Su oponente lanzó una carcajada macabra y se dio la vuelta de nuevo, dispuesto a lanzar otra arremetida.
-¡Deros, tenemos que marcharnos!
-¡No, no puedo dejar que este asesino se escape! ¡Huye tú, haz que el Árbol Sagrado despierte!
-¡No puedo dejarte aquí!
-¡Hazlo, yo puedo arreglármelas solo!
-Deros... -Surin arrancó a correr después de unos segundos pensando-.
-¿Crees que puede salvarse? Nunca logrará escapar de mi.
-Así que es eso... Surin es un Elegido, verdad? -le preguntó Deros a su rival-.
-No te hagas el sorprendido, ya deberías saberlo. Es como aquel amigo tuyo... Su poder puede ser una amenaza.
- ¿Y eres tú el que habla de amenazas? ¡No me hagas reír!
-Estúpido crío, ¡no tienes ni idea de por qué estoy luchando!
- No me importan tus metas ni tus ideales. Mataste a mi mejor amigo y ahora vas detrás de un niño inocente, ¡voy a acabar contigo aquí y ahora!
-Muy bien, inténtalo.
El pulso de Deros temblaba violentamente, en parte por los nervios y en parte por el miedo que destilaba su enemigo. Vacilante, empuñó su espada con ambas manos haciendo toda la fuerza que le era posible. A continuación, corrió contra su adversario con la espada en alto, y entonces se dio cuenta de su error. El guerrero oscuro había acumulado energía y tenía preparado un fuerte conjuro que impactó contra la espada de Deros haciéndola añicos, la propia onda de energía hizo que el mismo Deros cayese al suelo, pero eso no lo detuvo. Ciego por la rabia y con el fragmento de espada que quedaba unido a la empuñadura, saltó del suelo y le asestó una puñalada a su enemigo, consiguiendo hacerle una herida en la cabeza a través del casco. Casi sin aliento, Deros se alejó de su adversario mientras seguía jadeando. El guerrero oscuro se quitó entonces el casco, y Deros no pudo dar crédito al rostro que sus ojos veían.
-No puede ser...
-¿Asombrado?
-¿Cómo eres capaz de... de hacer algo así?
-Grábate esto en la cabeza, crío... Nada ni nadie podrá detener mi misión. La próxima vez que os encuentre, me aseguraré de guardar vuestras cabezas para adornar una estantería.
- No, no habrá próxima vez... No vas a ir a ninguna parte.
Deros intentó dañar de nuevo a su oponente, pero este le dio una patada y lo dejó tirado en el suelo. Incapaz de moverse, Deros vio como el asesino de Fek volvía a escaparse justo delante de sus narices. El joven caballero no se había dado cuenta, pero la última patada le había roto algunos huesos y no tardó en sentir un intenso dolor que le hizo desmayarse.
Estando inconsciente, un destello de color esmeralda iluminó las tinieblas en las que se veía sumido. Aún seguía desmayado físicamente, pero su mente se encontraba en otro lugar, con el Guardián de los bosques. Tenía un aspecto muy diferente a Shanirma, no se parecía a una figura humana, sino más bien a un animal. Su forma era parecida a una especie de felino, Deros no sabía cuál exactamente. Lo que lo hacía parecido a la diosa de los hielos era aquella extraña sensación que despertaba en los sentidos, no solo de poder, sino también aquella sensación de que su cuerpo estaba fusionado con el aire y que podría desaparecer en cualquier momento.
-Shanirma me ha hablado de ti, joven Deros. Mi nombre es Zart.
-¿Dónde estamos?
-Esa pregunta tiene muchas respuestas... Físicamente sigues en el bosque de Sirnos, es tu espíritu el que ha venido a mí. He estado viendo la lucha, aunque me ha sido imposible ayudarte.
-Claro, alguien hizo que usted durmiese, ¿no es así?
-Bueno, es una forma simple de describirlo, pero podría decirse que sí. Más bien alguien anuló mi presencia en el mundo.
-¿Cómo podría alguien conseguir eso?
-Con un sello, está claro. Pero lo importante es que ya he vuelto al bosque, no hay nada que temer.
-A propósito, ¿sabe algo de la identidad del caballero oscuro?
-Creo que tú ya lo has reconocido, ¿no es así?
-Pero... No puedo creer que sea capaz de intentar algo así.
-La codicia humana no conoce límites, Deros. ¿Entiendes ahora la importancia de proteger a los Elegidos?
-Aún no sé cuál es el papel de los Elegidos en todo esto, pero no puedo dejar que mate a un niño.
-Todo a su debido tiempo, joven. Si quieres averiguar más cosas, la mejor opción sería ir a la región del desierto, Fubir. Allí te espera otro de mis compañeros.
-¿Pero no debería buscar antes al resto de los Elegidos?
-Confía en nuestro consejo, Deros, te llevará por el camino correcto. Ahora despierta, tu pequeño amigo está preocupado.
Dichas aquellas últimas palabras, Deros sintió como aquella especie de sueño se desvanecía en el aire y notó de nuevo un ligero dolor corporal. Cuando abrió los ojos vio a Surin mirándolo con cara de preocupación. Intentó levantarse, pero las piernas aún le fallaban.
-Parece que este no ha sido mi mejor combate.
-¿Se ha ido ya ese hombre, Deros?
-Sí... Despertaste al Árbol, ¿verdad? Creo que eso lo hizo marcharse.
-Claro, el Árbol domina el bosque, seguro que lo ha expulsado.
-Por favor, busca un poco de agua, después de un trago podré levantarme sin problemas.
-¿Para qué buscarla? Dame una botella.
-Espero que no se hayan roto todas con el golpe... Toma, aquí tienes una.
Surin se apartó un poco de Deros y trazó un círculo en el suelo. Pronto el círculo comenzó a brillar con un color azul celeste y una brisa suave comenzó a notarse en el interior de la gruta. Por un momento los cristales de las paredes parecieron apagarse ante la acumulación de poder del círculo, y entonces, dentro de la botella apareció una esfera de agua que la llenó en un instante. Deros no podía creer lo que estaba viendo, sabía que los hechiceros podían invocar el resto de elementos sin demasiada complicación, pero casi siempre de forma violenta y sin control. Pero sin embargo hacer aparecer agua de la nada era algo extremadamente complicado, por no hablar de la capacidad que requería ser capaz de concentrarla en un punto sin que se desatase un torrente. Surin le ofreció la botella a su malherido amigo y este se bebió el agua de un trago. Sin duda le sentó bastante bien, ya que alivió casi por completo la fatiga que tenía. Deros se levantó a duras penas y ambos salieron de la gruta. Lo que no sabían era la importancia de todos y cada uno de los acontecimientos que presenciaron aquel día en el bosque, habían dado un paso más en la profecía.
-¿Qué te pasa? Es mejor que sigamos este camino, avanzaremos más rápido.
-No podemos ir por ahí.
-¿Por qué? Vamos, no te da miedo abrirte paso en mitad del bosque...
-No tengo miedo, es solo que no quiero volver.
-¿A qué te refieres? -Surin miró hacia otro lado y permaneció en silencio-. Muy bien, en ese caso iré yo mismo. Además, puede que la entrada de la cueva esté cerca.
Deros comenzó a seguir el sendero que se abría paso en el bosque como una minúscula grieta en mitad de una montaña. Al poco rato imaginó qué era lo que Surin quería evitar que viese. Ante la atónita mirada del caballero se alzaban las ruinas de un pequeño pueblo cuya destrucción fue provocada meses antes.
De los edificios de madera solo quedaban astillas, polvo y cenizas, aunque aún se conservaba la base de las estructuras, cuya forma estaba marcada por los restos que habían quedado de las casas devastadas. En la plaza del pueblo había una fuente estropeada hecha pedazos con restos de agua estancada que desprendía un olor desagradable de alguna manera, y que mezclado con el olor de la montaña de cenizas en la que el pueblo se había convertido, provocaba náuseas.
Deros supo entonces con certeza el motivo por el que Surin vivía solo en mitad del bosque, probablemente lo que quedaba de la aldea había sido su hogar tiempo atrás. No sabía si podría convencerlo para acompañarlo por los restos del pueblo, así que siguió inspeccionándolo todo por sí mismo. Entre los escombros le llamó la atención una casa que tenía un aire especial, no sabría decir qué era exactamente, pero Deros sintió que algo lo llamaba y siguiendo el consejo de Shanirma sobre sus instintos, se aproximó y rápidamente encontró una especie de trampilla que había quedado intacta. Intentó abrirla, pero sus esfuerzos fueron en vano. Acto seguido, entre las cenizas pudo ver una fotografía con los bordes quemados. Al mirarla distinguió a Surin y a un matrimonio joven. Sin duda el niño se parecía mucho más a la madre, el padre tenía unos rasgos distintos, parecía venir de otro continente.
Deros dejó de nuevo la fotografía y se dispuso a volver al lugar en el que había dejado a Surin, pero no fue necesario, el niño ya había llegado hasta allí. Deros lo miró con una expresión preocupada en la cara, y su compañero lo notó. Ninguno sabía muy bien qué decir exactamente, de hecho, quizás era mejor permanecer en silencio. Surin sacó una llave antigua de su bolsillo y abrió la trampilla para meterse dentro, Deros lo siguió.
Dentro había una gruta oscura alumbrada por una antorcha que el caballero cogió para no perderse en la oscuridad. Sin duda aquello era lo que podían estar buscando, aunque no acababa de entender que su pequeño compañero le hubiese ocultado la entrada si sabía donde estaba. Quizás solo fuese porque no quería rememorar recuerdos dolorosos, o puede que fuese por algo más, pero al ver el macabro paisaje en el que se había convertido el hogar de Surin, en ese momento no se sentía con el ánimo suficiente como para preguntar.
Del ambiente oscuro el paisaje de la gruta cambió a una iluminación natural de color azul, muy tenue. Había muchos tipos de minerales y cristales distintos, y probablemente valdrían una fortuna. Si alguien más descubriese el lugar, probablemente el bosque se convertiría en una enorme mina, y en cierto sentido fue por eso mismo por lo que se produjo la población del bosque, para tratar de impedir una vez más la destrucción de aquel paraíso natural.
Siguiendo un único camino finalmente hallaron su objetivo, el arpa de Sirnos. El instrumento emitía un aura especial apenas perceptible para el ojo humano, pero aquella leve presencia mística hacía de la reliquia un objeto todavía más atractivo. El arpa tenía un tamaño pequeño, de hecho podía cogerse con una mano y con la otra ejecutar las melodías. Estaba tallada en madera y tenía la forma de un ángel, cuyas alas servían como punto de apoyo sobre el pecho para quien fuese a tocar el instrumento. Sirun se acercó al instrumento y lo cogió, aunque aún estaba algo triste por haber tenido que volver al poblado en ruinas.
-Parece que lo hemos conseguido... Oye, deberías estar contento, ahora podremos despertar al Gran Árbol.
-Sí, pero... Después de esto vas a irte, ¿verdad? Para buscar a los Guardianes.
-Puedes venir conmigo si quieres, no tienes por qué quedarte aquí.
-¿En serio?
-¡Claro! Además, estoy seguro de que será un viaje genial.
-Pues ahora que lo dices, la verdad es que me apetecería acompañarte.
-Entonces no se hable más, podemos ir juntos. Y ahora anímate un poco, con esa actitud no llegaremos muy lejos.
-De hecho -dijo una tercera voz-. Vuestro viaje acaba aquí.
Desde la lejanía, una voz grave y estridente resonó por toda la gruta. Mientras se aproximaba a los dos amigos, las pisadas metálicas se clavaban en el suelo como los colmillos de una bestia sobre su presa. Portando una armadura negra como la más oscura de las noches que impedía ver su cara, el asesino de Fek volvió de nuevo a mostrarse ante Deros. El desconocido sacó la espada sin contemplaciones.
-¿Qué hacéis vosotros con eso? No es ningún juguete con el cual podáis jugar. Dádmelo.
-Lo siento -contestó Deros desenvainando la espada-. Pero no podemos permitir que te hagas con el arpa.
-Vaya, vaya... Parece que la última vez que nos encontramos se te había comido la lengua el gato, y ni hablemos del valor. Dime, ¿quieres unirte a tu amigo en la tierra de los muertos?
-Ya veremos si el que se encuentra con Fek no eres tú. Ya basta de palabrería, ¡lucha!
Con una impresionante agilidad teniendo en cuenta la pesada armadura que portaba, el caballero negro se lanzó por el aire empuñando su espada contra Deros, el cual apartó de un empujón a Surin para evitar que fuese alcanzado. Su oponente lanzó una carcajada macabra y se dio la vuelta de nuevo, dispuesto a lanzar otra arremetida.
-¡Deros, tenemos que marcharnos!
-¡No, no puedo dejar que este asesino se escape! ¡Huye tú, haz que el Árbol Sagrado despierte!
-¡No puedo dejarte aquí!
-¡Hazlo, yo puedo arreglármelas solo!
-Deros... -Surin arrancó a correr después de unos segundos pensando-.
-¿Crees que puede salvarse? Nunca logrará escapar de mi.
-Así que es eso... Surin es un Elegido, verdad? -le preguntó Deros a su rival-.
-No te hagas el sorprendido, ya deberías saberlo. Es como aquel amigo tuyo... Su poder puede ser una amenaza.
- ¿Y eres tú el que habla de amenazas? ¡No me hagas reír!
-Estúpido crío, ¡no tienes ni idea de por qué estoy luchando!
- No me importan tus metas ni tus ideales. Mataste a mi mejor amigo y ahora vas detrás de un niño inocente, ¡voy a acabar contigo aquí y ahora!
-Muy bien, inténtalo.
El pulso de Deros temblaba violentamente, en parte por los nervios y en parte por el miedo que destilaba su enemigo. Vacilante, empuñó su espada con ambas manos haciendo toda la fuerza que le era posible. A continuación, corrió contra su adversario con la espada en alto, y entonces se dio cuenta de su error. El guerrero oscuro había acumulado energía y tenía preparado un fuerte conjuro que impactó contra la espada de Deros haciéndola añicos, la propia onda de energía hizo que el mismo Deros cayese al suelo, pero eso no lo detuvo. Ciego por la rabia y con el fragmento de espada que quedaba unido a la empuñadura, saltó del suelo y le asestó una puñalada a su enemigo, consiguiendo hacerle una herida en la cabeza a través del casco. Casi sin aliento, Deros se alejó de su adversario mientras seguía jadeando. El guerrero oscuro se quitó entonces el casco, y Deros no pudo dar crédito al rostro que sus ojos veían.
-No puede ser...
-¿Asombrado?
-¿Cómo eres capaz de... de hacer algo así?
-Grábate esto en la cabeza, crío... Nada ni nadie podrá detener mi misión. La próxima vez que os encuentre, me aseguraré de guardar vuestras cabezas para adornar una estantería.
- No, no habrá próxima vez... No vas a ir a ninguna parte.
Deros intentó dañar de nuevo a su oponente, pero este le dio una patada y lo dejó tirado en el suelo. Incapaz de moverse, Deros vio como el asesino de Fek volvía a escaparse justo delante de sus narices. El joven caballero no se había dado cuenta, pero la última patada le había roto algunos huesos y no tardó en sentir un intenso dolor que le hizo desmayarse.
Estando inconsciente, un destello de color esmeralda iluminó las tinieblas en las que se veía sumido. Aún seguía desmayado físicamente, pero su mente se encontraba en otro lugar, con el Guardián de los bosques. Tenía un aspecto muy diferente a Shanirma, no se parecía a una figura humana, sino más bien a un animal. Su forma era parecida a una especie de felino, Deros no sabía cuál exactamente. Lo que lo hacía parecido a la diosa de los hielos era aquella extraña sensación que despertaba en los sentidos, no solo de poder, sino también aquella sensación de que su cuerpo estaba fusionado con el aire y que podría desaparecer en cualquier momento.
-Shanirma me ha hablado de ti, joven Deros. Mi nombre es Zart.
-¿Dónde estamos?
-Esa pregunta tiene muchas respuestas... Físicamente sigues en el bosque de Sirnos, es tu espíritu el que ha venido a mí. He estado viendo la lucha, aunque me ha sido imposible ayudarte.
-Claro, alguien hizo que usted durmiese, ¿no es así?
-Bueno, es una forma simple de describirlo, pero podría decirse que sí. Más bien alguien anuló mi presencia en el mundo.
-¿Cómo podría alguien conseguir eso?
-Con un sello, está claro. Pero lo importante es que ya he vuelto al bosque, no hay nada que temer.
-A propósito, ¿sabe algo de la identidad del caballero oscuro?
-Creo que tú ya lo has reconocido, ¿no es así?
-Pero... No puedo creer que sea capaz de intentar algo así.
-La codicia humana no conoce límites, Deros. ¿Entiendes ahora la importancia de proteger a los Elegidos?
-Aún no sé cuál es el papel de los Elegidos en todo esto, pero no puedo dejar que mate a un niño.
-Todo a su debido tiempo, joven. Si quieres averiguar más cosas, la mejor opción sería ir a la región del desierto, Fubir. Allí te espera otro de mis compañeros.
-¿Pero no debería buscar antes al resto de los Elegidos?
-Confía en nuestro consejo, Deros, te llevará por el camino correcto. Ahora despierta, tu pequeño amigo está preocupado.
Dichas aquellas últimas palabras, Deros sintió como aquella especie de sueño se desvanecía en el aire y notó de nuevo un ligero dolor corporal. Cuando abrió los ojos vio a Surin mirándolo con cara de preocupación. Intentó levantarse, pero las piernas aún le fallaban.
-Parece que este no ha sido mi mejor combate.
-¿Se ha ido ya ese hombre, Deros?
-Sí... Despertaste al Árbol, ¿verdad? Creo que eso lo hizo marcharse.
-Claro, el Árbol domina el bosque, seguro que lo ha expulsado.
-Por favor, busca un poco de agua, después de un trago podré levantarme sin problemas.
-¿Para qué buscarla? Dame una botella.
-Espero que no se hayan roto todas con el golpe... Toma, aquí tienes una.
Surin se apartó un poco de Deros y trazó un círculo en el suelo. Pronto el círculo comenzó a brillar con un color azul celeste y una brisa suave comenzó a notarse en el interior de la gruta. Por un momento los cristales de las paredes parecieron apagarse ante la acumulación de poder del círculo, y entonces, dentro de la botella apareció una esfera de agua que la llenó en un instante. Deros no podía creer lo que estaba viendo, sabía que los hechiceros podían invocar el resto de elementos sin demasiada complicación, pero casi siempre de forma violenta y sin control. Pero sin embargo hacer aparecer agua de la nada era algo extremadamente complicado, por no hablar de la capacidad que requería ser capaz de concentrarla en un punto sin que se desatase un torrente. Surin le ofreció la botella a su malherido amigo y este se bebió el agua de un trago. Sin duda le sentó bastante bien, ya que alivió casi por completo la fatiga que tenía. Deros se levantó a duras penas y ambos salieron de la gruta. Lo que no sabían era la importancia de todos y cada uno de los acontecimientos que presenciaron aquel día en el bosque, habían dado un paso más en la profecía.
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Y eso ha sido todo por hoy, en unos días pondré el siguiente capítulo ;)
Re: La profecía de los Elegidos
Capitulazo Neil! Como siempre un capitulo estupendo, me esta encantando la historia y la musica es que es perfecta :P
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Oh dios!! Este ha sido mi favorito ò.ó No es que hayas escrito 20 capítulos xD Pero este has sío el que más me ha gustado =D Por la lucha y tal xD y las descripciones que haces, me encantan, tito! ^^ Y la música ni te cuento xD
Anda con el niño o.O A ver si también hace dinero o algo xD Bueno, que muy buen capítulo ò.ó sigueee =D
Anda con el niño o.O A ver si también hace dinero o algo xD Bueno, que muy buen capítulo ò.ó sigueee =D
Tamy- Abogado de renombre (Clan de Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Pues aquí estamos de nuevo con otro capítulo XD Iba a postearlo ayer por la tarde pero me surgió un imprevisto y al final se ha quedado para hoy También he juntado un par de programas para hacer algo que me gustaría que viéseis haciendo click aquí (tardará en cargar a lo mejor, es enorme, ah, y recordad hacer zoom para verlo en detalle ). Faltan la mitad de los nombres, pero iré actualizándolo conforme aparezcan más lugares en la historia XD Lógicamente está expuesto a posibles cambios, aún no sé seguro todos los lugares en los que se desarrollará la historia, pero en fin, por lo menos ha quedado semi decente. Y bueno, aquí tenéis el capítulo de hoy, espero que lo disfrutéis.
__________
Después de comer y descansar un rato en el improvisado campamento de Surin los dos compañeros de viaje salieron por fin del bosque de Sirnos. El pequeño mago estaba aún algo indeciso, ya que salir de allí significaba para él despedirse definitivamente de todo lo que quedaba de sus recuerdos. Decidieron que evitarían pasar por la bulliciosa capital. Decidieron dirigirse hacia Vires ya que tenían que coger un barco hasta el desierto de Fubir.
Decía el anciano de Krien que Fubir era la cuna de la tribu nómada que había fundado la ciudad hacía ya muchísimos años. Al parecer Fubir en un principio estaba unido a la región de Tirk, pero después de un accidente natural conocido como ''el Cataclismo'', el desierto quedó aislado del resto del continente y poco a poco se separó hacia el sur, donde su clima se hizo todavía más cálido y Fubir acabó convirtiéndose en un continente distinto. También contaba una vieja historia nómada que parte de la gran familia errante quedó separada por el mar, y mientras que unos habían permanecido en Tirk, otros tuvieron que quedarse en el desierto y llegaron a formar un gran poblado donde finalmente se asentaron. Esa era la historia de los Cirus, la ancestral tribu nómada a la que Deros pertenecía.
Tras un largo paseo encontraron a un hombre que llevaba una vieja carreta de la cual tiraban dos caballos, como se dirigía hacia la ciudad portuaria se ofreció amablemente a llevarlos, a cambio Deros se encargó de un par de bandidos que intentaron saquear la mercancía que aquel hombre transportaba sin éxito. Por lo demás, la travesía fue bastante tranquila y no ocurrió ningún otro incidente destacable. Por el camino, el comerciante les preguntó por qué se dirigían hacia el puerto, ya que le extrañaba tanto ver a un chico tan joven con un niño tan pequeño en mitad de la nada, ellos inventaron que eran hermanos y que necesitaban llegar a Vires para reunirse con unos familiares. No se sentían muy bien mintiéndole a aquel buen hombre, pero contar la verdad era demasiado arriesgado. Cuando la luz del crepúsculo bañó la extensa llanura de Tirk y los últimos rayos de sol del día acariciaron la ciudad de Vires, por fin llegaron a su destino.
La ciudad no era una gran metrópolis, pero era lo suficientemente grande para perderse por sus calles si nunca antes se habían recorrido. Los edificios de piedra eran un monumento al mar en sí mismo, y las calles de la ciudad eran un enorme mosaico de baldosas de tonos azulados que reflejaban la suave luz de las antorchas que iluminaban la ciudad por la noche. Lejos de acabar la actividad con las horas de sol, la lonja de la plaza central de la ciudad se convertía por la noche en el lugar donde abrían las tabernas más famosas de Tirk, cuya comida era exquisita debido a la frescura de los ingredientes que llegaban a la mesa recién sacados del mar. En definitiva era, con permiso de Oukos, la ciudad más viva del continente. Además, el río que nacía en la cordillera de Grusemdor había convertido parte de la ciudad en una pequeña isla conectada por un puente al resto, y era allí donde se encontraba el puerto y donde se situaban las viviendas de los marineros que vivían de la pesca. El resto de la ciudad se había convertido con el paso de los años en un gran centro de atracción comercial y turística.
Otro de los detalles que más llamaba la atención era la ''Aguja de Plata'', un precioso faro que sobresalía por encima del resto de los edificios y que guiaba a los marineros en su travesía por el océano. La estructura era una espiral muy esbelta acabada en punta cuyo revestimiento de plata brillaba por sí mismo desprendiendo por la noche la energía que acumulaba de día y proporcionando así una brillante luz blanca que podía verse desde la distancia.
Deros y Surin pasearon por las calles de la ciudad buscando una posada, ya que a aquella hora ya no había barcos con rumbo a Fubir. Finalmente llegaron a un lugar que tenía una apariencia muy acogedora. La entrada a la posada se situaba en una pequeña plaza escondida entre las muchas calles, plaza que se había convertido en un jardín floral a pequeña escala y cuyas plantas adornaban cada rincón del lugar. Al contrario que en Grusemdor, aquella pequeña posada no tenía también una taberna en la planta baja, sino que solamente contaba con habitaciones. Tras pagar su habitación, los dos compañeros fueron hasta la plaza principal del pueblo y comieron en uno de los incontables locales que por las noches sacaban las mesas a la plaza para que sus clientes pudiesen disfrutar de la agradable brisa nocturna que venía del mar. Después de todo aquello, ambos volvieron a la posada para tomar un merecido descanso después de aquel día tan agotador.
A la mañana siguiente se despertaron temprano, la dueña de la posada les aconsejó que si querían coger un barco hacia Fubir preguntasen en uno que hiciese rutas comerciales hasta allí, ya que era normal que admitiesen pasajeros a bordo por un precio asequible. Ambos le dieron las gracias por su consejo y cruzaron el puente hasta llegar a la zona portuaria. Lo normal habría sido encontrar a los marineros preparándose para otro día de trabajo y a los comerciantes cargando las mercancías en sus barcos, sin embargo al llegar escucharon una gran conmoción.
-¡He dicho que nadie va a salir del puerto hoy! -gritaba un soldado a pleno pulmón-.
-¡Aparta de mi camino, tengo cosas más importantes que hacer en Fubir! -contestó uno de los capitanes de barco, que llevaba ropa extraña-.
-He dicho que no, Baros. El emperador ha...
-¡Déjate de tonterías y vete con tu emperador!
-¿¡No entiendes que el monstruo podría matarte!?
-El monstruo resulta agradable comparado con mi mujer si llego un solo día más tarde de lo que le prometí. Ah, y te recuerdo que soy forastero, no tengo por qué obedecer a tu emperador.
-¿Quieres que te arreste? Muy bien.
-¡Espera! ¿Qué narices estás haciendo?
Antes de que pudiese hacer nada, Baros estaba arrestado y de camino a una celda en el puesto de vigilancia del puerto. El resto de marineros captaron el mensaje y se fueron a sus casas. De todas formas, parecía ser que solo aquel Baros estaba dispuesto a hacerle frente al monstruo del que hablaba el soldado. Deros estaba bastante preocupado, aquella situación podría prolongarse durante días o incluso meses, y no podían permanecer allí tanto tiempo sin que el caballero oscuro los atrapase.
-¿Qué vamos a hacer ahora, Deros? -preguntó Surin-.
-No lo sé... Parece que estamos atrapados en Tirk por ahora.
-¿Y si vamos a Oukos para pedirle un permiso al emperador?
-No creo que nos recibiese. Y aunque lo hiciera, probablemente nos harían muchas preguntas y se acabarían enterando de cosas que es mejor que mantengamos en secreto por ahora.
-Pues ahora mismo no sé qué más podríamos hacer.
-¿Y si intentamos hablar con ese Baros? Podemos decir que somos... No sé, clientes, o algo así.
-Espera, ¿en qué estás pensando?
-Bueno, si conseguimos sacarlo de prisión, quizás se ofrezca a ayudarnos.
-Deros, eso... Eso no está bien.
-Puede que tengas razón, pero tampoco tenían motivos para arrestarlo, él solo quiere volver a su casa después de todo, y si se mete en líos es cosa suya y no del emperador.
-Sí, supongo que tienes razón. Aunque intentar liberarlo de día seria bastante arriesgado. A no ser que...
-Parece que ahora eres tú el que tiene la idea peligrosa.
-Tengo que ver como es la celda en la que está, pero si quemo la cerradura podrá salir con facilidad cuando quiera.
-Oye, eso sí que es peligroso... Además, los soldados que estén vigilándolo se enterarían.
-No, si dejo una pequeña llama dentro de la cerradura y la libero por la noche, cuando los guardias hayan dejado el puesto, no pasará nada.
-Eres bastante astuto para ser tan pequeño, ¿sabes?
Después de la conversación Deros preparó una nota escrita para entregársela a Baros explicándole el plan que habían pensado y pidiendo a cambio que los llevase a Fubir. Cuando acabaron de prepararlo todo se dirigieron hacia el puesto de vigilancia donde tenían encerrado a Baros. El interior del puesto era muy sencillo, tenía un simple escritorio lleno de papeles y una silla para el guardia de turno en la parte izquierda desde la entrada, y al fondo había un par de celdas separadas para que los presos no hablasen entre ellos sin que el soldado encargado de vigilarlos se diese cuenta. Aparte de esto había unas escaleras hacia un piso superior que era donde se encontraba el puesto de vigilancia marítimo en sí, tenía un catalejo de gran alcance para ver qué barcos se acercaban al puerto y una gran campana de emergencia. Al ver que entraban en el puesto, el guardia de turno se levantó y preguntó qué era lo que estaban buscando allí. Deros le explicó que venían de la capital para hablar con Baros, ya que su padre le quería hacer un pedido que llevaban escrito. Al ver que eran tan jóvenes el soldado se confió y les dejó entregarle el mensaje a Baros. Al leerlo el hombre soltó una carcajada, lo cual hizo que el soldado se extrañase.
-Ya veo, parece un pedido bastante interesante -dijo el viejo lobo de mar-.
-Si le interesa podemos tratarlo con más detenimiento cuando cumpla usted su condena -contestó Deros-.
-Claro, claro, estoy deseándolo. Por cierto, dadle recuerdos de mi parte a vuestro padre cuando habléis con él.
-No se preocupe, lo haremos.
A esto le siguió una conversación totalmente inventada entre Deros y Baros acerca de la familia y lo primero que se les ocurrió para disimular mientras Surin preparaba la diminuta chispa que haría saltar por los aires la puerta del puesto de vigilancia. Cuando el pequeño hechicero acabó, hizo una señal a Deros, que se despidió del preso y del soldado. El joven espadachín no era capaz de entender como Surin podía mantener durante tanto tiempo el conjuro en la cabeza sin descontrolarse, aunque sí debía costarle un poco porque en las horas siguientes no se alejaron demasiado del lugar, y Deros intentó no darle conversación para no desconcentrarlo. Sin embargo llegó la hora de la comida, y se alejaron un poco más de la cuenta.
Como resultado, una explosión resonó en el puesto de vigilancia. Antes de que la nube de curiosos fuese a ver qué pasaba, ambos se miraron y salieron corriendo para ver si Baros se encontraba bien. De hecho, al volver a entrar en el puesto y verlo zarandeando al soldado como si fuese una muñeca de trapo les quedó bastante claro que se encontraba más que bien. El viejo marinero tenía un aspecto ciertamente extraño, y la ropa raída, la barba totalmente descuidada junto con el ojo de cristal negro no ayudaban demasiado a normalizar su imagen.
-¡Y que sea la última vez que me metéis en una de estas celdas podridas o te llevaré conmigo y te convertirás en el plato estrella del día para los peces...! -Baros paró en seco la sucesión de amenazas y miró desconcertado a sus dos nuevos cómplices, entonces soltó al soldado que cayó al suelo como un peso muerto-. ¡Ah, sois vosotros muchachos, gracias por ayudar a este viejo marinero!
-Esto... No hay de qué, pero creo que en este mismo instante deberíamos estar corriendo antes de que todos los soldados de la ciudad rodeen el edificio.
-Tienes razón... Deros, ¿no?
-Sí, me llamo Deros, y este es mi com...-Surin le dio un codazo-.
-Soy Surin, su hermano pequeño. Y bueno... Ahora mismo no tenemos mucho tiempo para presentaciones, ¿no?
-Tienes razón pequeño, ¡en marcha!
Al salir, ya era demasiado tarde. Cuatro soldados más los estaban esperando, y la masa de gente miraba el espectáculo de manera expectante. Sin dudarlo, Deros sacó la espada, Surin comenzó a preparar un conjuro y Baros hizo crujir sus nudillos. Antes de que Deros pudiese hacer nada, su nuevo compañero le pegó un manotazo en el casco a uno de los soldados y comenzó a reír mientras su adversario caía al agua. Deros observó la escena con los ojos abiertos como platos, Baros era corpulento y parecía tener bastante fuerza, pero tumbar de un golpe a un soldado imperial era demasiado bestia incluso para alguien tan peculiar.
-¿No te has pasado un poco? -le preguntó-.
-¡Mira quien habla! ¡Si tu aciertas con la espada puedes cargártelos! Yo solo los estoy persuadiendo para que no se acerquen demasiado -contestó riendo entre dientes-.
Quizás no había sido tan buena idea, aquel hombre estaba como una regadera, pero ahora ya no podían echarse atrás. Deros seguía parando las estocadas de sus enemigos, y Surin se había camuflado entre la gente que observaba la lucha para acabar de preparar su conjuro. Cuando terminó, apuntó con la mano a los soldados y estos quedaron petrificados al instante.
-¡Si no queréis acabar como los soldados, ya estáis tardando en desaparecer de nuestra vista! -gritó Baros para persuadir a la multitud mientras les dedicaba una mirada asesina-.
Y de hecho la amenaza surtió efecto, en apenas unos minutos en el puerto solo quedaban ellos tres, el soldado que aún flotaba en el agua y las tres estatuas imperiales. Surin comentó que aquel hechizo no era eterno, probablemente tras unos minutos volverían a moverse, pero tampoco garantizaba que fuesen a recordar nada de lo ocurrido durante la batalla ni el arresto de Baros.
Después de aquello se dirigieron al barco de su nuevo compañero de batalla, que era bastante grande teniendo en cuenta que solo Baros se encargaba de hacer todas las tareas al mismo tiempo. Parecía extremadamente difícil, pero aquella magia se rompió cuando el marinero confesó que todos aquellos detalles estaban más bien para adornar, porque aquel imponente barco de madera estaba impulsado por un motor artificial, así que él solo tenía que dirigir el rumbo. Aún así, el barco sí que contaba con todos los detalles de un barco normal, había varios camarotes cerca del camarote del capitán que contaban con una cama y poco más, y en la parte inferior del casco de la embarcación se encontraba la sala del motor junto con la bodega de comida y mercancías y la sala de artillería que contaba con varios cañones. Había balas para usarlos, pero más bien estaban de adorno, porque una sola persona no podía cargar y disparar los cañones mientras hacía las maniobras con el barco. De todas formas aquella era una embarcación que se había utilizado años atrás en la guerra, y a Baros no le apetecía modificar su aspecto externo, así que lo dejó tal y como estaba y dentro solo instaló el motor.
El marinero les comentó que el viaje a Fubir duraría aproximadamente un día si todo iba bien y no tenían ningún problema durante el trayecto, dado que la embarcación, al contar con el motor, era bastante más rápida que los barcos convencionales. Solo los barcos que poseía el imperio en Tirk o los del rey de Shiron contaban con una tecnología similar. Tras unos minutos dejaron Vires perderse en la lejanía, y después de unas horas el continente entero fue absorbido por el horizonte, quedando la embarcación rodeada únicamente por la inmensidad azul del océano, vigilados desde el fondo de los mares por una criatura que poco a poco se acercaba a la superficie.
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Me encantan los finales de capítulo que no dicen mucho pero adelantan lo que va a suceder XDD En fin, próximamente la llegada al desierto, y como siempre, gracias por leer.
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Capítulo 5: Vires, la ciudad portuaria.
Después de comer y descansar un rato en el improvisado campamento de Surin los dos compañeros de viaje salieron por fin del bosque de Sirnos. El pequeño mago estaba aún algo indeciso, ya que salir de allí significaba para él despedirse definitivamente de todo lo que quedaba de sus recuerdos. Decidieron que evitarían pasar por la bulliciosa capital. Decidieron dirigirse hacia Vires ya que tenían que coger un barco hasta el desierto de Fubir.
Decía el anciano de Krien que Fubir era la cuna de la tribu nómada que había fundado la ciudad hacía ya muchísimos años. Al parecer Fubir en un principio estaba unido a la región de Tirk, pero después de un accidente natural conocido como ''el Cataclismo'', el desierto quedó aislado del resto del continente y poco a poco se separó hacia el sur, donde su clima se hizo todavía más cálido y Fubir acabó convirtiéndose en un continente distinto. También contaba una vieja historia nómada que parte de la gran familia errante quedó separada por el mar, y mientras que unos habían permanecido en Tirk, otros tuvieron que quedarse en el desierto y llegaron a formar un gran poblado donde finalmente se asentaron. Esa era la historia de los Cirus, la ancestral tribu nómada a la que Deros pertenecía.
Tras un largo paseo encontraron a un hombre que llevaba una vieja carreta de la cual tiraban dos caballos, como se dirigía hacia la ciudad portuaria se ofreció amablemente a llevarlos, a cambio Deros se encargó de un par de bandidos que intentaron saquear la mercancía que aquel hombre transportaba sin éxito. Por lo demás, la travesía fue bastante tranquila y no ocurrió ningún otro incidente destacable. Por el camino, el comerciante les preguntó por qué se dirigían hacia el puerto, ya que le extrañaba tanto ver a un chico tan joven con un niño tan pequeño en mitad de la nada, ellos inventaron que eran hermanos y que necesitaban llegar a Vires para reunirse con unos familiares. No se sentían muy bien mintiéndole a aquel buen hombre, pero contar la verdad era demasiado arriesgado. Cuando la luz del crepúsculo bañó la extensa llanura de Tirk y los últimos rayos de sol del día acariciaron la ciudad de Vires, por fin llegaron a su destino.
La ciudad no era una gran metrópolis, pero era lo suficientemente grande para perderse por sus calles si nunca antes se habían recorrido. Los edificios de piedra eran un monumento al mar en sí mismo, y las calles de la ciudad eran un enorme mosaico de baldosas de tonos azulados que reflejaban la suave luz de las antorchas que iluminaban la ciudad por la noche. Lejos de acabar la actividad con las horas de sol, la lonja de la plaza central de la ciudad se convertía por la noche en el lugar donde abrían las tabernas más famosas de Tirk, cuya comida era exquisita debido a la frescura de los ingredientes que llegaban a la mesa recién sacados del mar. En definitiva era, con permiso de Oukos, la ciudad más viva del continente. Además, el río que nacía en la cordillera de Grusemdor había convertido parte de la ciudad en una pequeña isla conectada por un puente al resto, y era allí donde se encontraba el puerto y donde se situaban las viviendas de los marineros que vivían de la pesca. El resto de la ciudad se había convertido con el paso de los años en un gran centro de atracción comercial y turística.
Otro de los detalles que más llamaba la atención era la ''Aguja de Plata'', un precioso faro que sobresalía por encima del resto de los edificios y que guiaba a los marineros en su travesía por el océano. La estructura era una espiral muy esbelta acabada en punta cuyo revestimiento de plata brillaba por sí mismo desprendiendo por la noche la energía que acumulaba de día y proporcionando así una brillante luz blanca que podía verse desde la distancia.
Deros y Surin pasearon por las calles de la ciudad buscando una posada, ya que a aquella hora ya no había barcos con rumbo a Fubir. Finalmente llegaron a un lugar que tenía una apariencia muy acogedora. La entrada a la posada se situaba en una pequeña plaza escondida entre las muchas calles, plaza que se había convertido en un jardín floral a pequeña escala y cuyas plantas adornaban cada rincón del lugar. Al contrario que en Grusemdor, aquella pequeña posada no tenía también una taberna en la planta baja, sino que solamente contaba con habitaciones. Tras pagar su habitación, los dos compañeros fueron hasta la plaza principal del pueblo y comieron en uno de los incontables locales que por las noches sacaban las mesas a la plaza para que sus clientes pudiesen disfrutar de la agradable brisa nocturna que venía del mar. Después de todo aquello, ambos volvieron a la posada para tomar un merecido descanso después de aquel día tan agotador.
A la mañana siguiente se despertaron temprano, la dueña de la posada les aconsejó que si querían coger un barco hacia Fubir preguntasen en uno que hiciese rutas comerciales hasta allí, ya que era normal que admitiesen pasajeros a bordo por un precio asequible. Ambos le dieron las gracias por su consejo y cruzaron el puente hasta llegar a la zona portuaria. Lo normal habría sido encontrar a los marineros preparándose para otro día de trabajo y a los comerciantes cargando las mercancías en sus barcos, sin embargo al llegar escucharon una gran conmoción.
-¡He dicho que nadie va a salir del puerto hoy! -gritaba un soldado a pleno pulmón-.
-¡Aparta de mi camino, tengo cosas más importantes que hacer en Fubir! -contestó uno de los capitanes de barco, que llevaba ropa extraña-.
-He dicho que no, Baros. El emperador ha...
-¡Déjate de tonterías y vete con tu emperador!
-¿¡No entiendes que el monstruo podría matarte!?
-El monstruo resulta agradable comparado con mi mujer si llego un solo día más tarde de lo que le prometí. Ah, y te recuerdo que soy forastero, no tengo por qué obedecer a tu emperador.
-¿Quieres que te arreste? Muy bien.
-¡Espera! ¿Qué narices estás haciendo?
Antes de que pudiese hacer nada, Baros estaba arrestado y de camino a una celda en el puesto de vigilancia del puerto. El resto de marineros captaron el mensaje y se fueron a sus casas. De todas formas, parecía ser que solo aquel Baros estaba dispuesto a hacerle frente al monstruo del que hablaba el soldado. Deros estaba bastante preocupado, aquella situación podría prolongarse durante días o incluso meses, y no podían permanecer allí tanto tiempo sin que el caballero oscuro los atrapase.
-¿Qué vamos a hacer ahora, Deros? -preguntó Surin-.
-No lo sé... Parece que estamos atrapados en Tirk por ahora.
-¿Y si vamos a Oukos para pedirle un permiso al emperador?
-No creo que nos recibiese. Y aunque lo hiciera, probablemente nos harían muchas preguntas y se acabarían enterando de cosas que es mejor que mantengamos en secreto por ahora.
-Pues ahora mismo no sé qué más podríamos hacer.
-¿Y si intentamos hablar con ese Baros? Podemos decir que somos... No sé, clientes, o algo así.
-Espera, ¿en qué estás pensando?
-Bueno, si conseguimos sacarlo de prisión, quizás se ofrezca a ayudarnos.
-Deros, eso... Eso no está bien.
-Puede que tengas razón, pero tampoco tenían motivos para arrestarlo, él solo quiere volver a su casa después de todo, y si se mete en líos es cosa suya y no del emperador.
-Sí, supongo que tienes razón. Aunque intentar liberarlo de día seria bastante arriesgado. A no ser que...
-Parece que ahora eres tú el que tiene la idea peligrosa.
-Tengo que ver como es la celda en la que está, pero si quemo la cerradura podrá salir con facilidad cuando quiera.
-Oye, eso sí que es peligroso... Además, los soldados que estén vigilándolo se enterarían.
-No, si dejo una pequeña llama dentro de la cerradura y la libero por la noche, cuando los guardias hayan dejado el puesto, no pasará nada.
-Eres bastante astuto para ser tan pequeño, ¿sabes?
Después de la conversación Deros preparó una nota escrita para entregársela a Baros explicándole el plan que habían pensado y pidiendo a cambio que los llevase a Fubir. Cuando acabaron de prepararlo todo se dirigieron hacia el puesto de vigilancia donde tenían encerrado a Baros. El interior del puesto era muy sencillo, tenía un simple escritorio lleno de papeles y una silla para el guardia de turno en la parte izquierda desde la entrada, y al fondo había un par de celdas separadas para que los presos no hablasen entre ellos sin que el soldado encargado de vigilarlos se diese cuenta. Aparte de esto había unas escaleras hacia un piso superior que era donde se encontraba el puesto de vigilancia marítimo en sí, tenía un catalejo de gran alcance para ver qué barcos se acercaban al puerto y una gran campana de emergencia. Al ver que entraban en el puesto, el guardia de turno se levantó y preguntó qué era lo que estaban buscando allí. Deros le explicó que venían de la capital para hablar con Baros, ya que su padre le quería hacer un pedido que llevaban escrito. Al ver que eran tan jóvenes el soldado se confió y les dejó entregarle el mensaje a Baros. Al leerlo el hombre soltó una carcajada, lo cual hizo que el soldado se extrañase.
-Ya veo, parece un pedido bastante interesante -dijo el viejo lobo de mar-.
-Si le interesa podemos tratarlo con más detenimiento cuando cumpla usted su condena -contestó Deros-.
-Claro, claro, estoy deseándolo. Por cierto, dadle recuerdos de mi parte a vuestro padre cuando habléis con él.
-No se preocupe, lo haremos.
A esto le siguió una conversación totalmente inventada entre Deros y Baros acerca de la familia y lo primero que se les ocurrió para disimular mientras Surin preparaba la diminuta chispa que haría saltar por los aires la puerta del puesto de vigilancia. Cuando el pequeño hechicero acabó, hizo una señal a Deros, que se despidió del preso y del soldado. El joven espadachín no era capaz de entender como Surin podía mantener durante tanto tiempo el conjuro en la cabeza sin descontrolarse, aunque sí debía costarle un poco porque en las horas siguientes no se alejaron demasiado del lugar, y Deros intentó no darle conversación para no desconcentrarlo. Sin embargo llegó la hora de la comida, y se alejaron un poco más de la cuenta.
Como resultado, una explosión resonó en el puesto de vigilancia. Antes de que la nube de curiosos fuese a ver qué pasaba, ambos se miraron y salieron corriendo para ver si Baros se encontraba bien. De hecho, al volver a entrar en el puesto y verlo zarandeando al soldado como si fuese una muñeca de trapo les quedó bastante claro que se encontraba más que bien. El viejo marinero tenía un aspecto ciertamente extraño, y la ropa raída, la barba totalmente descuidada junto con el ojo de cristal negro no ayudaban demasiado a normalizar su imagen.
-¡Y que sea la última vez que me metéis en una de estas celdas podridas o te llevaré conmigo y te convertirás en el plato estrella del día para los peces...! -Baros paró en seco la sucesión de amenazas y miró desconcertado a sus dos nuevos cómplices, entonces soltó al soldado que cayó al suelo como un peso muerto-. ¡Ah, sois vosotros muchachos, gracias por ayudar a este viejo marinero!
-Esto... No hay de qué, pero creo que en este mismo instante deberíamos estar corriendo antes de que todos los soldados de la ciudad rodeen el edificio.
-Tienes razón... Deros, ¿no?
-Sí, me llamo Deros, y este es mi com...-Surin le dio un codazo-.
-Soy Surin, su hermano pequeño. Y bueno... Ahora mismo no tenemos mucho tiempo para presentaciones, ¿no?
-Tienes razón pequeño, ¡en marcha!
Al salir, ya era demasiado tarde. Cuatro soldados más los estaban esperando, y la masa de gente miraba el espectáculo de manera expectante. Sin dudarlo, Deros sacó la espada, Surin comenzó a preparar un conjuro y Baros hizo crujir sus nudillos. Antes de que Deros pudiese hacer nada, su nuevo compañero le pegó un manotazo en el casco a uno de los soldados y comenzó a reír mientras su adversario caía al agua. Deros observó la escena con los ojos abiertos como platos, Baros era corpulento y parecía tener bastante fuerza, pero tumbar de un golpe a un soldado imperial era demasiado bestia incluso para alguien tan peculiar.
-¿No te has pasado un poco? -le preguntó-.
-¡Mira quien habla! ¡Si tu aciertas con la espada puedes cargártelos! Yo solo los estoy persuadiendo para que no se acerquen demasiado -contestó riendo entre dientes-.
Quizás no había sido tan buena idea, aquel hombre estaba como una regadera, pero ahora ya no podían echarse atrás. Deros seguía parando las estocadas de sus enemigos, y Surin se había camuflado entre la gente que observaba la lucha para acabar de preparar su conjuro. Cuando terminó, apuntó con la mano a los soldados y estos quedaron petrificados al instante.
-¡Si no queréis acabar como los soldados, ya estáis tardando en desaparecer de nuestra vista! -gritó Baros para persuadir a la multitud mientras les dedicaba una mirada asesina-.
Y de hecho la amenaza surtió efecto, en apenas unos minutos en el puerto solo quedaban ellos tres, el soldado que aún flotaba en el agua y las tres estatuas imperiales. Surin comentó que aquel hechizo no era eterno, probablemente tras unos minutos volverían a moverse, pero tampoco garantizaba que fuesen a recordar nada de lo ocurrido durante la batalla ni el arresto de Baros.
Después de aquello se dirigieron al barco de su nuevo compañero de batalla, que era bastante grande teniendo en cuenta que solo Baros se encargaba de hacer todas las tareas al mismo tiempo. Parecía extremadamente difícil, pero aquella magia se rompió cuando el marinero confesó que todos aquellos detalles estaban más bien para adornar, porque aquel imponente barco de madera estaba impulsado por un motor artificial, así que él solo tenía que dirigir el rumbo. Aún así, el barco sí que contaba con todos los detalles de un barco normal, había varios camarotes cerca del camarote del capitán que contaban con una cama y poco más, y en la parte inferior del casco de la embarcación se encontraba la sala del motor junto con la bodega de comida y mercancías y la sala de artillería que contaba con varios cañones. Había balas para usarlos, pero más bien estaban de adorno, porque una sola persona no podía cargar y disparar los cañones mientras hacía las maniobras con el barco. De todas formas aquella era una embarcación que se había utilizado años atrás en la guerra, y a Baros no le apetecía modificar su aspecto externo, así que lo dejó tal y como estaba y dentro solo instaló el motor.
El marinero les comentó que el viaje a Fubir duraría aproximadamente un día si todo iba bien y no tenían ningún problema durante el trayecto, dado que la embarcación, al contar con el motor, era bastante más rápida que los barcos convencionales. Solo los barcos que poseía el imperio en Tirk o los del rey de Shiron contaban con una tecnología similar. Tras unos minutos dejaron Vires perderse en la lejanía, y después de unas horas el continente entero fue absorbido por el horizonte, quedando la embarcación rodeada únicamente por la inmensidad azul del océano, vigilados desde el fondo de los mares por una criatura que poco a poco se acercaba a la superficie.
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Me encantan los finales de capítulo que no dicen mucho pero adelantan lo que va a suceder XDD En fin, próximamente la llegada al desierto, y como siempre, gracias por leer.
Re: La profecía de los Elegidos
Viaje en barco weeeeeee, quiero viajar en uno jo =( xD Una criatura que se les acerca?? chan chan chan!! ò.ó otra pelea de estas chachi piruleta? =D xDD Weee bien! xD Pues muy buen capítulo tito ^^ Como siempre, me ha gustado y todo eso xDD En serio, me repito -.- xD
Sigueee =D
Sigueee =D
Tamy- Abogado de renombre (Clan de Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Neil cada capitulo nuevo tuyo es una maravilla de verdad, que bien lo explicas y narras todo :P
Fantastico capitulo, expectacular y a ver que es esa cosa que se les acerca owo
Fantastico capitulo, expectacular y a ver que es esa cosa que se les acerca owo
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Bueno, ahora toca un capítulo bastante más movidito, la lucha contra la bestia del océano A final de capítulo queda una gran incógnita, pero hasta que no llegue el siguiente no será revelada Bueno, aquí tenéis el capítulo de hoy:
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La noche se había apoderado por completo del vasto océano y la marea parecía tranquila, demasiado tranquila teniendo en cuenta los rumores que circulaban por toda la ciudad de Vires. Mecido por las corrientes del océano e impulsado por el motor artificial, el navío que llevaba a Deros y sus compañeros de viaje se dirigía sin descanso hacia Fubir. Nadie había intentado pararlos, ya que las historias sobre la aberrante criatura marina que destrozaba toda clase de buques los asustaban demasiado como para adentrarse en las aguas del océano.
Baros dejó el barco en un rumbo fijo y acudió junto a sus compañeros para cenar y relajarse después de medio día navegando sin parar. Era un marinero muy experimentado y llevaba décadas surcando todos los mares, pero incluso con su experiencia no podía evitar el cansancio tras tantas horas al mando del barco. Sin embargo, aquella noche ninguno de los tres miembros de la tripulación podría descansar en condiciones.
Debajo del barco el mar y la misma tierra comenzaron a temblar ligeramente, balanceando la embarcación de un lado a otro, movimiento que Baros pronto reconoció y que hizo saltar todas las alarmas. El viejo lobo de mar avisó a sus compañeros para que se pusieran en guardia, ya que en el fondo sabía que lo que se rumoreaba en Vires eran más que simples historias. Cuando salieron de sus camarotes pudieron ver la criatura que se disponía a convertir el barco en astillas.
La criatura parecía una especie de babosa extrañamente sólida, tenía forma de reptil con un cuerpo abultado y un cuello enorme que acababa en la cabeza, la cual contaba con una especie de estructura similar a unas aletas que se situaban a cada lado del cráneo. Su piel era viscosa y estaba recubierta de todo tipo de algas en algunas partes del cuerpo, probablemente aquella textura que a la vista parecía tan endeble era tan dura como la pared de una montaña. Este nauseabundo conjunto estaba acompañado por un color blanquecino, y por si fuera poco, la bestia rezumaba vapor constantemente, lo cual era un problema para sus presas, que quedaban cegadas en cuanto el vapor se acumulaba y formaba una densa niebla.
-Surin, quédate en el camarote y prepárate para darle con lo más fuerte que tengas -ordenó Baros-.
-¿Desde cuando eres tú el líder? -contestó el pequeño, enfadado porque no le dejasen participar activamente en la batalla-.
-Te recuerdo que estamos en mi barco, por lo tanto, soy el capitán. Y después de esta interrupción vamos a seguir. Deros, tú intenta subir por el mástil principal hasta la plataforma de vigilancia, desde allí podrás atacar a la cabeza de esa cosa.
-Entendido, supongo que entonces tú llevarás el timón -contestó el joven espadachín.
-Eso es, si mantenemos la misma posición todo el tiempo estamos muertos. Ahora vamos, ¡todos a sus puestos!
Dicho y hecho, Deros saltó para agarrarse en una valla de madera y de un impulso con las manos consiguió subir al nivel superior de la cubierta donde se encontraban las escaleras del mástil principal, como si fuese un acróbata de circo. Mientras tanto Surin comenzó a dibujar un círculo de invocación en el suelo para potenciar sus hechizos. No era inteligente provocar a la criatura, pero podía disipar la niebla de vapor e intentar paralizar a la bestia, así que se puso manos a la obra. Al mismo tiempo, Baros se puso a virar el barco con movimientos bruscos intentando desorientar a aquel coloso acuático.
Su enemigo vio las intenciones de Deros, y sin dudarlo ni un solo segundo extendió el cuello a una velocidad de vértigo y cortó el mástil por la mitad, a solo unos milímetros de los pies de Deros, que había quedado en la parte superior.
-¡Maldita sea! ¡¿Tienes idea de cuanto cuesta una reparación como esa, bestia?! -gritó Baros, que por un momento parecía más preocupado por el barco que por Deros-. ¡Aguanta ahí chico, es ahora o nunca!
Aprovechando la caída del enorme mástil, Baros giró el barco y provocó que este se clavase en la carne de la bestia, atravesando casi por completo el cuerpo de lado a lado. Deros se vio en apenas unos instantes pendiendo del mástil, si caía probablemente no viviría para contarlo. Aterrorizado por la visión de lo que le esperaba si no acababa pronto con su enemigo comenzó a avanzar colgando por el mástil hasta que pudo correr por la superficie del cuerpo de la criatura. Para entonces Surin ya había conseguido paralizar a aquella cosa y la niebla era inexistente. Aprovechando la ocasión, Deros corrió lo más rápido que pudo hasta situarse sobre la cabeza del monstruo. Desenvainó la espada y sentenció a la criatura, que emitió un rugido que helaba la sangre. Respiró aliviado, ya habían acabado con la amenaza, así que se dispuso a volver a saltar al barco, pero entonces se dio cuenta de su error. Las algas que cubrían a la bestia no eran simples algas, sino que era una planta depredadora de las profundidades, le habían apresado los pies por completo y la bestia había comenzado a hundirse poco a poco en el mar. No podía intentar librarse de aquella desagradable situación, las algas eran demasiado resistentes como para arrancarlas de la bestia, y demasiado finas como para cortarlas con la espada sin arriesgarse a decirle adiós a los pies.
-¡Deja de jugar, chico, y vuelve ahora mismo al barco!
-¡No puedo, estoy atrapado!
-Espera un momento, ahora mismo voy y...
-¡No lo hagas, solo conseguirás hundirte tu también!
-Maldita sea, qué he hecho...
-¡Deros, coge esto! -gritó Surin con cara de preocupación-.
En las manos del pequeño hechicero se materializó un amuleto extraño que atravesó el aire como una centella hasta quedarse suspendido frente a Deros. Él confió en su amigo y se puso el amuleto que le había mandado, preguntándose cómo podría serle útil en una situación como aquella. Al hundirse por completo en el agua se dio cuenta, podía respirar. No era capaz de salir de su asombro, pero no tenía demasiado tiempo para pensar en eso, si no se daba prisa por encontrar una solución, pronto las algas lo llevarían al fondo del océano para consumirlo. Aquellos segundos extra que le había otorgado Surin para pensar en una forma de escapar fueron la clave para poder hacer un gesto tan simple como el de quitarse las botas, que estando tan nervioso ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Con cuidado de no tocar las algas con las manos, Deros se descalzó y comenzó a nadar hacia la superficie, pero un látigo ardiente se clavó en su tobillo derecho. Estaba totalmente a ciegas, no podía abrir los ojos y aunque lo hiciese, la oscuridad de la noche le habría impedido ver las cosas que le rodeaban. Nervioso, decidió tomar la vía rápida y cortó aquella cosa que intentaba apresarlo con su espada, pronto notó que la presión cesaba y comenzó a nadar a toda prisa.
Cuando sacó la cabeza a la superficie el amuleto de Surin se desvaneció, y pronto notó que una enorme mano lo cogía por la espalda y lo levantaba como si pesara lo mismo que una pluma, dejándolo sobre el bote de escape del barco de Baros. La mano era la del capitán, que lo había sacado antes de que alguna otra criatura intentase apresarlo de nuevo.
-Parece que ese bicho nos ha dado más problemas de los que nos habría gustado tener, ¿eh? -le dijo-.
-Y que lo digas... Pensaba que estaba acabado.
-Creía que eras más optimista.
-¿Optimista? Esa... Cosa me tenía completamente agarrado, creía que me iba a quedar bajo el agua por siempre.
-Vamos, vamos, no ha sido para tanto, si yo te contara...
-Uf...
-Oye, que ya se ha pasado todo, no tienes por qué... Un momento, ¿¡qué demonios es eso que llevas en el tobillo!?
-No lo sé... Algo me ha cogido cuando intentaba nadar hacia arriba, era como un látigo de fuego.
-Definitivamente, tenemos que darnos prisa para llegar hasta Fubir.
-¿Por qué lo dices?
-Una picadura así puede acabar con la más enorme de las bestias en apenas 5 horas, no sabría decirte cuanto puede aguantar un humano.
-Estupendo...
Deros y el capitán subieron lo más rápido que pudieron al barco, el espadachín estaba algo mareado y Surin no dejaba de aplicar conjuros curativos sobre la marca venenosa, pero no podía hacer nada. Pasaron unas horas y el estado de Deros iba de mal en peor, hasta que recordó una cosa. Aquella hoja que había cogido en el bosque de Sirnos podría ser la clave para la salvación, puesto que la muerte iba a hacerle una visita más tarde o más temprano. Al sacar la hoja de uno de sus bolsillos, Surin intentó quitársela de las manos.
-¿Qué estás haciendo Deros? ¡Eso es peligroso!
-Escucha, Surin... Si hay algo que pueda salvarme, sin duda es esto.
-¿Pero y si no te salva? ¿Qué pasará entonces?
-Bueno... De todas formas no creo que seamos capaces de llegar a Fubir a tiempo, no tengo nada que perder.
-...
-No te asustes, ¿vale? Todo va a salir bien, ya verás. De todas formas avisa a Baros, quiero hablar con él antes de hacer nada.
Surin salió del camarote sin decir nada, estaba bastante afectado. Al rato entró Baros, llegaba solo, al parecer el pequeño mago prefería quedarse fuera y no ver el resultado. Cuando el marinero vio la planta puso por primera vez en el viaje una expresión realmente preocupada.
-Veo que conoces la planta.
-Hijo, eso es demasiado peligroso, ¿sabes a lo que te arriesgas?
-Baros... En unos minutos voy a perder el conocimiento, y sé que ni tú ni Surin os atreveríais a darme esto sabiendo que podríais matarme. Solo quería decirte una cosa... Si no me despierto, cuida bien de Surin.
-¡¿Qué bobadas estás diciendo?!
-Escucha, no hemos sido del todo sinceros contigo, no vamos a Fubir por casualidad... Por favor, prométeme que cuidarás de Surin.
-Claro que lo haré... Pero eso no va a hacer falta. Me debes una explicación, ¡y nadie osa mantener una deuda con el Capitán Baros!
-¿Quieres decir que si muero vendrás a preguntarme al Más Allá?
-Quiero decir que no pienso dejarte morir sin que me expliques las cosas en condiciones, joven.
-... Gracias, Baros.
Deros se llevó la hoja a la boca. El sabor era agridulce y la textura no era parecida a la de ningún vegetal que hubiese podido probar antes, era mucho más suave. Una sensación extraña recorrió el cuerpo del caballero hasta llegar al tobillo, donde la herida venenosa comenzó a arder con intensidad, haciendo que Deros perdiese el conocimiento. El marinero se acercó y le tomó el pulso. Suspiró y ladeó la cabeza en señal de negación.
-Esta juventud... No puedo creer que sean tan arriesgados.
El barco siguió abriéndose paso a través del mar bajo el interminable manto de estrellas que iluminaban la cubierta. Surin cayó rendido y se durmió poco después de aquello, y Baros siguió navegando hacia Fubir en solitario, pronto llegaría la luz del alba y horas más tarde alcanzarían por fin su destino.
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Bueno, este ha sido algo más corto, pero bastante más intenso En fin, espero que os haya gustado, la próxima semana toca otro capítulo
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Capítulo 6: Amenaza subacuática.
La noche se había apoderado por completo del vasto océano y la marea parecía tranquila, demasiado tranquila teniendo en cuenta los rumores que circulaban por toda la ciudad de Vires. Mecido por las corrientes del océano e impulsado por el motor artificial, el navío que llevaba a Deros y sus compañeros de viaje se dirigía sin descanso hacia Fubir. Nadie había intentado pararlos, ya que las historias sobre la aberrante criatura marina que destrozaba toda clase de buques los asustaban demasiado como para adentrarse en las aguas del océano.
Baros dejó el barco en un rumbo fijo y acudió junto a sus compañeros para cenar y relajarse después de medio día navegando sin parar. Era un marinero muy experimentado y llevaba décadas surcando todos los mares, pero incluso con su experiencia no podía evitar el cansancio tras tantas horas al mando del barco. Sin embargo, aquella noche ninguno de los tres miembros de la tripulación podría descansar en condiciones.
Debajo del barco el mar y la misma tierra comenzaron a temblar ligeramente, balanceando la embarcación de un lado a otro, movimiento que Baros pronto reconoció y que hizo saltar todas las alarmas. El viejo lobo de mar avisó a sus compañeros para que se pusieran en guardia, ya que en el fondo sabía que lo que se rumoreaba en Vires eran más que simples historias. Cuando salieron de sus camarotes pudieron ver la criatura que se disponía a convertir el barco en astillas.
La criatura parecía una especie de babosa extrañamente sólida, tenía forma de reptil con un cuerpo abultado y un cuello enorme que acababa en la cabeza, la cual contaba con una especie de estructura similar a unas aletas que se situaban a cada lado del cráneo. Su piel era viscosa y estaba recubierta de todo tipo de algas en algunas partes del cuerpo, probablemente aquella textura que a la vista parecía tan endeble era tan dura como la pared de una montaña. Este nauseabundo conjunto estaba acompañado por un color blanquecino, y por si fuera poco, la bestia rezumaba vapor constantemente, lo cual era un problema para sus presas, que quedaban cegadas en cuanto el vapor se acumulaba y formaba una densa niebla.
-Surin, quédate en el camarote y prepárate para darle con lo más fuerte que tengas -ordenó Baros-.
-¿Desde cuando eres tú el líder? -contestó el pequeño, enfadado porque no le dejasen participar activamente en la batalla-.
-Te recuerdo que estamos en mi barco, por lo tanto, soy el capitán. Y después de esta interrupción vamos a seguir. Deros, tú intenta subir por el mástil principal hasta la plataforma de vigilancia, desde allí podrás atacar a la cabeza de esa cosa.
-Entendido, supongo que entonces tú llevarás el timón -contestó el joven espadachín.
-Eso es, si mantenemos la misma posición todo el tiempo estamos muertos. Ahora vamos, ¡todos a sus puestos!
Dicho y hecho, Deros saltó para agarrarse en una valla de madera y de un impulso con las manos consiguió subir al nivel superior de la cubierta donde se encontraban las escaleras del mástil principal, como si fuese un acróbata de circo. Mientras tanto Surin comenzó a dibujar un círculo de invocación en el suelo para potenciar sus hechizos. No era inteligente provocar a la criatura, pero podía disipar la niebla de vapor e intentar paralizar a la bestia, así que se puso manos a la obra. Al mismo tiempo, Baros se puso a virar el barco con movimientos bruscos intentando desorientar a aquel coloso acuático.
Su enemigo vio las intenciones de Deros, y sin dudarlo ni un solo segundo extendió el cuello a una velocidad de vértigo y cortó el mástil por la mitad, a solo unos milímetros de los pies de Deros, que había quedado en la parte superior.
-¡Maldita sea! ¡¿Tienes idea de cuanto cuesta una reparación como esa, bestia?! -gritó Baros, que por un momento parecía más preocupado por el barco que por Deros-. ¡Aguanta ahí chico, es ahora o nunca!
Aprovechando la caída del enorme mástil, Baros giró el barco y provocó que este se clavase en la carne de la bestia, atravesando casi por completo el cuerpo de lado a lado. Deros se vio en apenas unos instantes pendiendo del mástil, si caía probablemente no viviría para contarlo. Aterrorizado por la visión de lo que le esperaba si no acababa pronto con su enemigo comenzó a avanzar colgando por el mástil hasta que pudo correr por la superficie del cuerpo de la criatura. Para entonces Surin ya había conseguido paralizar a aquella cosa y la niebla era inexistente. Aprovechando la ocasión, Deros corrió lo más rápido que pudo hasta situarse sobre la cabeza del monstruo. Desenvainó la espada y sentenció a la criatura, que emitió un rugido que helaba la sangre. Respiró aliviado, ya habían acabado con la amenaza, así que se dispuso a volver a saltar al barco, pero entonces se dio cuenta de su error. Las algas que cubrían a la bestia no eran simples algas, sino que era una planta depredadora de las profundidades, le habían apresado los pies por completo y la bestia había comenzado a hundirse poco a poco en el mar. No podía intentar librarse de aquella desagradable situación, las algas eran demasiado resistentes como para arrancarlas de la bestia, y demasiado finas como para cortarlas con la espada sin arriesgarse a decirle adiós a los pies.
-¡Deja de jugar, chico, y vuelve ahora mismo al barco!
-¡No puedo, estoy atrapado!
-Espera un momento, ahora mismo voy y...
-¡No lo hagas, solo conseguirás hundirte tu también!
-Maldita sea, qué he hecho...
-¡Deros, coge esto! -gritó Surin con cara de preocupación-.
En las manos del pequeño hechicero se materializó un amuleto extraño que atravesó el aire como una centella hasta quedarse suspendido frente a Deros. Él confió en su amigo y se puso el amuleto que le había mandado, preguntándose cómo podría serle útil en una situación como aquella. Al hundirse por completo en el agua se dio cuenta, podía respirar. No era capaz de salir de su asombro, pero no tenía demasiado tiempo para pensar en eso, si no se daba prisa por encontrar una solución, pronto las algas lo llevarían al fondo del océano para consumirlo. Aquellos segundos extra que le había otorgado Surin para pensar en una forma de escapar fueron la clave para poder hacer un gesto tan simple como el de quitarse las botas, que estando tan nervioso ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Con cuidado de no tocar las algas con las manos, Deros se descalzó y comenzó a nadar hacia la superficie, pero un látigo ardiente se clavó en su tobillo derecho. Estaba totalmente a ciegas, no podía abrir los ojos y aunque lo hiciese, la oscuridad de la noche le habría impedido ver las cosas que le rodeaban. Nervioso, decidió tomar la vía rápida y cortó aquella cosa que intentaba apresarlo con su espada, pronto notó que la presión cesaba y comenzó a nadar a toda prisa.
Cuando sacó la cabeza a la superficie el amuleto de Surin se desvaneció, y pronto notó que una enorme mano lo cogía por la espalda y lo levantaba como si pesara lo mismo que una pluma, dejándolo sobre el bote de escape del barco de Baros. La mano era la del capitán, que lo había sacado antes de que alguna otra criatura intentase apresarlo de nuevo.
-Parece que ese bicho nos ha dado más problemas de los que nos habría gustado tener, ¿eh? -le dijo-.
-Y que lo digas... Pensaba que estaba acabado.
-Creía que eras más optimista.
-¿Optimista? Esa... Cosa me tenía completamente agarrado, creía que me iba a quedar bajo el agua por siempre.
-Vamos, vamos, no ha sido para tanto, si yo te contara...
-Uf...
-Oye, que ya se ha pasado todo, no tienes por qué... Un momento, ¿¡qué demonios es eso que llevas en el tobillo!?
-No lo sé... Algo me ha cogido cuando intentaba nadar hacia arriba, era como un látigo de fuego.
-Definitivamente, tenemos que darnos prisa para llegar hasta Fubir.
-¿Por qué lo dices?
-Una picadura así puede acabar con la más enorme de las bestias en apenas 5 horas, no sabría decirte cuanto puede aguantar un humano.
-Estupendo...
Deros y el capitán subieron lo más rápido que pudieron al barco, el espadachín estaba algo mareado y Surin no dejaba de aplicar conjuros curativos sobre la marca venenosa, pero no podía hacer nada. Pasaron unas horas y el estado de Deros iba de mal en peor, hasta que recordó una cosa. Aquella hoja que había cogido en el bosque de Sirnos podría ser la clave para la salvación, puesto que la muerte iba a hacerle una visita más tarde o más temprano. Al sacar la hoja de uno de sus bolsillos, Surin intentó quitársela de las manos.
-¿Qué estás haciendo Deros? ¡Eso es peligroso!
-Escucha, Surin... Si hay algo que pueda salvarme, sin duda es esto.
-¿Pero y si no te salva? ¿Qué pasará entonces?
-Bueno... De todas formas no creo que seamos capaces de llegar a Fubir a tiempo, no tengo nada que perder.
-...
-No te asustes, ¿vale? Todo va a salir bien, ya verás. De todas formas avisa a Baros, quiero hablar con él antes de hacer nada.
Surin salió del camarote sin decir nada, estaba bastante afectado. Al rato entró Baros, llegaba solo, al parecer el pequeño mago prefería quedarse fuera y no ver el resultado. Cuando el marinero vio la planta puso por primera vez en el viaje una expresión realmente preocupada.
-Veo que conoces la planta.
-Hijo, eso es demasiado peligroso, ¿sabes a lo que te arriesgas?
-Baros... En unos minutos voy a perder el conocimiento, y sé que ni tú ni Surin os atreveríais a darme esto sabiendo que podríais matarme. Solo quería decirte una cosa... Si no me despierto, cuida bien de Surin.
-¡¿Qué bobadas estás diciendo?!
-Escucha, no hemos sido del todo sinceros contigo, no vamos a Fubir por casualidad... Por favor, prométeme que cuidarás de Surin.
-Claro que lo haré... Pero eso no va a hacer falta. Me debes una explicación, ¡y nadie osa mantener una deuda con el Capitán Baros!
-¿Quieres decir que si muero vendrás a preguntarme al Más Allá?
-Quiero decir que no pienso dejarte morir sin que me expliques las cosas en condiciones, joven.
-... Gracias, Baros.
Deros se llevó la hoja a la boca. El sabor era agridulce y la textura no era parecida a la de ningún vegetal que hubiese podido probar antes, era mucho más suave. Una sensación extraña recorrió el cuerpo del caballero hasta llegar al tobillo, donde la herida venenosa comenzó a arder con intensidad, haciendo que Deros perdiese el conocimiento. El marinero se acercó y le tomó el pulso. Suspiró y ladeó la cabeza en señal de negación.
-Esta juventud... No puedo creer que sean tan arriesgados.
El barco siguió abriéndose paso a través del mar bajo el interminable manto de estrellas que iluminaban la cubierta. Surin cayó rendido y se durmió poco después de aquello, y Baros siguió navegando hacia Fubir en solitario, pronto llegaría la luz del alba y horas más tarde alcanzarían por fin su destino.
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Bueno, este ha sido algo más corto, pero bastante más intenso En fin, espero que os haya gustado, la próxima semana toca otro capítulo
Re: La profecía de los Elegidos
Magnifico Neil!!! ha sido impresionante lo de este capitulo!!!
Eres crack escribiendo!
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: La profecía de los Elegidos
Menos mal que tocaba capítulo para la semana siguiente, que si llega a tocar para dentro de un mes se queda esto estancado un año o así XDD Bueno, después de un pequeño bloqueo artístico (y de estar ocupado una temporada con la vuelta a las clases), a ver si vuelvo a escribir con más frecuencia, que me gusta como está quedando esto. En fin, aquí está el nuevo capítulo.
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Los primeros rayos de sol fragmentaron la oscura noche mientras el barco del capitán Baros avanzaba incansablemente hacia el continente desértico, rompiendo con fuerza las incansables olas que golpeaban la superficie de la embarcación sin descanso. El marinero no había pegado ojo en toda la noche, pero seguía en pie frente al timón para guiar el rumbo, a pesar de que los años se le notaban y mantenía los ojos abiertos a duras penas. Ya se podía vislumbrar el destino en el horizonte, y en tan solo unos minutos más lograrían llegar al fin de su travesía.
Mientras tanto, Surin despertó en el camarote, y lo primero que hizo fue comprobar si Deros se había levantado, pero no tuvo esa suerte. El joven espadachín seguía inconsciente, tumbado en la cama. Surin no tenía fuerzas para seguir haciendo conjuros de curación, así que decidió salir a la cubierta para ver si podía ayudar a Baros en alguna cosa. Al intentar salir del camarote, se encontró con que el capitán estaba frente a la puerta, dispuesto a entrar. Acercó una silla sobre la que el marinero se dejó caer como un peso muerto y él se sentó en otra que había cerca.
-¿Has descansado bien, pequeño?
-Sí, pero Deros...
-No te preocupes tanto, él es fuerte. ¿Sabes lo que pasó la última vez que me topé con ese bicho? Toda mi tripulación se fue por la borda, y del barco quedaron solo astillas. Ese chico, con solo un poco de ayuda, ha sido capaz de enfrentarse a la bestia de las profundidades.
-Quieres decir que...
-Lo que quiero decir es que no tienes por qué temer. Estoy seguro de que tarde o temprano despertará.
-Vale...
-Bueno, en cuanto lleguemos a Sius lo llevaremos al médico, y mientras lo examina tú y yo vamos a darnos un pequeño festín, ¿vale? Ya verás, mi mujer no tiene rival en la cocina.
Baros hablaba con convicción, pero en su interior la inseguridad había comenzado a ganar terreno. Sin embargo era consciente de que aquella situación afectaba mucho más a Surin de lo que podía parecer, así que hizo un último esfuerzo por intentar esbozar una sonrisa para que el pequeño no se preocupase más de la cuenta.
Pasó casi media hora y el barco por fin llegó a su destino, Sius, la ciudad de los mercaderes. Aquel lugar era el emplazamiento ideal para construir un puerto alrededor, ya que la forma de la costa constituía una bahía que con el paso del tiempo fue tomada por innumerables embarcaciones. La actividad no tenía nada que envidiar a Vires, y el trazado de las calles tenía una particularidad. La ciudad contaba con una única calle que recorría toda la bahía y parte de la costa que se situaba alrededor, como si se tratase de una kilométrica serpiente que reptaba avanzando por las arenas del desierto. Pocos visitantes llegaban desde el exterior, Sius era una ciudad de comerciantes y cazarrecompensas que aspiraban a encontrar una fortuna enterrada en las profundidades del desierto, el clima extremo no daba la bienvenida a los turistas.
Baros echó el ancla y desplegó el puente hasta que este tocó tierra firme de forma estable. Bajó del barco con rapidez y solo unos minutos más tarde volvió con un par de conocidos que ayudarían a transportar a Deros hasta la visita del médico. Por fortuna la gente del desierto era fuerte por naturaleza y raramente acudían a visitar al doctor, así que Deros se convirtió en el único paciente del día nada más llegar. El médico indicó a Baros y su cuadrilla que dejasen al joven tendido en una camilla que presidía la pequeña sala de consultas de la casa. El capitán explicó lo sucedido y pidió que se le informase de cualquier posible cambio en el estado de su amigo, y tras esto se marchó a su casa junto con Surin, al cual había tenido que convencer para dejar solo a Deros.
La casa de Baros no se situaba mucho más lejos, solo tuvieron que andar un par de minutos para encontrarla. El marinero entró resoplando por el cansancio, y Surin lo siguió tímidamente. El lugar estaba recargado de objetos de todas partes del mundo: minerales extraños, joyas antiguas, capturas de pesca... Por un momento el pequeño Surin pensó que estaban en una especie de taberna pirata en lugar de en casa de Baros, pero la mujer del capitán pronto salió a recibir a su marido y despejó la duda.
Una mujer de aspecto vital y saludable con los rasgos ligeramente toscos bajó dando pequeños botes por las escaleras que conducían a la segunda altura de la casa, aquellos andares le daban un aire en parte cómico y en parte familiar.
-¡Baros, descarado! ¡Dijiste que volverías antes del amanecer!
-Hogar, dulce hogar... -contestó el capitán, con aire abatido-. Cariño, no vengo solo, tenemos visita.
- Ah, ¿y dónde está? -Surin se asomó tímidamente desde detrás de la espalda de Baros-. ¡Ah, perdona, tesoro, este viejo chirriante y su barriga no me habían dejado verte! ¿Cómo te llamas?
-Me llamo Surin, mucho gusto, señora.
-Qué niño más educado... Pero no me llames señora, puedes llamarme Tisna. Dime, Baros, ¿dónde has encontrado a este niño?
-Es una larga historia... Digamos que él y un amigo suyo me ayudaron a solucionar unos pequeños problemas en Vires.
-Ah, ¿hay más personas? ¡Podrías haberme avisado y habría preparado el desayuno para todos!
-No creo que vaya a comer, déjale mi parte a mi pequeño invitado, yo voy a dormir un rato.
-¿Y qué hay del otro amigo?
-Está en el médico, ha tenido que hacerle una visita urgente. Pero no te preocupes, en cuanto me relaje un rato iré a ver qué tal sigue.
-Tú y tus cuentos para no dormir... Bueno, Surin, ¿te apetece tomar algo?
Surin pronto comprobó que la pregunta era retórica. Baros se fue a dormir un poco para recuperar energías y Surin se encontró con un desayuno más propio de una tripulación entera que de un solo hombre sobre la mesa. Comió todo lo que pudo, pero inevitablemente tuvo que dejar gran parte de la comida sobre la mesa, se había llenado tanto que no le cabía ni una sola miga de pan en el cuerpo. Por suerte el capitán se despertó tras una pequeña siesta matutina y acabó él solo con el resto del banquete. Satisfecho y con los ánimos renovados, Baros animó a Surin para que le acompañase a comprar algunas cosas que les harían falta si querían adentrarse en el desierto.
-Lo primero será que cambies tu vestimenta, si vas así de abrigado lo más probable es que te desmayes nada más entrar al desierto, ¿no te parece?
-No sé, había pensado en invocar a los espíritus de hielo para contrarrestar el calor...
-¿Y encontrarnos con una explosión gélida en mitad del desierto? De eso nada -Surin no pudo evitar reír al recordar lo ocurrido en Vires-. Vaya, menos mal que te has animado un poco, de haber llegado a seguir con esa cara al final me lo habrías pegado... Y no te preocupes por el dinero, ya me encargo yo.
Ambos compraron ropa para desplazarse por las dunas, unas cantimploras grandes para almacenar agua y un par de amuletos con una inscripción de hielo para resistir el insoportable calor. Cuando acabaron de curiosear por los puestos que poblaban la única y peculiar calle de la ciudad, volvieron a la consulta del médico para ver la evolución de Deros. El doctor los recibió con cara de seriedad.
-¿Cómo sigue? -preguntó Baros, sin rodeos-.
-Parece que la planta ha tenido efectos benignos, no morirá.
-¡Genial! -exclamó Surin-.
-Pero...
-¿Pero?
-Ha quedado inconsciente y parece ser que no va a levantarse pronto. A menos que consigamos un preparado de raíz de las arenas.
-¿Raíz de las arenas? Creía que esa planta solo existía en las leyendas -masculló Baros-.
-No, de hecho los descendientes de los Cirus que quedan en Fubir trabajan a menudo con ella.
-Con que los descendientes de los Cirus... Pues digo yo que habrá que visitarlos, ¿no?
-Sí, pero no dejan pasar a cualquiera. Tomad esto, si se lo enseñáis a los guardias de la entrada del poblado no creo que tengáis problemas -el médico entregó un anillo con un sello a Baros-. Es un signo de nuestro pueblo, si decís que vais de mi parte todo irá bien.
-Muchas gracias, esto nos será muy útil. ¿Dónde se encuentra la aldea, aproximadamente?
-Yo diría que a un día de camino a pie en dirección sureste. Han construido una especie de fortaleza en el desierto, no tendréis problemas para verla desde lejos.
-Estupendo, no hay tiempo que perder. Respecto al pago...
-No pasa nada, no os cobraré.
-Eso sí que no me lo esperaba, ¿es por algo en especial?
-Este chico... Es un hermano, un descendiente de los Cirus. Estoy seguro de que podrá contarme como les va a nuestros antiguos hermanos allá en Shiron, eso me basta como forma de pago.
-Entendido, te aseguro de que te lo contará todo con pelos y señales. Intentaremos estar de vuelta mañana mismo.
-No os preocupéis, puede aguantar así varias semanas. De todas formas me alegra saber que sois tan responsables, en ese caso nos veremos mañana.
-Gracias por todo, doctor.
El marinero y el joven mago salieron de la consulta del médico y solo pararon por casa de Baros para que este avisara a su mujer de que se ausentarían durante un par de días. Ella no se lo tomó demasiado bien, a pesar de estar acostumbrada a las constantes idas y venidas de su marido. Sin más dilación, ambos compañeros de viaje partieron en dirección a la fortaleza de los Cirus en dirección sureste.
Baros estaba algo más acostumbrado al clima de aquella zona, pero Surin, incluso con el amuleto de hielo, tenía dificultades para resistirlo. Ante la atónita mirada del pequeño mago se extendían inmensas dunas que, de tanto en cuando, eran levantadas por el viento y cambiaban de posición. Baros le explicó que era muy peligroso andar en dirección contraria al viento, ya que más de una persona se había visto sepultada por toneladas de arena en apenas unos segundos, por eso intentaban avanzar siempre por encima de las dunas. El árido paisaje era bello en cierto modo, pero la ausencia de vegetación lo hacía extremadamente monótono, y aquello junto el agobiante calor y la idea de que el camino por delante era muy largo hacía que el tiempo fluyese de la manera más lenta posible.
Llevaban horas caminando en la misma dirección, Baros sabía orientarse bien tras varias décadas al mando de su propio barco, así que ni siquiera les hacía falta una brújula. Sin embargo había algo que ninguno de los dos había previsto. En medio del mar de arena vislumbraron un pequeño oasis lejos de allí, aunque por suerte estaba de paso. Tras andar un buen trecho llegaron por fin hasta el lugar donde podrían tomar un pequeño descanso, o eso pensaban.
Cuando ambos se sentaron junto al agua se dieron cuenta de que más allá había otro pequeño oasis, y más adelante otro más... Parecía como si formasen una hilera que a todas luces resultaba completamente antinatural. Al darse cuenta y levantarse para intentar salir de aquella extraña línea paradisíaca, la tierra bajo sus pies comenzó a temblar de forma exagerada. Escucharon un rugido muy grave y pronto toda la fila de oasis comenzó a ascender unos metros hasta revelar la verdadera naturaleza de aquel entorno antinatural.
Un enorme gusano era el huésped de tan apetecibles entornos, probablemente era tan largo como toda la ciudad de Sius. La piel, antaño viscosa, se había transformado en una enorme costra de arena sobre la cual, de forma inexplicable, la criatura había logrado reproducir la apariencia de pequeños oasis, los cuales le servían para atraer a sus presas sin que estas sospechasen nada en un primer momento. Cuando se vio en aquella situación, Surin no dudó en dirigirse hacia uno de los laterales de la criatura para intentar bajarse, pero Baros le paró los pies de forma inmediata.
-¿Y tú eres el inteligente? ¡Piensa antes de actuar!
-¿Pero qué podemos hacer si nos lleva a su guarida?
-No creo que este bicho sea tan rápido, ¿has visto lo enorme que es? Con ese cuerpo tardará muchísimo tiempo en llevarnos a donde tenga pensado hacerlo.
-Ahora que lo pienso, tienes razón.
-Por eso mismo, quedarse encima es la opción menos arriesgada. Si nos bajásemos ahora podría notarlo, y te aseguro que con rodar un poco nos dejaría planchados en la arena. Esta cosa tiene que tener algún tipo de punto débil...
-Ahora que lo dices, creo que he visto algo en el agua, como un núcleo. ¿Quieres que intente romperlo?
-Será lo mejor, probablemente lo que parece agua sea algún tipo de líquido que desprenda este bicho para atrapar a sus presas, prefiero no tener que meterme.
-En ese caso, espera un momento...
Surin trazó una serie de signos en la piel del gusano y los unió mediante una red de líneas. Cuando hubo acabado, apuntó con sus manos allá donde estaba el núcleo y lanzó una descarga eléctrica. Sin embargo, el núcleo se quedó tal y como estaba.
-¿No ha funcionado?
-No sé qué le pasa, pero es muy resistente... Hasta ahora nada había resistido uno de mis conjuros sin ni siquiera sufrir algún efecto...
-Maldita sea, lo llevamos claro... Además, si a esta cosa le da por girar voy a perder el rumbo.
-Un momento... Y si... Baros, déjame el sello que te dio el médico.
-Espera... Toma, aquí está -Surin cogió el sello y lo alzó en el aire-.
-¡Guardián de los Cirus! -su voz sonaba de forma atronadora, se podía escuchar por todo el desierto-. ¡Uno de los vuestros nos ha permitido el paso hasta vuestra fortaleza, se trata del doctor de Sius, déjanos pasar!
La marcha del gusano cesó. El oasis más cercano a los dos viajeros se secó por completo y lo que parecía ser un núcleo se reveló como una escotilla de la que salió un hombre ataviado con ropa raída y llena de arena. Examinó con atención a los dos extraños y decidió salir a la superficie.
-¿Quiénes sois vosotros?
-¡Me parece que nosotros tendríamos que pedirte explicaciones a ti! ¿Sabes el susto que nos has dado? -le increpó Baros-.
-No podemos dejar que ningún extraño se acerque a nuestra fortaleza, y no hay excepciones. ¿Quiénes sois? -repitió-.
-Yo soy Surin, y este hombre es mi compañero Baros. Necesitamos una Raíz de las Arenas para curar a un amigo. También es un descendiente de los Cirus, si no el médico no nos habría dado este sello para poder hablar contigo.
-Parece lógico... Venid conmigo, os llevaré hasta la fortaleza.
Ciertamente, sin la ayuda del doctor de Sius jamás habrían podido llegar hasta la fortaleza de los Cirus. Todavía no eran capaces de asimilar que los nómadas, que tradicionalmente habían sido gente muy conectada con la naturaleza, poseyeran en sus manos un arma biotecnológica como aquella. Sin duda alguna aquellas medidas se tomaban por algo en especial, pero el porqué todavía no tenía una respuesta clara en sus mentes. No hicieron preguntas, solo tenían ganas de recuperar fuerzas, y de todos modos no estaban en disposición de hacer un interrogatorio.
El interior original de la bestia, como era obvio, había dejado de funcionar por completo. En su lugar, miles de máquinas y piezas minúsculas recubrían cada milímetro del interior de la cáscara vacía, impulsando mediante pequeñas descargas que se controlaban desde un terminal extraño el cuerpo del animal. Ni siquiera en Oukos podría encontrarse cualquier tipo de maquinaria semejante a lo que estaban viendo en aquel momento. El exterior se veía a través de un tipo extraño de ventana situado cerca del terminal principal, a través de la cual se distinguían varios paisajes al mismo tiempo. Gracias a aquellos dispositivos, un único vigilante era capaz de custodiar la fortaleza él solo, sin ayuda de nada ni de nadie más. Surin y Baros se sentían sobrecogidos, pero por suerte al salir de nuevo al exterior y ver la fortaleza se vieron un poco más aliviados.
Ya había atardecido cuando llegaron. La arena se había teñido con un tono rojizo, y las pulidas piedras de la fortaleza reflejaban la luz de forma particular, dibujando alrededor de esta un sello de protección hexagonal que impedía el paso de las pocas pero mortíferas criaturas que habitaban las dunas. Baros sintió curiosidad y preguntó cuándo se había construido aquel lugar. El vigilante explicó que hacía tan solo unos años mucha gente moría al ser atacada por animales salvajes o incluso por culpa del mismo desierto y el movimiento constante de la arena, así que decidieron construir un refugio realmente seguro, y así lo hicieron.
Por fuera parecía un castillo inexpugnable, repleto de pasadizos dispuestos a confundir a cualquier intruso, pero era aquella falsa imagen la verdadera trampa. Dentro de la fortaleza, el poblado de los Cirus seguía tal y como era hasta el momento. De hecho, cuando pasaron al interior de la estructura pudieron ver con claridad que el techo era una enorme cristalera que dejaba penetrar en todo momento la luz del sol para que la gente pudiese hacer su vida sin que aquella especie de invernadero humano pudiese afectarles.
La imagen desde el interior distaba mucho de la frialdad y la falsa sensación de temor que imponía la fortaleza. Los Cirus habían conseguido reproducir un oasis a gran escala y habían hecho que, dentro de la fortaleza, la vegetación se abriese paso de nuevo en la yerma tierra que lo envolvía todo. Aquel era el verdadero paraíso que cualquier exhausto viajero desearía encontrar tras días de fatiga constante. Hacía solo un año que había acabado la construcción del complejo, pero algunas plantas habían crecido considerablemente durante ese espacio de tiempo, alimentadas por el oasis natural que se situaba en el centro del poblado. Sobre este, sujeto por decenas de pilares inclinados de una piedra desértica de color blanco, se situaba la casa del jefe del poblado, que hacía también las veces de biblioteca y escuela. El resto de casas se fundían con las plantas en crecimiento, haciendo que vistas desde arriba formasen una estructura parecida a una telaraña.
La idea de la fortaleza era expandir progresivamente el terreno, y con este la vegetación, hasta conseguir un entorno sostenible en el que las plantas pudiesen vivir de nuevo. Era un proyecto muy ambicioso, pero lo estaban consiguiendo gracias al legado de sus ancestros, que había quedado recogido en milenarios manuscritos, pinturas y artefactos.
El vigilante los dejó dentro del lugar y se fue de nuevo hasta su particular puesto de vigilancia, ambos compañeros se dirigieron sin dudarlo hasta la casa del líder. Caminaron entre las decenas de miradas extrañadas por verlos allí, lo cual les hizo sentirse algo incómodos, pero sin embargo no podían pararse a dar explicaciones a todo el mundo, necesitaban hacerse con una Raíz de las Arenas cuanto antes.
Subieron por la escalinata de cristal que llevaba a la casa del líder y un chico joven de rostro familiar los recibió. Surin y Baros se miraron al mismo tiempo, absolutamente perplejos, pero aún así tomaron el asiento que les ofreció su anfitrión. Sin embargo, cuando llegó la hora de conversar, solo pudieron preguntar una pregunta al unísono:
-¿¡Deros,qué haces aquí!?
Ante ellos, la viva imagen de su amigo enfermo se presentaba como el actual líder del poblado.
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He de decir que varios de los hechos ocurridos en el capítulo han sido idas de olla repentinas, pero me darán juego a la hora de continuar Espero que os haya gustado ^^
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Capítulo 6: Las dunas de Fubir
Los primeros rayos de sol fragmentaron la oscura noche mientras el barco del capitán Baros avanzaba incansablemente hacia el continente desértico, rompiendo con fuerza las incansables olas que golpeaban la superficie de la embarcación sin descanso. El marinero no había pegado ojo en toda la noche, pero seguía en pie frente al timón para guiar el rumbo, a pesar de que los años se le notaban y mantenía los ojos abiertos a duras penas. Ya se podía vislumbrar el destino en el horizonte, y en tan solo unos minutos más lograrían llegar al fin de su travesía.
Mientras tanto, Surin despertó en el camarote, y lo primero que hizo fue comprobar si Deros se había levantado, pero no tuvo esa suerte. El joven espadachín seguía inconsciente, tumbado en la cama. Surin no tenía fuerzas para seguir haciendo conjuros de curación, así que decidió salir a la cubierta para ver si podía ayudar a Baros en alguna cosa. Al intentar salir del camarote, se encontró con que el capitán estaba frente a la puerta, dispuesto a entrar. Acercó una silla sobre la que el marinero se dejó caer como un peso muerto y él se sentó en otra que había cerca.
-¿Has descansado bien, pequeño?
-Sí, pero Deros...
-No te preocupes tanto, él es fuerte. ¿Sabes lo que pasó la última vez que me topé con ese bicho? Toda mi tripulación se fue por la borda, y del barco quedaron solo astillas. Ese chico, con solo un poco de ayuda, ha sido capaz de enfrentarse a la bestia de las profundidades.
-Quieres decir que...
-Lo que quiero decir es que no tienes por qué temer. Estoy seguro de que tarde o temprano despertará.
-Vale...
-Bueno, en cuanto lleguemos a Sius lo llevaremos al médico, y mientras lo examina tú y yo vamos a darnos un pequeño festín, ¿vale? Ya verás, mi mujer no tiene rival en la cocina.
Baros hablaba con convicción, pero en su interior la inseguridad había comenzado a ganar terreno. Sin embargo era consciente de que aquella situación afectaba mucho más a Surin de lo que podía parecer, así que hizo un último esfuerzo por intentar esbozar una sonrisa para que el pequeño no se preocupase más de la cuenta.
Pasó casi media hora y el barco por fin llegó a su destino, Sius, la ciudad de los mercaderes. Aquel lugar era el emplazamiento ideal para construir un puerto alrededor, ya que la forma de la costa constituía una bahía que con el paso del tiempo fue tomada por innumerables embarcaciones. La actividad no tenía nada que envidiar a Vires, y el trazado de las calles tenía una particularidad. La ciudad contaba con una única calle que recorría toda la bahía y parte de la costa que se situaba alrededor, como si se tratase de una kilométrica serpiente que reptaba avanzando por las arenas del desierto. Pocos visitantes llegaban desde el exterior, Sius era una ciudad de comerciantes y cazarrecompensas que aspiraban a encontrar una fortuna enterrada en las profundidades del desierto, el clima extremo no daba la bienvenida a los turistas.
Baros echó el ancla y desplegó el puente hasta que este tocó tierra firme de forma estable. Bajó del barco con rapidez y solo unos minutos más tarde volvió con un par de conocidos que ayudarían a transportar a Deros hasta la visita del médico. Por fortuna la gente del desierto era fuerte por naturaleza y raramente acudían a visitar al doctor, así que Deros se convirtió en el único paciente del día nada más llegar. El médico indicó a Baros y su cuadrilla que dejasen al joven tendido en una camilla que presidía la pequeña sala de consultas de la casa. El capitán explicó lo sucedido y pidió que se le informase de cualquier posible cambio en el estado de su amigo, y tras esto se marchó a su casa junto con Surin, al cual había tenido que convencer para dejar solo a Deros.
La casa de Baros no se situaba mucho más lejos, solo tuvieron que andar un par de minutos para encontrarla. El marinero entró resoplando por el cansancio, y Surin lo siguió tímidamente. El lugar estaba recargado de objetos de todas partes del mundo: minerales extraños, joyas antiguas, capturas de pesca... Por un momento el pequeño Surin pensó que estaban en una especie de taberna pirata en lugar de en casa de Baros, pero la mujer del capitán pronto salió a recibir a su marido y despejó la duda.
Una mujer de aspecto vital y saludable con los rasgos ligeramente toscos bajó dando pequeños botes por las escaleras que conducían a la segunda altura de la casa, aquellos andares le daban un aire en parte cómico y en parte familiar.
-¡Baros, descarado! ¡Dijiste que volverías antes del amanecer!
-Hogar, dulce hogar... -contestó el capitán, con aire abatido-. Cariño, no vengo solo, tenemos visita.
- Ah, ¿y dónde está? -Surin se asomó tímidamente desde detrás de la espalda de Baros-. ¡Ah, perdona, tesoro, este viejo chirriante y su barriga no me habían dejado verte! ¿Cómo te llamas?
-Me llamo Surin, mucho gusto, señora.
-Qué niño más educado... Pero no me llames señora, puedes llamarme Tisna. Dime, Baros, ¿dónde has encontrado a este niño?
-Es una larga historia... Digamos que él y un amigo suyo me ayudaron a solucionar unos pequeños problemas en Vires.
-Ah, ¿hay más personas? ¡Podrías haberme avisado y habría preparado el desayuno para todos!
-No creo que vaya a comer, déjale mi parte a mi pequeño invitado, yo voy a dormir un rato.
-¿Y qué hay del otro amigo?
-Está en el médico, ha tenido que hacerle una visita urgente. Pero no te preocupes, en cuanto me relaje un rato iré a ver qué tal sigue.
-Tú y tus cuentos para no dormir... Bueno, Surin, ¿te apetece tomar algo?
Surin pronto comprobó que la pregunta era retórica. Baros se fue a dormir un poco para recuperar energías y Surin se encontró con un desayuno más propio de una tripulación entera que de un solo hombre sobre la mesa. Comió todo lo que pudo, pero inevitablemente tuvo que dejar gran parte de la comida sobre la mesa, se había llenado tanto que no le cabía ni una sola miga de pan en el cuerpo. Por suerte el capitán se despertó tras una pequeña siesta matutina y acabó él solo con el resto del banquete. Satisfecho y con los ánimos renovados, Baros animó a Surin para que le acompañase a comprar algunas cosas que les harían falta si querían adentrarse en el desierto.
-Lo primero será que cambies tu vestimenta, si vas así de abrigado lo más probable es que te desmayes nada más entrar al desierto, ¿no te parece?
-No sé, había pensado en invocar a los espíritus de hielo para contrarrestar el calor...
-¿Y encontrarnos con una explosión gélida en mitad del desierto? De eso nada -Surin no pudo evitar reír al recordar lo ocurrido en Vires-. Vaya, menos mal que te has animado un poco, de haber llegado a seguir con esa cara al final me lo habrías pegado... Y no te preocupes por el dinero, ya me encargo yo.
Ambos compraron ropa para desplazarse por las dunas, unas cantimploras grandes para almacenar agua y un par de amuletos con una inscripción de hielo para resistir el insoportable calor. Cuando acabaron de curiosear por los puestos que poblaban la única y peculiar calle de la ciudad, volvieron a la consulta del médico para ver la evolución de Deros. El doctor los recibió con cara de seriedad.
-¿Cómo sigue? -preguntó Baros, sin rodeos-.
-Parece que la planta ha tenido efectos benignos, no morirá.
-¡Genial! -exclamó Surin-.
-Pero...
-¿Pero?
-Ha quedado inconsciente y parece ser que no va a levantarse pronto. A menos que consigamos un preparado de raíz de las arenas.
-¿Raíz de las arenas? Creía que esa planta solo existía en las leyendas -masculló Baros-.
-No, de hecho los descendientes de los Cirus que quedan en Fubir trabajan a menudo con ella.
-Con que los descendientes de los Cirus... Pues digo yo que habrá que visitarlos, ¿no?
-Sí, pero no dejan pasar a cualquiera. Tomad esto, si se lo enseñáis a los guardias de la entrada del poblado no creo que tengáis problemas -el médico entregó un anillo con un sello a Baros-. Es un signo de nuestro pueblo, si decís que vais de mi parte todo irá bien.
-Muchas gracias, esto nos será muy útil. ¿Dónde se encuentra la aldea, aproximadamente?
-Yo diría que a un día de camino a pie en dirección sureste. Han construido una especie de fortaleza en el desierto, no tendréis problemas para verla desde lejos.
-Estupendo, no hay tiempo que perder. Respecto al pago...
-No pasa nada, no os cobraré.
-Eso sí que no me lo esperaba, ¿es por algo en especial?
-Este chico... Es un hermano, un descendiente de los Cirus. Estoy seguro de que podrá contarme como les va a nuestros antiguos hermanos allá en Shiron, eso me basta como forma de pago.
-Entendido, te aseguro de que te lo contará todo con pelos y señales. Intentaremos estar de vuelta mañana mismo.
-No os preocupéis, puede aguantar así varias semanas. De todas formas me alegra saber que sois tan responsables, en ese caso nos veremos mañana.
-Gracias por todo, doctor.
El marinero y el joven mago salieron de la consulta del médico y solo pararon por casa de Baros para que este avisara a su mujer de que se ausentarían durante un par de días. Ella no se lo tomó demasiado bien, a pesar de estar acostumbrada a las constantes idas y venidas de su marido. Sin más dilación, ambos compañeros de viaje partieron en dirección a la fortaleza de los Cirus en dirección sureste.
Baros estaba algo más acostumbrado al clima de aquella zona, pero Surin, incluso con el amuleto de hielo, tenía dificultades para resistirlo. Ante la atónita mirada del pequeño mago se extendían inmensas dunas que, de tanto en cuando, eran levantadas por el viento y cambiaban de posición. Baros le explicó que era muy peligroso andar en dirección contraria al viento, ya que más de una persona se había visto sepultada por toneladas de arena en apenas unos segundos, por eso intentaban avanzar siempre por encima de las dunas. El árido paisaje era bello en cierto modo, pero la ausencia de vegetación lo hacía extremadamente monótono, y aquello junto el agobiante calor y la idea de que el camino por delante era muy largo hacía que el tiempo fluyese de la manera más lenta posible.
Llevaban horas caminando en la misma dirección, Baros sabía orientarse bien tras varias décadas al mando de su propio barco, así que ni siquiera les hacía falta una brújula. Sin embargo había algo que ninguno de los dos había previsto. En medio del mar de arena vislumbraron un pequeño oasis lejos de allí, aunque por suerte estaba de paso. Tras andar un buen trecho llegaron por fin hasta el lugar donde podrían tomar un pequeño descanso, o eso pensaban.
Cuando ambos se sentaron junto al agua se dieron cuenta de que más allá había otro pequeño oasis, y más adelante otro más... Parecía como si formasen una hilera que a todas luces resultaba completamente antinatural. Al darse cuenta y levantarse para intentar salir de aquella extraña línea paradisíaca, la tierra bajo sus pies comenzó a temblar de forma exagerada. Escucharon un rugido muy grave y pronto toda la fila de oasis comenzó a ascender unos metros hasta revelar la verdadera naturaleza de aquel entorno antinatural.
Un enorme gusano era el huésped de tan apetecibles entornos, probablemente era tan largo como toda la ciudad de Sius. La piel, antaño viscosa, se había transformado en una enorme costra de arena sobre la cual, de forma inexplicable, la criatura había logrado reproducir la apariencia de pequeños oasis, los cuales le servían para atraer a sus presas sin que estas sospechasen nada en un primer momento. Cuando se vio en aquella situación, Surin no dudó en dirigirse hacia uno de los laterales de la criatura para intentar bajarse, pero Baros le paró los pies de forma inmediata.
-¿Y tú eres el inteligente? ¡Piensa antes de actuar!
-¿Pero qué podemos hacer si nos lleva a su guarida?
-No creo que este bicho sea tan rápido, ¿has visto lo enorme que es? Con ese cuerpo tardará muchísimo tiempo en llevarnos a donde tenga pensado hacerlo.
-Ahora que lo pienso, tienes razón.
-Por eso mismo, quedarse encima es la opción menos arriesgada. Si nos bajásemos ahora podría notarlo, y te aseguro que con rodar un poco nos dejaría planchados en la arena. Esta cosa tiene que tener algún tipo de punto débil...
-Ahora que lo dices, creo que he visto algo en el agua, como un núcleo. ¿Quieres que intente romperlo?
-Será lo mejor, probablemente lo que parece agua sea algún tipo de líquido que desprenda este bicho para atrapar a sus presas, prefiero no tener que meterme.
-En ese caso, espera un momento...
Surin trazó una serie de signos en la piel del gusano y los unió mediante una red de líneas. Cuando hubo acabado, apuntó con sus manos allá donde estaba el núcleo y lanzó una descarga eléctrica. Sin embargo, el núcleo se quedó tal y como estaba.
-¿No ha funcionado?
-No sé qué le pasa, pero es muy resistente... Hasta ahora nada había resistido uno de mis conjuros sin ni siquiera sufrir algún efecto...
-Maldita sea, lo llevamos claro... Además, si a esta cosa le da por girar voy a perder el rumbo.
-Un momento... Y si... Baros, déjame el sello que te dio el médico.
-Espera... Toma, aquí está -Surin cogió el sello y lo alzó en el aire-.
-¡Guardián de los Cirus! -su voz sonaba de forma atronadora, se podía escuchar por todo el desierto-. ¡Uno de los vuestros nos ha permitido el paso hasta vuestra fortaleza, se trata del doctor de Sius, déjanos pasar!
La marcha del gusano cesó. El oasis más cercano a los dos viajeros se secó por completo y lo que parecía ser un núcleo se reveló como una escotilla de la que salió un hombre ataviado con ropa raída y llena de arena. Examinó con atención a los dos extraños y decidió salir a la superficie.
-¿Quiénes sois vosotros?
-¡Me parece que nosotros tendríamos que pedirte explicaciones a ti! ¿Sabes el susto que nos has dado? -le increpó Baros-.
-No podemos dejar que ningún extraño se acerque a nuestra fortaleza, y no hay excepciones. ¿Quiénes sois? -repitió-.
-Yo soy Surin, y este hombre es mi compañero Baros. Necesitamos una Raíz de las Arenas para curar a un amigo. También es un descendiente de los Cirus, si no el médico no nos habría dado este sello para poder hablar contigo.
-Parece lógico... Venid conmigo, os llevaré hasta la fortaleza.
Ciertamente, sin la ayuda del doctor de Sius jamás habrían podido llegar hasta la fortaleza de los Cirus. Todavía no eran capaces de asimilar que los nómadas, que tradicionalmente habían sido gente muy conectada con la naturaleza, poseyeran en sus manos un arma biotecnológica como aquella. Sin duda alguna aquellas medidas se tomaban por algo en especial, pero el porqué todavía no tenía una respuesta clara en sus mentes. No hicieron preguntas, solo tenían ganas de recuperar fuerzas, y de todos modos no estaban en disposición de hacer un interrogatorio.
El interior original de la bestia, como era obvio, había dejado de funcionar por completo. En su lugar, miles de máquinas y piezas minúsculas recubrían cada milímetro del interior de la cáscara vacía, impulsando mediante pequeñas descargas que se controlaban desde un terminal extraño el cuerpo del animal. Ni siquiera en Oukos podría encontrarse cualquier tipo de maquinaria semejante a lo que estaban viendo en aquel momento. El exterior se veía a través de un tipo extraño de ventana situado cerca del terminal principal, a través de la cual se distinguían varios paisajes al mismo tiempo. Gracias a aquellos dispositivos, un único vigilante era capaz de custodiar la fortaleza él solo, sin ayuda de nada ni de nadie más. Surin y Baros se sentían sobrecogidos, pero por suerte al salir de nuevo al exterior y ver la fortaleza se vieron un poco más aliviados.
Ya había atardecido cuando llegaron. La arena se había teñido con un tono rojizo, y las pulidas piedras de la fortaleza reflejaban la luz de forma particular, dibujando alrededor de esta un sello de protección hexagonal que impedía el paso de las pocas pero mortíferas criaturas que habitaban las dunas. Baros sintió curiosidad y preguntó cuándo se había construido aquel lugar. El vigilante explicó que hacía tan solo unos años mucha gente moría al ser atacada por animales salvajes o incluso por culpa del mismo desierto y el movimiento constante de la arena, así que decidieron construir un refugio realmente seguro, y así lo hicieron.
Por fuera parecía un castillo inexpugnable, repleto de pasadizos dispuestos a confundir a cualquier intruso, pero era aquella falsa imagen la verdadera trampa. Dentro de la fortaleza, el poblado de los Cirus seguía tal y como era hasta el momento. De hecho, cuando pasaron al interior de la estructura pudieron ver con claridad que el techo era una enorme cristalera que dejaba penetrar en todo momento la luz del sol para que la gente pudiese hacer su vida sin que aquella especie de invernadero humano pudiese afectarles.
La imagen desde el interior distaba mucho de la frialdad y la falsa sensación de temor que imponía la fortaleza. Los Cirus habían conseguido reproducir un oasis a gran escala y habían hecho que, dentro de la fortaleza, la vegetación se abriese paso de nuevo en la yerma tierra que lo envolvía todo. Aquel era el verdadero paraíso que cualquier exhausto viajero desearía encontrar tras días de fatiga constante. Hacía solo un año que había acabado la construcción del complejo, pero algunas plantas habían crecido considerablemente durante ese espacio de tiempo, alimentadas por el oasis natural que se situaba en el centro del poblado. Sobre este, sujeto por decenas de pilares inclinados de una piedra desértica de color blanco, se situaba la casa del jefe del poblado, que hacía también las veces de biblioteca y escuela. El resto de casas se fundían con las plantas en crecimiento, haciendo que vistas desde arriba formasen una estructura parecida a una telaraña.
La idea de la fortaleza era expandir progresivamente el terreno, y con este la vegetación, hasta conseguir un entorno sostenible en el que las plantas pudiesen vivir de nuevo. Era un proyecto muy ambicioso, pero lo estaban consiguiendo gracias al legado de sus ancestros, que había quedado recogido en milenarios manuscritos, pinturas y artefactos.
El vigilante los dejó dentro del lugar y se fue de nuevo hasta su particular puesto de vigilancia, ambos compañeros se dirigieron sin dudarlo hasta la casa del líder. Caminaron entre las decenas de miradas extrañadas por verlos allí, lo cual les hizo sentirse algo incómodos, pero sin embargo no podían pararse a dar explicaciones a todo el mundo, necesitaban hacerse con una Raíz de las Arenas cuanto antes.
Subieron por la escalinata de cristal que llevaba a la casa del líder y un chico joven de rostro familiar los recibió. Surin y Baros se miraron al mismo tiempo, absolutamente perplejos, pero aún así tomaron el asiento que les ofreció su anfitrión. Sin embargo, cuando llegó la hora de conversar, solo pudieron preguntar una pregunta al unísono:
-¿¡Deros,qué haces aquí!?
Ante ellos, la viva imagen de su amigo enfermo se presentaba como el actual líder del poblado.
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He de decir que varios de los hechos ocurridos en el capítulo han sido idas de olla repentinas, pero me darán juego a la hora de continuar Espero que os haya gustado ^^
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