* Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
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Phoenix Wright
Krystalwitch
Karuma mei
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* Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Hola ^^
nada he decidido probar suerte con ésta história que se me ocurrió el otro día haciendo un examen de griego. xD
La historia gira en torno a la guerra del peloponeso ( atenas contra esparta), habrá dosis de mitologia griega e intentaré retratar la vida cotidiana de la época
No hay mucho más que decir, simplemente espero que si la leeis comenteis qué os ha parecido ^^ si no os gusta no seguiré y ya esta
Si sigue, pues cada Lunes subiré un capitulo o una parte de él, hasta que la historia termine ^^
Lo dicho, espero que os guste si hay alguna duda o hay algo mal, no dudeis en decirmelo ¿ok?
Muchisimas gracias por vuestra atencion ^^
un beso
Vocabulario:
Gineceo: habitación o estancia que poseían las grandes casas de la antigua Grecia, para uso exclusivo de las mujeres de la casa: Esposa, hijas, sirvientes... Preferiblemente estas estancias estaban en la segunda planta de las mismas.
Taigeto: montaña desde la que los espartanos arrojaban a los niños/as si estos no cumplian con unos requisitos de salud o se les consideraba debiles al nacer.
Lesjé: consejo de sabios que decidian si el niño que habia nacido era saludable o si por el contrario, era débil. si era debil, lo arrojaban al taigeto.
Campos elíseos: lugar en el inframundo donde iban las almas que habían obrado bien durante su vida.
Caronte: barquero que e encargaba de transportar las almas.
Obolos: monedas que se colocaban en los ojos de los muertos cuando los quemaban para que así las almas de los muertos pudiesen pagarle a caronte el viaje en barca hacia el hades.
Prologo:
- ¡Oh, por Zeus! – gritaba mi marido una y otra vez desde fuera del gineceo.- ¡espero que sea un maldito varón esta vez!
No sabría decir qué era más doloroso, si los dolores del parto o, por el contrario, el rechazo de mi marido si no lograba traer al mundo un hijo varón. Ya había dado a luz cuatro niñas, pero ningún niño y mi marido se impacientaba. Las niñas resultaban muy caras, debíamos procurarles una buena dote si queríamos casarlas y ellas no trabajaban; por tanto eran muchas bocas que alimentar y mi marido, que estaba envejeciendo, no podía ocuparse solo de las tierras. Ya habíamos tenido que lanzar a tres niñas desde el Taigeto por no poder hacernos cargo de ellas y por ser demasiado débiles. No quería que eso volviese a suceder, no podía permitirme ver cómo se despeñaba montaña abajo el fruto de mis entrañas, no podía fallarle a mi marido. La comadrona me cogía de la mano y me repetía una y otra vez que debía empujar. Casi no me quedaban fuerzas. Mis hijas lloraban al otro lado de la puerta, asustadas por los gritos de su padre y mis quejidos ahogados. Reuní fuerza y hice un último esfuerzo.
- ¡Fantástico! – exclamó la comadrona, sonriéndome tranquilizadora.
Dejé caer la cabeza hacia atrás y noté cómo la criatura se deslizaba entre mis piernas ya sin ninguna dificultad. La esclava me limpió con un trapo el sudor que perlaba mi frente y empezó a limpiarme la entrepierna para evitar enfermedades. No pude aguantarme más y probé a incorporarme, pero la esclava me lo impidió.
- Mi ama, no debe hacer esfuerzos ahora – dijo empujándome hacia detrás. – Quédese tumbada, se lo ruego.
Hice caso omiso de ella y lo intenté otra vez. La comadrona estaba de espaldas a mí y sostenía algo entre sus brazos. Estaba lavando a la criatura a conciencia para entregársela al padre y llevárselo al consejo de la “Lesjé”, los cuales decidirían si mi bebé debía vivir o morir.
- ¡Mirrina! – la llamé – ¡por Zeus! Dime, ¿Es un varón?
Ella se volvió hacia mí, sin expresión de alegría en su rostro. Por un momento me temí lo peor y sentí que me desvanecía, pero aguanté. Respiré hondo y la llamé para que me acercase la criatura. Ella se acercó, arropando a mi bebé entre mantas blancas y me lo entregó. Tenía los ojos cerrados y no lloraba. Tuve que ahogar un gemido de dolor, estaba muerto. Pero entonces la criatura me agarró con sus minúsculos dedos un mechón de mi pelo. Miré hacia él sorprendida y sonreí, mientras mis manos temblorosas intentaban averiguar su sexo. Era un niño, al fin. Reprimí unas lágrimas de alegría y miré a Mirrina, que no sonreía. ¿Qué ocurría? ¿Algo no iba bien?
- Mirrina, es precioso ¿no crees? – murmuré jugando con el pequeño.
- Ágata, ¿no ves algo extraño en él? – dijo señalando a mi pequeño.
- ¿Algo…extraño?
Automáticamente mis ojos se posaron en mi pequeño y busqué aquello que a Mirrina le parecía que no estaba en su lugar. Pero a mi parecer, el niño estaba saludable y fuerte. Volví a mirar a Mirrina y ella, soltando un pequeño suspiro, me señaló la cabecita del niño, que estaba recubierta de una pequeña capa de pelusa blanca.
- Es rubio – Sentenció con voz firme – y tú y tu marido sois morenos. ¿de dónde ha salido entonces?
No me había fijado hasta ahora. El niño que tanto había deseado, el que ahora intentaba abrir sus ojitos para contemplar al mundo, iba a ser un quebradero de cabeza. No era posible, sus hermanas habían nacido con el cabello oscuro como el ébano y él, iba a tener los cabellos tan dorados como los rayos del sol. Me dolía la cabeza, pues por un lado imaginaba que el consejo podía declarar que el niño era un mal augurio y de ser así, lo matarían. Y por otro lado, mi marido podía pensar que le había sido infiel y rechazarnos a mí y al niño. Pero rezo a Hera para que esto no sea así, pues le he sido fiel a mi marido y Afrodita sabe que le amo.
- Te doy mi palabra, éste hijo es de mi marido. – Juré convencida.
- Eso espero – se lamentaba mientras se lavaba las manos – por tu bien, eso espero, querida.
La esclava abrió la puerta al fin, mi marido entró dando alaridos a la habitación. Parecía un buey. Buscó con su mirada inquieta a la criatura y cuando sus ojos encontraron el pequeño bulto blanco que descansaba entre mis brazos, se abalanzó sobre mí y me lo arrebató de las manos. Le quitó sin delicadeza la manta que cubría al pequeño y lo levantó al aire. Se quedó mirándolo sin decir nada y yo, contemplaba la escena asustada y preocupada por la vida de mi hijo.
- Hum…- murmuró acercándose a la criatura para verla más de cerca. – Ágata, el niño se parece al mismísimo Apollo. – su voz sonó dura, y creo que albergaba la duda de si yo había mancillado su honor.
- Quizá sea un regalo de los dioses, querido. – dije sonriente, intentando que mi marido no pensara más en ello. – es tu hijo, tu primogénito.
Él pareció relajarse y volvió a examinar al niño. Néstor, jamás sonríe, pero esta vez yo diría que hizo una excepción. Me acercó el niño y me sonrió mientras con la mano que le quedaba libre me acariciaba la mejilla.
- Fíjate Ágata, ¡qué fuerte es! – bramó orgulloso – éste niño será todo un Espartano.
- Nada me gustaría más, mi amor.
Néstor me sonrió y se llevó al niño hacia el consejo. El pequeño no lloraba y eso que su padre le había dado unos cuantos golpes. Sin duda era valiente. Me recosté sobre el jergón y descansé. Al fin había cumplido mi tarea más importante, traer al mundo a un hijo…
Cerré los ojos, cansada.
- Mirrina, ¿aún estás ahí?- pregunté, suspirando.
- Si, ¿qué ocurre?
- ¿Mi marido ha dicho cómo piensa llamar al niño?
- Sí, creo que mencionó algo cómo “Nikias”.
- Nikias…es bonito. – susurré, sonriendo – Cuida de él.
- ¿qué? Ágata, ¿qué te ocurre? – exclamó alarmada Mirrina.
Notaba que algo húmedo bañaba mis piernas, me sentía débil y sin fuerzas, apenas podía respirar. Supe que había llegado mi hora, justo a tiempo.
- Cuida de él, prométemelo.
- ¡Calla! – ordenó enfadada - ¡¡ESCLAVA!! ¡Ven ahora mismo!
De repente dejé de oír a Mirrina. Mi cuerpo era ligero, y mi mente ya no se preocupaba por nada. Era libre. Al fin mi alma descansaría tranquila, solo tenía que esperar hasta que pudiese pagarle el viaje a Caronte con los óbolos de mi entierro, pues sabía que Hades me mandaría a los campos Elíseos. Había sido una buena espartana y me sentía orgullosa.
nada he decidido probar suerte con ésta história que se me ocurrió el otro día haciendo un examen de griego. xD
La historia gira en torno a la guerra del peloponeso ( atenas contra esparta), habrá dosis de mitologia griega e intentaré retratar la vida cotidiana de la época
No hay mucho más que decir, simplemente espero que si la leeis comenteis qué os ha parecido ^^ si no os gusta no seguiré y ya esta
Si sigue, pues cada Lunes subiré un capitulo o una parte de él, hasta que la historia termine ^^
Lo dicho, espero que os guste si hay alguna duda o hay algo mal, no dudeis en decirmelo ¿ok?
Muchisimas gracias por vuestra atencion ^^
un beso
Vocabulario:
Gineceo: habitación o estancia que poseían las grandes casas de la antigua Grecia, para uso exclusivo de las mujeres de la casa: Esposa, hijas, sirvientes... Preferiblemente estas estancias estaban en la segunda planta de las mismas.
Taigeto: montaña desde la que los espartanos arrojaban a los niños/as si estos no cumplian con unos requisitos de salud o se les consideraba debiles al nacer.
Lesjé: consejo de sabios que decidian si el niño que habia nacido era saludable o si por el contrario, era débil. si era debil, lo arrojaban al taigeto.
Campos elíseos: lugar en el inframundo donde iban las almas que habían obrado bien durante su vida.
Caronte: barquero que e encargaba de transportar las almas.
Obolos: monedas que se colocaban en los ojos de los muertos cuando los quemaban para que así las almas de los muertos pudiesen pagarle a caronte el viaje en barca hacia el hades.
Prologo:
- ¡Oh, por Zeus! – gritaba mi marido una y otra vez desde fuera del gineceo.- ¡espero que sea un maldito varón esta vez!
No sabría decir qué era más doloroso, si los dolores del parto o, por el contrario, el rechazo de mi marido si no lograba traer al mundo un hijo varón. Ya había dado a luz cuatro niñas, pero ningún niño y mi marido se impacientaba. Las niñas resultaban muy caras, debíamos procurarles una buena dote si queríamos casarlas y ellas no trabajaban; por tanto eran muchas bocas que alimentar y mi marido, que estaba envejeciendo, no podía ocuparse solo de las tierras. Ya habíamos tenido que lanzar a tres niñas desde el Taigeto por no poder hacernos cargo de ellas y por ser demasiado débiles. No quería que eso volviese a suceder, no podía permitirme ver cómo se despeñaba montaña abajo el fruto de mis entrañas, no podía fallarle a mi marido. La comadrona me cogía de la mano y me repetía una y otra vez que debía empujar. Casi no me quedaban fuerzas. Mis hijas lloraban al otro lado de la puerta, asustadas por los gritos de su padre y mis quejidos ahogados. Reuní fuerza y hice un último esfuerzo.
- ¡Fantástico! – exclamó la comadrona, sonriéndome tranquilizadora.
Dejé caer la cabeza hacia atrás y noté cómo la criatura se deslizaba entre mis piernas ya sin ninguna dificultad. La esclava me limpió con un trapo el sudor que perlaba mi frente y empezó a limpiarme la entrepierna para evitar enfermedades. No pude aguantarme más y probé a incorporarme, pero la esclava me lo impidió.
- Mi ama, no debe hacer esfuerzos ahora – dijo empujándome hacia detrás. – Quédese tumbada, se lo ruego.
Hice caso omiso de ella y lo intenté otra vez. La comadrona estaba de espaldas a mí y sostenía algo entre sus brazos. Estaba lavando a la criatura a conciencia para entregársela al padre y llevárselo al consejo de la “Lesjé”, los cuales decidirían si mi bebé debía vivir o morir.
- ¡Mirrina! – la llamé – ¡por Zeus! Dime, ¿Es un varón?
Ella se volvió hacia mí, sin expresión de alegría en su rostro. Por un momento me temí lo peor y sentí que me desvanecía, pero aguanté. Respiré hondo y la llamé para que me acercase la criatura. Ella se acercó, arropando a mi bebé entre mantas blancas y me lo entregó. Tenía los ojos cerrados y no lloraba. Tuve que ahogar un gemido de dolor, estaba muerto. Pero entonces la criatura me agarró con sus minúsculos dedos un mechón de mi pelo. Miré hacia él sorprendida y sonreí, mientras mis manos temblorosas intentaban averiguar su sexo. Era un niño, al fin. Reprimí unas lágrimas de alegría y miré a Mirrina, que no sonreía. ¿Qué ocurría? ¿Algo no iba bien?
- Mirrina, es precioso ¿no crees? – murmuré jugando con el pequeño.
- Ágata, ¿no ves algo extraño en él? – dijo señalando a mi pequeño.
- ¿Algo…extraño?
Automáticamente mis ojos se posaron en mi pequeño y busqué aquello que a Mirrina le parecía que no estaba en su lugar. Pero a mi parecer, el niño estaba saludable y fuerte. Volví a mirar a Mirrina y ella, soltando un pequeño suspiro, me señaló la cabecita del niño, que estaba recubierta de una pequeña capa de pelusa blanca.
- Es rubio – Sentenció con voz firme – y tú y tu marido sois morenos. ¿de dónde ha salido entonces?
No me había fijado hasta ahora. El niño que tanto había deseado, el que ahora intentaba abrir sus ojitos para contemplar al mundo, iba a ser un quebradero de cabeza. No era posible, sus hermanas habían nacido con el cabello oscuro como el ébano y él, iba a tener los cabellos tan dorados como los rayos del sol. Me dolía la cabeza, pues por un lado imaginaba que el consejo podía declarar que el niño era un mal augurio y de ser así, lo matarían. Y por otro lado, mi marido podía pensar que le había sido infiel y rechazarnos a mí y al niño. Pero rezo a Hera para que esto no sea así, pues le he sido fiel a mi marido y Afrodita sabe que le amo.
- Te doy mi palabra, éste hijo es de mi marido. – Juré convencida.
- Eso espero – se lamentaba mientras se lavaba las manos – por tu bien, eso espero, querida.
La esclava abrió la puerta al fin, mi marido entró dando alaridos a la habitación. Parecía un buey. Buscó con su mirada inquieta a la criatura y cuando sus ojos encontraron el pequeño bulto blanco que descansaba entre mis brazos, se abalanzó sobre mí y me lo arrebató de las manos. Le quitó sin delicadeza la manta que cubría al pequeño y lo levantó al aire. Se quedó mirándolo sin decir nada y yo, contemplaba la escena asustada y preocupada por la vida de mi hijo.
- Hum…- murmuró acercándose a la criatura para verla más de cerca. – Ágata, el niño se parece al mismísimo Apollo. – su voz sonó dura, y creo que albergaba la duda de si yo había mancillado su honor.
- Quizá sea un regalo de los dioses, querido. – dije sonriente, intentando que mi marido no pensara más en ello. – es tu hijo, tu primogénito.
Él pareció relajarse y volvió a examinar al niño. Néstor, jamás sonríe, pero esta vez yo diría que hizo una excepción. Me acercó el niño y me sonrió mientras con la mano que le quedaba libre me acariciaba la mejilla.
- Fíjate Ágata, ¡qué fuerte es! – bramó orgulloso – éste niño será todo un Espartano.
- Nada me gustaría más, mi amor.
Néstor me sonrió y se llevó al niño hacia el consejo. El pequeño no lloraba y eso que su padre le había dado unos cuantos golpes. Sin duda era valiente. Me recosté sobre el jergón y descansé. Al fin había cumplido mi tarea más importante, traer al mundo a un hijo…
Cerré los ojos, cansada.
- Mirrina, ¿aún estás ahí?- pregunté, suspirando.
- Si, ¿qué ocurre?
- ¿Mi marido ha dicho cómo piensa llamar al niño?
- Sí, creo que mencionó algo cómo “Nikias”.
- Nikias…es bonito. – susurré, sonriendo – Cuida de él.
- ¿qué? Ágata, ¿qué te ocurre? – exclamó alarmada Mirrina.
Notaba que algo húmedo bañaba mis piernas, me sentía débil y sin fuerzas, apenas podía respirar. Supe que había llegado mi hora, justo a tiempo.
- Cuida de él, prométemelo.
- ¡Calla! – ordenó enfadada - ¡¡ESCLAVA!! ¡Ven ahora mismo!
De repente dejé de oír a Mirrina. Mi cuerpo era ligero, y mi mente ya no se preocupaba por nada. Era libre. Al fin mi alma descansaría tranquila, solo tenía que esperar hasta que pudiese pagarle el viaje a Caronte con los óbolos de mi entierro, pues sabía que Hades me mandaría a los campos Elíseos. Había sido una buena espartana y me sentía orgullosa.
Última edición por Karuma mei el Mar Mayo 05, 2009 7:30 pm, editado 5 veces
Karuma mei- Médium Novata (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
WOW! Como molaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!! Que intriga, que intriga!!!!! Ya tengo ganas de leer el proximo cap T____T
Krystalwitch- Maestra Kurain (Administradora Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Como mola el capitulo Karuma, esto pinta bien ^^
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Aunque no me gustan los diálogos, está bastante bien. Me ha llamado la atención la situación espacio-temporal: Grecia. Me gusta mucho toda la mitología, y tú vas y me traes directamente las creencias funerarias. Un diez para ti en eso ;)
Por otra parte, cuida la puntuación. Las comas y puntos en su sitio ayudan a seguir mejor el relato. Aunque sólo has tenido un par de fallos en eso.
A ver si continuas escribiendo, y yo leyendo.
Por otra parte, cuida la puntuación. Las comas y puntos en su sitio ayudan a seguir mejor el relato. Aunque sólo has tenido un par de fallos en eso.
A ver si continuas escribiendo, y yo leyendo.
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Se ha muerto o: xDD
Está muy bien hijita ^^ sigue la historia!=D
Está muy bien hijita ^^ sigue la historia!=D
Tamy- Abogado de renombre (Clan de Abogados)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Que imaginacion madre mia, me gusta tu forma de narrar, tienes muy buen vocabulario. La historia esta genial, a ver como continua.
luzika- Médium Común (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Tu historia es muy original y por el momento, parece muy interesante, me entran ganas de leer el próximo capitulo :DD A ver como sigue ^^.
May- Médium Novata (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Capitulo 1:
- ¡Ríndete Nikias! – chilló Ajax desde el otro lado del riachuelo – ¡no me cogerás!
- ¡Jamás! – grité lanzándole una piedra a mi compañero de juegos.
- ¡¡Ay!! – chilló desde el otro lado - ¡¡ANIMAL!!
No pude evitarlo y me reí sin parar de la mala suerte de mi compañero. Me asomé sobre la piedra que me servía de escondite y observé a Ajax que salía de detrás de su árbol con un chichón en la cabeza del tamaño del puño de mi padre. Estaba aguantándose las lágrimas pero se le escapaban algunas y él se las secaba rápidamente con la palma de su mano.
- ¿Estás llorando? – me burlé corriendo hacia él – ¡menudo espartano! Llorar es de chicas.
- A mí no me hace gracia, duele mucho. – se quejó Ajax frotándose el chichón con la mano.
- ¿Duele? – pregunté palpando la zona del impacto.
- ¡AH! ¡Maldita sea Nikias! – chilló lloriqueando – ¡estate quieto!
- Vaaaale, ya paro.
Ajax y yo nos sentamos en la orilla del pequeño riachuelo, que desembocaba en el gran rio Eurotas, y sumergimos los pies en el agua. Era refrescante, pues hacía mucho calor. Ajax cogió un guijarro y lo lanzó con fuerza, la piedra rebotó en el agua dos veces y alcanzó la orilla.
- ¡TOMA! ¿Has visto eso? – exclamó orgulloso.
- Genial – dije asombrado.
- ¡Inténtalo tú! – me pidió, entregándome una piedra parecida a la que él había utilizado.
Cogí la piedra y con toda la fuerza de la que fui capaz, estiré el brazo y la lancé. El sol cegaba así que rápidamente me tapé con la mano el destello del sol e intenté observar dónde había caído la piedra, pero no la vi.
- ¿Dónde ha ido? – le pregunté a Ajax que parecía tan desconcertado como yo.
- Ni idea…no la he visto pasar. – dijo encogiéndose de hombros.
- Bueno, ¿y ahora qué? – murmuré aburrido.
- ¡Ahora os vais a tragar la maldita piedra, niños asquerosos! – bramó un viejo que se acercaba camino arriba a toda prisa.
Miré al anciano sin entender por qué los quería pegar y entonces lo entendí todo. Llevaba un corte en la cabeza muy feo que no paraba de sangrar…
- Bueno, ya sabemos dónde fue a parar tu piedra – dijo Ajax a punto de morir de risa.
Nos levantamos antes de que el viejo nos alcanzara y corrimos hacia nuestro escondite secreto. Un agujero en la montaña que probablemente había sido una antigua madriguera de zorros. Nos echamos al suelo y pasamos por debajo del matorral que cubría la entrada hasta llegar a la pequeña cueva. Mi corazón latía a toda velocidad y sentía que me iba a salir por la boca. Ajax miraba hacia el exterior por un pequeño resquicio que había en la pared de la cueva y me tapó la boca para asegurarse de que no emitiría ningún sonido que pudiese delatarnos. Cuando los pasos del viejo se alejaron junto a sus maldiciones, Ajax retiró su mano. Sonreí y le di un pequeño golpe en la nuca a Ajax, que se había quedado paralizado.
- Eh, despierta enano – le dije sonriendo – creo que con el susto te has olvidado de respirar.
- No estoy asustado – se defendió – además esto es culpa tuya, ¡qué mala puntería tienes! ¡¡Menudo espartano!!
- Mira quién fue a hablar… ¡Leónidas no te fastidia!
Ajax hizo un mohín y salió poco a poco de la cueva. Le seguí con cuidado de no rasgarme el quitón y cuando me levanté, le quité la suciedad dándole golpes con la palma de la mano. Megara se iba a enfadar muchísimo.
- ¡Te reto a una carrera! – propuso Ajax, quitándose un mechón rebelde que le caía sobre los ojos.
- ¡Vas a comer polvo, amigo! – dije colocándome en posición.
Esperamos a que un pájaro cercano a nosotros alzase el vuelo para echar a correr. Ajax corría muy rápido porque estaba muy delgadito y tenía las piernas larguísimas. Yo en cambio corría menos pero aguantaba más tiempo corriendo y salía mucho más rápido que él. Cuando cruzamos el puente que daba a los campos de la periferia él aún me ganaba por unos cuantos pasos pero se le cruzó una esclava con una cesta de huevos y tuvo que parar no chocar con ella. Oí la maldición de Ajax cuando pasé por el lado contrario corriendo a toda velocidad. Él no perdió ni un momento más y me siguió, esforzándose al máximo para alcanzarme. Al fin llegamos a las puertas de la ciudad y llegué el primero. Lancé un alarido de alegría y di un salto para celebrar mi triunfo. Ajax llegó poco después, con la lengua fuera como un perro y con gotas de sudor perlándole la frente. Se dejó caer sobre el suelo y respiró hondo para evitar ahogarse, se había esforzado al máximo.
- Por poco me ganas – dije sentándome a su lado.
- Ya, pero no te he ganado – se lamentó pasándose una mano por el pelo, que estaba mojado por el sudor.
- Supongo que he tenido suerte.
- ¡Tú siempre tienes suerte! – se quejó – no estaría mal que la compartieras.
- Cambiaría mi suerte por haber conocido a mi madre.- suspiré, mirando hacia el sol.
- Te regalo la mía…- dijo Ajax soltando un bufido. No sé porqué la odiaba tanto, si era una mujer maravillosa.
- Quédatela, cuando la pierdas la echarás de menos. – miré a Ajax de nuevo y sonreí – gracias de todos modos.
Ajax sonrió y sus ojos verdosos relucieron divertidos. Se levantó y me dio una palmada en el hombro, abrazarse era de chicas.
- Me voy a casa, que a mi madre no le gusta que llegue tarde.
- Vale, nos vemos mañana.
- ¡Adiós Nikias!
- ¡Adiós Ajax!
Ajax se alejó corriendo hacia su casa. Era mi mejor amigo. Era un chico muy honesto y me lo pasaba muy bien con él. Siempre peleábamos para entrenarnos y algún día seríamos grandes espartanos que lucharíamos contra los persas y contra todo aquel que se interpusiera en nuestro camino. Estaba seguro.
Sonreí y me dirigí hacia casa. Seguro que Megara y Aileen habían preparado algo delicioso para comer y con un poco de suerte, mi padre me dejaría coger su espada.
Llamé a la puerta de casa y la esclava bárbara me abrió, sonriéndome. Entré en casa corriendo y dando saltos alegremente mientras la esclava me perseguía intentando quitarme el quitón para lavarlo. Cuando me percaté de que la pobre estaba cansada, paré de correr y me lo quité. La esclava me sonrió agradecida y se retiró hacia la cocina.
- ¡Ah! – chilló Megara al verme entrar desnudo en el patio – ¡¡tápate!!
- ¿Por qué? Si así voy fresquito.
- ¡¡PAPA!! – gritó cubriéndose los ojos con ambas manos.
Corrí hacia el androceo antes de que mi padre me viese, pues si me veía así me daría unos cuantos azotes en el trasero y no podría sentarme por semanas. Me vestí con una bata de lino blanco y bajé al patio de nuevo. Aileen estaba tejiendo lo que parecía un vestido y Megara se dedicaba a confeccionar abalorios. No sé como podía gustarles hacer esas cosas tan aburridas.
- Mira Nikias, ¿te gusta? – me preguntó Megara enseñándome unos pendientes de color azul.
- Son horribles – respondí dibujando una mueca.
- Mira que eres desagradable niñato. – dijo malhumorada.
Sonreí y me senté a esperar a que mi padre, que aún no había regresado del trabajo. Megara seguía con las piedrecitas pero ahora su cara se contraía en una mueca de disgusto y enfado que daba miedo. Aileen se rió por lo bajo y me guiñó un ojo, era mi hermana favorita. Ella era mayor que yo, siempre cuidaba de mí y me trataba muy bien. Además, era la más bonita de las tres. Megara para mi gusto era demasiado severa y tenía la cara demasiado cuadrada, y…al mirarla bien, me recordó al viejo que nos había perseguido a mí y a Ajax esa tarde. Ariadna era la mediana, era muy bonita y muy responsable y sobretodo cariñosa, aunque eso había cambiado desde hacía unos meses. Pues ella había nacido melliza, y nuestra hermana había muerto por una enfermedad horrible, y desde entonces vivía cargando una pena demasiado grande. Por último, estaba Aileen, la pequeña de las mujeres de la casa y la más graciosa. Según mi padre, no se casaría nunca porque era demasiado lista y demasiado respondona, pero a mí no me parecía una mala mujer, sino todo lo contrario, era maravilloso pasar el rato con ella.
Mi padre llegó cabizbajo, sin duda no traía buenas noticias. Los tres nos acercamos a él y yo le acerqué una silla para que se sentase y descansara, gesto que agradeció revolviéndome el pelo.
- Mañana partiremos hacia Atenas. – se limitó a decir, sin mucho entusiasmo.
- ¿A qué se debe, Padre? – preguntó Megara.
- La mujer de un amigo mío ha dado a luz.- explicó mientras se quitaba los coturnos.
- ¿Y qué ha sido? – Preguntó Ariadna llena de curiosidad.
- Una niña – murmuró mi padre sin emoción en la voz.
- ¿y solo por eso debemos ir a Atenas? – se quejó Ariadna – si hubiese sido un varón…
Aileen enrojeció y salió de la estancia a grandes zancadas. Me pregunté qué le había molestado en aquella conversación. Más tarde iría a calmarla.
- Lo que ocurre es que su mujer ya no va a poder dar a luz otra vez.
- ¿por qué? – preguntó Megara.
- Hubo una complicación – explicó – no murió, pero ya no podrá tener más hijos.
- ¡¡Ay por Zeus, qué desgracia!! ¿qué van a hacer ahora?- exclamó Ariadna.
- Nada. Tendrán que conformarse con las niñas. No creo que a Diceópolis le apetezca divorciarse o recurrir a una concubina.
- Entonces… ¿mañana vamos a Atenas? –pregunté.
- Estaremos fuera por más de una semana hijo. – respondió dándome una palmada en el trasero – y después, habrá llegado tu momento.
No entendí aquello último, y me daba igual. Aquella noticia acababa de amargarme el día. Ahora estaría varios días sin poder jugar con Ajax. Y todo por culpa de esa niña idiota que acababa de nacer. Salí del patio y corrí escaleras arriba para encontrarme con Aileen, ella siempre sabía cómo animarme.
Abrí la puerta y la encontré golpeando un cojín. Siempre hacía eso cuando estaba enfadada así que no me acerqué mucho por si uno de esos puños acababa en mi cara. Ella al verme sonrió y corrió a abrazarme, aunque mi padre se lo prohibiese porque los mimos hacían blandos a los niños. Ella me llenó de besos y me hizo un ademán para que me sentara a su lado. Obedecí y me acomodé cerca de ella, seguro que ahora me daría un cepillo para que le desenredara el pelo. Y no me equivoqué.
- ¿Me cepillas el pelo Nikias? – me rogó con ojitos de cordero degollado.
- Claro ¿a caso no lo hago siempre? ¿para qué preguntas? –respondí cogiendo el cepillo de oro.
Me encantaba cepillarle el pelo mi hermana. El cepillo dejaba totalmente liso y suave su pelo, que al acabar relucía brillante como el azabache. Ella se relajaba mucho cuando yo hacía esto y a veces soltaba algún que otro gemido. Algún día le pediría que me lo cepillara a mí si tan placentero resultaba. Al cabo de un rato, Aileen guardó el cepillo y se recogió el pelo con un ágil movimiento mientras me sonreía.
- Aileen, ¿por qué te fuiste hace un rato? – le pregunté- es simple curiosidad.
- No me gusta que menosprecien a las niñas, Nikias. –bufó mi hermana – después de todo, somos nosotras las que parimos ¿no? Ninguno de nosotros existiría si no fuese por las mujeres.
- Pero no todos piensan como tú, hermana – dije acariciando su cabello negro – tendrás que callar y conformarte.
- No quiero conformarme – se quejó, tan protestona como de costumbre.
- Si te sirve de consuelo, yo pienso como tú. – murmuré un poco avergonzado- no creo que vosotras sólo sirváis para tener hijos y ya está.
- Eres un amor, Nikias.
Mi hermana se acercó a mí y me besó con suavidad en los labios. Pude sentir cómo toda mi sangre se concentraba en mi cara y sentí la necesidad de salir corriendo, pero Aileen me agarraba de las muñecas con fuerza. Sus ojos se encontraron con los míos y aún me ruboricé más, nunca me habían besado así.
- Serás un gran hombre, lo presiento.- se limitó a decir sin dejar de mirarme.
Me hinché orgulloso como un gallo al oír aquello y me reí a carcajadas. Mi hermana me soltó y yo salí de allí corriendo más contento que el ganador de las olimpiadas. Se lo tenía que contar a Ajax, que me envidiaría de por vida.
- ¡Ríndete Nikias! – chilló Ajax desde el otro lado del riachuelo – ¡no me cogerás!
- ¡Jamás! – grité lanzándole una piedra a mi compañero de juegos.
- ¡¡Ay!! – chilló desde el otro lado - ¡¡ANIMAL!!
No pude evitarlo y me reí sin parar de la mala suerte de mi compañero. Me asomé sobre la piedra que me servía de escondite y observé a Ajax que salía de detrás de su árbol con un chichón en la cabeza del tamaño del puño de mi padre. Estaba aguantándose las lágrimas pero se le escapaban algunas y él se las secaba rápidamente con la palma de su mano.
- ¿Estás llorando? – me burlé corriendo hacia él – ¡menudo espartano! Llorar es de chicas.
- A mí no me hace gracia, duele mucho. – se quejó Ajax frotándose el chichón con la mano.
- ¿Duele? – pregunté palpando la zona del impacto.
- ¡AH! ¡Maldita sea Nikias! – chilló lloriqueando – ¡estate quieto!
- Vaaaale, ya paro.
Ajax y yo nos sentamos en la orilla del pequeño riachuelo, que desembocaba en el gran rio Eurotas, y sumergimos los pies en el agua. Era refrescante, pues hacía mucho calor. Ajax cogió un guijarro y lo lanzó con fuerza, la piedra rebotó en el agua dos veces y alcanzó la orilla.
- ¡TOMA! ¿Has visto eso? – exclamó orgulloso.
- Genial – dije asombrado.
- ¡Inténtalo tú! – me pidió, entregándome una piedra parecida a la que él había utilizado.
Cogí la piedra y con toda la fuerza de la que fui capaz, estiré el brazo y la lancé. El sol cegaba así que rápidamente me tapé con la mano el destello del sol e intenté observar dónde había caído la piedra, pero no la vi.
- ¿Dónde ha ido? – le pregunté a Ajax que parecía tan desconcertado como yo.
- Ni idea…no la he visto pasar. – dijo encogiéndose de hombros.
- Bueno, ¿y ahora qué? – murmuré aburrido.
- ¡Ahora os vais a tragar la maldita piedra, niños asquerosos! – bramó un viejo que se acercaba camino arriba a toda prisa.
Miré al anciano sin entender por qué los quería pegar y entonces lo entendí todo. Llevaba un corte en la cabeza muy feo que no paraba de sangrar…
- Bueno, ya sabemos dónde fue a parar tu piedra – dijo Ajax a punto de morir de risa.
Nos levantamos antes de que el viejo nos alcanzara y corrimos hacia nuestro escondite secreto. Un agujero en la montaña que probablemente había sido una antigua madriguera de zorros. Nos echamos al suelo y pasamos por debajo del matorral que cubría la entrada hasta llegar a la pequeña cueva. Mi corazón latía a toda velocidad y sentía que me iba a salir por la boca. Ajax miraba hacia el exterior por un pequeño resquicio que había en la pared de la cueva y me tapó la boca para asegurarse de que no emitiría ningún sonido que pudiese delatarnos. Cuando los pasos del viejo se alejaron junto a sus maldiciones, Ajax retiró su mano. Sonreí y le di un pequeño golpe en la nuca a Ajax, que se había quedado paralizado.
- Eh, despierta enano – le dije sonriendo – creo que con el susto te has olvidado de respirar.
- No estoy asustado – se defendió – además esto es culpa tuya, ¡qué mala puntería tienes! ¡¡Menudo espartano!!
- Mira quién fue a hablar… ¡Leónidas no te fastidia!
Ajax hizo un mohín y salió poco a poco de la cueva. Le seguí con cuidado de no rasgarme el quitón y cuando me levanté, le quité la suciedad dándole golpes con la palma de la mano. Megara se iba a enfadar muchísimo.
- ¡Te reto a una carrera! – propuso Ajax, quitándose un mechón rebelde que le caía sobre los ojos.
- ¡Vas a comer polvo, amigo! – dije colocándome en posición.
Esperamos a que un pájaro cercano a nosotros alzase el vuelo para echar a correr. Ajax corría muy rápido porque estaba muy delgadito y tenía las piernas larguísimas. Yo en cambio corría menos pero aguantaba más tiempo corriendo y salía mucho más rápido que él. Cuando cruzamos el puente que daba a los campos de la periferia él aún me ganaba por unos cuantos pasos pero se le cruzó una esclava con una cesta de huevos y tuvo que parar no chocar con ella. Oí la maldición de Ajax cuando pasé por el lado contrario corriendo a toda velocidad. Él no perdió ni un momento más y me siguió, esforzándose al máximo para alcanzarme. Al fin llegamos a las puertas de la ciudad y llegué el primero. Lancé un alarido de alegría y di un salto para celebrar mi triunfo. Ajax llegó poco después, con la lengua fuera como un perro y con gotas de sudor perlándole la frente. Se dejó caer sobre el suelo y respiró hondo para evitar ahogarse, se había esforzado al máximo.
- Por poco me ganas – dije sentándome a su lado.
- Ya, pero no te he ganado – se lamentó pasándose una mano por el pelo, que estaba mojado por el sudor.
- Supongo que he tenido suerte.
- ¡Tú siempre tienes suerte! – se quejó – no estaría mal que la compartieras.
- Cambiaría mi suerte por haber conocido a mi madre.- suspiré, mirando hacia el sol.
- Te regalo la mía…- dijo Ajax soltando un bufido. No sé porqué la odiaba tanto, si era una mujer maravillosa.
- Quédatela, cuando la pierdas la echarás de menos. – miré a Ajax de nuevo y sonreí – gracias de todos modos.
Ajax sonrió y sus ojos verdosos relucieron divertidos. Se levantó y me dio una palmada en el hombro, abrazarse era de chicas.
- Me voy a casa, que a mi madre no le gusta que llegue tarde.
- Vale, nos vemos mañana.
- ¡Adiós Nikias!
- ¡Adiós Ajax!
Ajax se alejó corriendo hacia su casa. Era mi mejor amigo. Era un chico muy honesto y me lo pasaba muy bien con él. Siempre peleábamos para entrenarnos y algún día seríamos grandes espartanos que lucharíamos contra los persas y contra todo aquel que se interpusiera en nuestro camino. Estaba seguro.
Sonreí y me dirigí hacia casa. Seguro que Megara y Aileen habían preparado algo delicioso para comer y con un poco de suerte, mi padre me dejaría coger su espada.
Llamé a la puerta de casa y la esclava bárbara me abrió, sonriéndome. Entré en casa corriendo y dando saltos alegremente mientras la esclava me perseguía intentando quitarme el quitón para lavarlo. Cuando me percaté de que la pobre estaba cansada, paré de correr y me lo quité. La esclava me sonrió agradecida y se retiró hacia la cocina.
- ¡Ah! – chilló Megara al verme entrar desnudo en el patio – ¡¡tápate!!
- ¿Por qué? Si así voy fresquito.
- ¡¡PAPA!! – gritó cubriéndose los ojos con ambas manos.
Corrí hacia el androceo antes de que mi padre me viese, pues si me veía así me daría unos cuantos azotes en el trasero y no podría sentarme por semanas. Me vestí con una bata de lino blanco y bajé al patio de nuevo. Aileen estaba tejiendo lo que parecía un vestido y Megara se dedicaba a confeccionar abalorios. No sé como podía gustarles hacer esas cosas tan aburridas.
- Mira Nikias, ¿te gusta? – me preguntó Megara enseñándome unos pendientes de color azul.
- Son horribles – respondí dibujando una mueca.
- Mira que eres desagradable niñato. – dijo malhumorada.
Sonreí y me senté a esperar a que mi padre, que aún no había regresado del trabajo. Megara seguía con las piedrecitas pero ahora su cara se contraía en una mueca de disgusto y enfado que daba miedo. Aileen se rió por lo bajo y me guiñó un ojo, era mi hermana favorita. Ella era mayor que yo, siempre cuidaba de mí y me trataba muy bien. Además, era la más bonita de las tres. Megara para mi gusto era demasiado severa y tenía la cara demasiado cuadrada, y…al mirarla bien, me recordó al viejo que nos había perseguido a mí y a Ajax esa tarde. Ariadna era la mediana, era muy bonita y muy responsable y sobretodo cariñosa, aunque eso había cambiado desde hacía unos meses. Pues ella había nacido melliza, y nuestra hermana había muerto por una enfermedad horrible, y desde entonces vivía cargando una pena demasiado grande. Por último, estaba Aileen, la pequeña de las mujeres de la casa y la más graciosa. Según mi padre, no se casaría nunca porque era demasiado lista y demasiado respondona, pero a mí no me parecía una mala mujer, sino todo lo contrario, era maravilloso pasar el rato con ella.
Mi padre llegó cabizbajo, sin duda no traía buenas noticias. Los tres nos acercamos a él y yo le acerqué una silla para que se sentase y descansara, gesto que agradeció revolviéndome el pelo.
- Mañana partiremos hacia Atenas. – se limitó a decir, sin mucho entusiasmo.
- ¿A qué se debe, Padre? – preguntó Megara.
- La mujer de un amigo mío ha dado a luz.- explicó mientras se quitaba los coturnos.
- ¿Y qué ha sido? – Preguntó Ariadna llena de curiosidad.
- Una niña – murmuró mi padre sin emoción en la voz.
- ¿y solo por eso debemos ir a Atenas? – se quejó Ariadna – si hubiese sido un varón…
Aileen enrojeció y salió de la estancia a grandes zancadas. Me pregunté qué le había molestado en aquella conversación. Más tarde iría a calmarla.
- Lo que ocurre es que su mujer ya no va a poder dar a luz otra vez.
- ¿por qué? – preguntó Megara.
- Hubo una complicación – explicó – no murió, pero ya no podrá tener más hijos.
- ¡¡Ay por Zeus, qué desgracia!! ¿qué van a hacer ahora?- exclamó Ariadna.
- Nada. Tendrán que conformarse con las niñas. No creo que a Diceópolis le apetezca divorciarse o recurrir a una concubina.
- Entonces… ¿mañana vamos a Atenas? –pregunté.
- Estaremos fuera por más de una semana hijo. – respondió dándome una palmada en el trasero – y después, habrá llegado tu momento.
No entendí aquello último, y me daba igual. Aquella noticia acababa de amargarme el día. Ahora estaría varios días sin poder jugar con Ajax. Y todo por culpa de esa niña idiota que acababa de nacer. Salí del patio y corrí escaleras arriba para encontrarme con Aileen, ella siempre sabía cómo animarme.
Abrí la puerta y la encontré golpeando un cojín. Siempre hacía eso cuando estaba enfadada así que no me acerqué mucho por si uno de esos puños acababa en mi cara. Ella al verme sonrió y corrió a abrazarme, aunque mi padre se lo prohibiese porque los mimos hacían blandos a los niños. Ella me llenó de besos y me hizo un ademán para que me sentara a su lado. Obedecí y me acomodé cerca de ella, seguro que ahora me daría un cepillo para que le desenredara el pelo. Y no me equivoqué.
- ¿Me cepillas el pelo Nikias? – me rogó con ojitos de cordero degollado.
- Claro ¿a caso no lo hago siempre? ¿para qué preguntas? –respondí cogiendo el cepillo de oro.
Me encantaba cepillarle el pelo mi hermana. El cepillo dejaba totalmente liso y suave su pelo, que al acabar relucía brillante como el azabache. Ella se relajaba mucho cuando yo hacía esto y a veces soltaba algún que otro gemido. Algún día le pediría que me lo cepillara a mí si tan placentero resultaba. Al cabo de un rato, Aileen guardó el cepillo y se recogió el pelo con un ágil movimiento mientras me sonreía.
- Aileen, ¿por qué te fuiste hace un rato? – le pregunté- es simple curiosidad.
- No me gusta que menosprecien a las niñas, Nikias. –bufó mi hermana – después de todo, somos nosotras las que parimos ¿no? Ninguno de nosotros existiría si no fuese por las mujeres.
- Pero no todos piensan como tú, hermana – dije acariciando su cabello negro – tendrás que callar y conformarte.
- No quiero conformarme – se quejó, tan protestona como de costumbre.
- Si te sirve de consuelo, yo pienso como tú. – murmuré un poco avergonzado- no creo que vosotras sólo sirváis para tener hijos y ya está.
- Eres un amor, Nikias.
Mi hermana se acercó a mí y me besó con suavidad en los labios. Pude sentir cómo toda mi sangre se concentraba en mi cara y sentí la necesidad de salir corriendo, pero Aileen me agarraba de las muñecas con fuerza. Sus ojos se encontraron con los míos y aún me ruboricé más, nunca me habían besado así.
- Serás un gran hombre, lo presiento.- se limitó a decir sin dejar de mirarme.
Me hinché orgulloso como un gallo al oír aquello y me reí a carcajadas. Mi hermana me soltó y yo salí de allí corriendo más contento que el ganador de las olimpiadas. Se lo tenía que contar a Ajax, que me envidiaría de por vida.
Karuma mei- Médium Novata (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
perdon por el doble post ^^ gracias a todos por comentar y espero que os guste. Al principio va a ser aburrida pero dadle una oportunidad ok?? :D
gracias ^^
gracias ^^
Karuma mei- Médium Novata (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
WEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!! Aqui tu fan nº1 =D=D=D=D ME ENCANTA :D:D:D:D quiero más ò.ó esta muy intrigante :D Aileen me encanta Sigue sigue!!!
Krystalwitch- Maestra Kurain (Administradora Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
No es para nada aburrida. Me ha recordado a mi niñez xDDD Genial, Karu...
Por cierto, ¿noto algo de los conflictos con tu hermano en la novela? :P
Y me gusta mucho la inocencia y sencillez del muchacho... ¿Ajax? Un encanto con las piedrecitas =)
Por cierto, ¿noto algo de los conflictos con tu hermano en la novela? :P
Y me gusta mucho la inocencia y sencillez del muchacho... ¿Ajax? Un encanto con las piedrecitas =)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
!!!!Está genial, Karuma!! ^^
Me han encantado los dos capítulos, de momento va muy bien :D
Ah, Aileen me cae bien xDD
Me han encantado los dos capítulos, de momento va muy bien :D
Ah, Aileen me cae bien xDD
May- Médium Novata (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Gran capitulo wapetona ^^ me ha encantado, sigue por favor ^^
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
gracias por los comentarios ^^!!!!!!!! me alegra que os guste porque lo cierto es que pensé que no gustaria mucho ! ><
muchisimas gracias en serio :P
hasta el lunes :D
muchisimas gracias en serio :P
hasta el lunes :D
Karuma mei- Médium Novata (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Cepilla el pelo a su hermana O.o,Phoenix,a mí nunca me toques el pelo eh ¬¬ XDD
Me encanta hijita *_* sigue =D
Me encanta hijita *_* sigue =D
Tamy- Abogado de renombre (Clan de Abogados)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
gracias por los comentarios :D
Ajax…
¡Ay! Tenía que avisarlo de que iba a estar fuera o se pasaría la tarde esperando a que apareciese por el campo para jugar. Como era tarde y mi padre no me dejaría ir a buscarlo, me escapé. Corrí todo lo rápido que pude para que mi padre no notase mi ausencia por mucho tiempo, sino me iba a caer un castigo de los grandes. Me movía entre las sombras de las casas, por ahí nadie me vería y por tanto no le dirían nada de esto a mi padre. Al fin crucé el ágora y tras pasar unas cuantas calles más, llegué a la pequeña casa de Ajax. Cogí una piedra del suelo y golpeé la ventana del gineceo donde seguramente, dormía su hermana, que era más fea que una mula vieja. Ella salió enseguida, malhumorada y al verme, se relajó. Ya había hecho esto varias veces y supongo que la muy estúpida pensaba que usaba a su hermano para verla a ella. Ilusa.
- Xaipe…Nikias – murmuró en un intento de parecer sensual.
- Xaipe, Filematia – la saludé entornando los ojos, me caía fatal – ¿puedes avisar a tu hermano para que salga un momento? Por favor.
- Claro, será un placer Nikias. – dijo lanzándome un beso al aire.
Menos mal que desapareció antes de que me entrara una arcada. Después de un rato Ajax se asomó a la puerta del patio.
- ¿Qué ocurre Nikias? – inquirió Ajax - ¿A caso estás tan enamorado de mí que no puedes dormir sin darme las buenas noches? – soltó burlón.
- Qué más quisieras tú. – respondí tirándole de la oreja – mañana partimos hacia Atenas a ver un pariente. Venía para decirte que estaré fuera más de una semana y…no voy a poder salir a jugar contigo.
Ajax resopló fastidiado y golpeó el aire con los puños.
- ¡¡Mierda!!¡Mañana tocaba lucha con espadas! – protestó.
- Lo sé, y no creas que no me apena no poder estar allí.
- Bueno, pues cuando vuelvas avísame. Que tengas un buen viaje Nikias.
- Gracias Ajax, ¡nos veremos pronto!
- Eso espero, bobo.
Antes de que este cerrase la puerta me acordé de algo y corrí para parar la puerta. Ajax volvió a asomarse y me miró interrogante.
- ¿Sabes qué? – dije orgulloso – mi hermana me ha dicho que seré un gran hombre.
- Vaya, mi hermana no me dice esas cosas tan bonitas. – se lamentó.
Alguien llamó a Ajax desde dentro de su casa y Ajax cerró enseguida la puerta rápidamente. Ya había cumplido mi misión, ahora…tocaba volver a casa y esperar que mi padre no se hubiese dado cuenta de mi ausencia.
Nos levantamos antes de que el gallo cantara. Me deslicé fuera de la cama y me vestí rápidamente con mis mejores ropas y mis coturnos nuevos. Tenía la sensación de que me lo iba a pasar muy bien en Atenas. Corrí hacia el gineceo y me detuve ante la puerta. Busqué en la vieja puerta de madera una grieta que fuese lo bastante grande como para poder observar el interior, y cuando la encontré, espié dentro de la estancia. Estaba oscuro, lo cual quería decir que aún no se habían levantado. Abrí la puerta con cuidado, sin hacer el más mínimo ruido y me deslicé silenciosamente hacia la cama de mi hermana Aileen. Ella dormía de lado, plácidamente. Su pelo negro que siempre estaba impecable y liso, ahora estaba hecho una maraña de mechones rebeldes. Hacía gracia verla así. Parecía hablar en sueños, porque movía sus labios como si estuviese hablando con alguien y por un momento, creí que se había despertado. La curiosidad me podía, así que me acerqué un poco e incliné la cabeza, de modo que mi oreja quedara lo suficientemente cerca de ella como para escuchar lo que decía.
- Nikias…- dijo en un hilo de voz- cómo se entere tu padre de esto te vas a enterar.
Antes de que pudiese retroceder, Aileen ya me había atrapado entre sus brazos y sirviéndose de una almohada, intentó ahogarme. Yo me revolví y grité divertido, ella no me ahogaba de veras, sino que soltó la almohada rápidamente y empezó a hacerme cosquillas. Megara y Ariadna despertaron sobresaltadas por nuestros gritos y nuestras risas. Nos lanzaron almohadas y se unieron a la pequeña fiesta que yo y Aileen nos habíamos montado.
Pero entonces entró Néstor.
Hecho una furia, me agarró del cuello y me golpeó contra la pared. Escuché el grito ahogado de mi hermana, que lloraba cerca de mí.
- Padre, sólo era un juego. Perdónale – suplicó Aileen.
Mi padre me giró la cara de un bofetón, y apostaría a que el ruido de éste habría llegado hasta el mismo Olimpo. Me dejó caer al suelo y me dio una patada en el estómago que por un momento me dejó sin aliento, me provocó arcadas y tuve que hacerme un ovillo para protegerme de otra patada que por suerte mi hermana logró detener.
- ¡¡¡No quiero volver a ver un espectáculo como este!!!- bramó enfadado.
Les dirigió a mis hermanas una mirada helada que las dejó paralizadas de puro terror y a continuación, me cogió de una pierna y me arrastró escaleras abajo hasta llegar al patio, donde me fustigó varias veces como castigo.
- ¿Volverás a hacer algo así? – inquirió levantando el látigo.
- ¡¡No!!l Lo juro por todos los dioses, jamás lo volveré a hacer – dije aguantando las lágrimas, si lloraba aún me golpearía con más fuerza.
Mi padre dejó de golpearme y se alejó para preparar la mula y el equipaje. Pero yo no me moví de allí, esperé a que estuviese lejos y entonces, me levanté. Estaba lleno de moratones y algún que otro corte. Mi hermana bajó corriendo desde su habitación, con el pelo aún enmarañado y los ojos leños de lagañas. Me cogió un brazo y me obligó a mirarla a los ojos, estaba muy triste.
- ¿Estás bien, Nikias? –preguntó preocupada.
- ¡Déjame en paz! –grité.
Agarré la mano de mi hermana y la aparté bruscamente de mí. Ella retrocedió disgustada, me miró sin comprender y al instante, sus ojos empezaron a humedecerse. Una parte de mí se arrepintió de haber hecho eso, sentí el impulso de abrazarla y disculparme pero no lo hice. Me alejé de ella a grandes zancadas y me escondí debajo del carro al que Néstor había atado la mula. Me pregunté por qué había tratado así a mi querida Aileen, ella no tenía la culpa de que mi padre me hubiese pegado. ¿O sí?
Estaba confuso, no entendía muy bien porqué un espartano no podía jugar con sus hermanas, ni besarlas, ni abrazarlas. ¿Qué tenia de malo? ¿Seguro que nos hacía débiles? Yo no lo creía así. Cuando Aileen o cualquiera de mis otras hermanas me abrazaba me sentía muy bien, mejor que cuando mi padre me daba moras silvestres.
- Venga, venid todos. ¡Nos vamos! – gritaba mi padre.
- ¡Ya vamos padre! – dijo Megara asomada desde el piso de arriba. Aún estaba arreglándose el pelo.
Ariadna bajó con unos fardos con ropa y una bolsa de cuero con utensilios básicos para el viaje y se los entregó a mi padre, que los colocó encima del carro sin hacer el más mínimo esfuerzo. Me pregunté si algún día seria igual de fuerte que él. Mis hermanas subieron al carro, acomodándose entre los fardos y la paja para la mula, y uno de nuestros esclavos cogió las riendas del carro mientras mi padre subía a su lado. Cogí impulso para subir yo también pero una mano me empujó hacia atrás y caí de espaldas al suelo. Me quedé unos instantes sin poder respirar debido al tremendo golpe y escuché a mi hermana Aileen gritar asustada. Miré hacia arriba para ver quién demonios me había empujado de ese modo y descubrí a mi padre, que me miraba con el ceño fruncido. ¿No había terminado el castigo?
- Tú vas andando.
Sin lugar a dudas, eso era una orden y si no la obedecía me iba a dar latigazos hasta que no me quedase piel. Así que deseché de mi mente todas las protestas posibles y me preparé para el viaje. Debía mentalizarme de que tenía que caminar una larga distancia, pues desde Esparta al Gytheion había más de cuatro días de camino.
Xaipe---> pronunciado "Jaire" seria un saludo para los griegos ^^
Ajax…
¡Ay! Tenía que avisarlo de que iba a estar fuera o se pasaría la tarde esperando a que apareciese por el campo para jugar. Como era tarde y mi padre no me dejaría ir a buscarlo, me escapé. Corrí todo lo rápido que pude para que mi padre no notase mi ausencia por mucho tiempo, sino me iba a caer un castigo de los grandes. Me movía entre las sombras de las casas, por ahí nadie me vería y por tanto no le dirían nada de esto a mi padre. Al fin crucé el ágora y tras pasar unas cuantas calles más, llegué a la pequeña casa de Ajax. Cogí una piedra del suelo y golpeé la ventana del gineceo donde seguramente, dormía su hermana, que era más fea que una mula vieja. Ella salió enseguida, malhumorada y al verme, se relajó. Ya había hecho esto varias veces y supongo que la muy estúpida pensaba que usaba a su hermano para verla a ella. Ilusa.
- Xaipe…Nikias – murmuró en un intento de parecer sensual.
- Xaipe, Filematia – la saludé entornando los ojos, me caía fatal – ¿puedes avisar a tu hermano para que salga un momento? Por favor.
- Claro, será un placer Nikias. – dijo lanzándome un beso al aire.
Menos mal que desapareció antes de que me entrara una arcada. Después de un rato Ajax se asomó a la puerta del patio.
- ¿Qué ocurre Nikias? – inquirió Ajax - ¿A caso estás tan enamorado de mí que no puedes dormir sin darme las buenas noches? – soltó burlón.
- Qué más quisieras tú. – respondí tirándole de la oreja – mañana partimos hacia Atenas a ver un pariente. Venía para decirte que estaré fuera más de una semana y…no voy a poder salir a jugar contigo.
Ajax resopló fastidiado y golpeó el aire con los puños.
- ¡¡Mierda!!¡Mañana tocaba lucha con espadas! – protestó.
- Lo sé, y no creas que no me apena no poder estar allí.
- Bueno, pues cuando vuelvas avísame. Que tengas un buen viaje Nikias.
- Gracias Ajax, ¡nos veremos pronto!
- Eso espero, bobo.
Antes de que este cerrase la puerta me acordé de algo y corrí para parar la puerta. Ajax volvió a asomarse y me miró interrogante.
- ¿Sabes qué? – dije orgulloso – mi hermana me ha dicho que seré un gran hombre.
- Vaya, mi hermana no me dice esas cosas tan bonitas. – se lamentó.
Alguien llamó a Ajax desde dentro de su casa y Ajax cerró enseguida la puerta rápidamente. Ya había cumplido mi misión, ahora…tocaba volver a casa y esperar que mi padre no se hubiese dado cuenta de mi ausencia.
Nos levantamos antes de que el gallo cantara. Me deslicé fuera de la cama y me vestí rápidamente con mis mejores ropas y mis coturnos nuevos. Tenía la sensación de que me lo iba a pasar muy bien en Atenas. Corrí hacia el gineceo y me detuve ante la puerta. Busqué en la vieja puerta de madera una grieta que fuese lo bastante grande como para poder observar el interior, y cuando la encontré, espié dentro de la estancia. Estaba oscuro, lo cual quería decir que aún no se habían levantado. Abrí la puerta con cuidado, sin hacer el más mínimo ruido y me deslicé silenciosamente hacia la cama de mi hermana Aileen. Ella dormía de lado, plácidamente. Su pelo negro que siempre estaba impecable y liso, ahora estaba hecho una maraña de mechones rebeldes. Hacía gracia verla así. Parecía hablar en sueños, porque movía sus labios como si estuviese hablando con alguien y por un momento, creí que se había despertado. La curiosidad me podía, así que me acerqué un poco e incliné la cabeza, de modo que mi oreja quedara lo suficientemente cerca de ella como para escuchar lo que decía.
- Nikias…- dijo en un hilo de voz- cómo se entere tu padre de esto te vas a enterar.
Antes de que pudiese retroceder, Aileen ya me había atrapado entre sus brazos y sirviéndose de una almohada, intentó ahogarme. Yo me revolví y grité divertido, ella no me ahogaba de veras, sino que soltó la almohada rápidamente y empezó a hacerme cosquillas. Megara y Ariadna despertaron sobresaltadas por nuestros gritos y nuestras risas. Nos lanzaron almohadas y se unieron a la pequeña fiesta que yo y Aileen nos habíamos montado.
Pero entonces entró Néstor.
Hecho una furia, me agarró del cuello y me golpeó contra la pared. Escuché el grito ahogado de mi hermana, que lloraba cerca de mí.
- Padre, sólo era un juego. Perdónale – suplicó Aileen.
Mi padre me giró la cara de un bofetón, y apostaría a que el ruido de éste habría llegado hasta el mismo Olimpo. Me dejó caer al suelo y me dio una patada en el estómago que por un momento me dejó sin aliento, me provocó arcadas y tuve que hacerme un ovillo para protegerme de otra patada que por suerte mi hermana logró detener.
- ¡¡¡No quiero volver a ver un espectáculo como este!!!- bramó enfadado.
Les dirigió a mis hermanas una mirada helada que las dejó paralizadas de puro terror y a continuación, me cogió de una pierna y me arrastró escaleras abajo hasta llegar al patio, donde me fustigó varias veces como castigo.
- ¿Volverás a hacer algo así? – inquirió levantando el látigo.
- ¡¡No!!l Lo juro por todos los dioses, jamás lo volveré a hacer – dije aguantando las lágrimas, si lloraba aún me golpearía con más fuerza.
Mi padre dejó de golpearme y se alejó para preparar la mula y el equipaje. Pero yo no me moví de allí, esperé a que estuviese lejos y entonces, me levanté. Estaba lleno de moratones y algún que otro corte. Mi hermana bajó corriendo desde su habitación, con el pelo aún enmarañado y los ojos leños de lagañas. Me cogió un brazo y me obligó a mirarla a los ojos, estaba muy triste.
- ¿Estás bien, Nikias? –preguntó preocupada.
- ¡Déjame en paz! –grité.
Agarré la mano de mi hermana y la aparté bruscamente de mí. Ella retrocedió disgustada, me miró sin comprender y al instante, sus ojos empezaron a humedecerse. Una parte de mí se arrepintió de haber hecho eso, sentí el impulso de abrazarla y disculparme pero no lo hice. Me alejé de ella a grandes zancadas y me escondí debajo del carro al que Néstor había atado la mula. Me pregunté por qué había tratado así a mi querida Aileen, ella no tenía la culpa de que mi padre me hubiese pegado. ¿O sí?
Estaba confuso, no entendía muy bien porqué un espartano no podía jugar con sus hermanas, ni besarlas, ni abrazarlas. ¿Qué tenia de malo? ¿Seguro que nos hacía débiles? Yo no lo creía así. Cuando Aileen o cualquiera de mis otras hermanas me abrazaba me sentía muy bien, mejor que cuando mi padre me daba moras silvestres.
- Venga, venid todos. ¡Nos vamos! – gritaba mi padre.
- ¡Ya vamos padre! – dijo Megara asomada desde el piso de arriba. Aún estaba arreglándose el pelo.
Ariadna bajó con unos fardos con ropa y una bolsa de cuero con utensilios básicos para el viaje y se los entregó a mi padre, que los colocó encima del carro sin hacer el más mínimo esfuerzo. Me pregunté si algún día seria igual de fuerte que él. Mis hermanas subieron al carro, acomodándose entre los fardos y la paja para la mula, y uno de nuestros esclavos cogió las riendas del carro mientras mi padre subía a su lado. Cogí impulso para subir yo también pero una mano me empujó hacia atrás y caí de espaldas al suelo. Me quedé unos instantes sin poder respirar debido al tremendo golpe y escuché a mi hermana Aileen gritar asustada. Miré hacia arriba para ver quién demonios me había empujado de ese modo y descubrí a mi padre, que me miraba con el ceño fruncido. ¿No había terminado el castigo?
- Tú vas andando.
Sin lugar a dudas, eso era una orden y si no la obedecía me iba a dar latigazos hasta que no me quedase piel. Así que deseché de mi mente todas las protestas posibles y me preparé para el viaje. Debía mentalizarme de que tenía que caminar una larga distancia, pues desde Esparta al Gytheion había más de cuatro días de camino.
Xaipe---> pronunciado "Jaire" seria un saludo para los griegos ^^
Karuma mei- Médium Novata (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
!Qué mal me cae el padre! ¬¬' xDD
En fin, !!!Está genial, Karuma :DDDD!!!!
Muy interesante, ojalá sigas pronto :)
En fin, !!!Está genial, Karuma :DDDD!!!!
Muy interesante, ojalá sigas pronto :)
May- Médium Novata (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Aun no habia posteadoooooooooo D:
Has de pensar que eran costumbres tipicas de la época y que los espartanos eran asi y todo eso, además.... *se lo lee de nuevo* OLVIDA LO DICHO! yo tambien le odio :D:
Genial nieta :D Si es que escribes....... *¬* Siiiiiiiiiiigueeeeeeeeeeeeeee
May escribió:!Qué mal me cae el padre! ¬¬' xDD
En fin, !!!Está genial, Karuma :DDDD!!!!
Muy interesante, ojalá sigas pronto :)
Has de pensar que eran costumbres tipicas de la época y que los espartanos eran asi y todo eso, además.... *se lo lee de nuevo* OLVIDA LO DICHO! yo tambien le odio :D:
Genial nieta :D Si es que escribes....... *¬* Siiiiiiiiiiigueeeeeeeeeeeeeee
Krystalwitch- Maestra Kurain (Administradora Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Que cabr*** el padre O.O encima le hace ir andando ¬¬
Está genial hijita, me encanta,en serio,sigue por favor ^^
Está genial hijita, me encanta,en serio,sigue por favor ^^
Tamy- Abogado de renombre (Clan de Abogados)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Buen capitulo Karuma, sigue asi ;)
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
espero que os guste este trozo >< no actualicé ayer por problemas personales, examenes y dentista...lo sinto mucho. Ya os compensaré a la proxima ok??
besos.
El sol, tirado por el carro de Helios, ya se escondía tras las montañas y la luna se asomaba entre las nubes observando a los pequeños mortales regresar a sus casas tras un duro día de trabajo. Pasábamos por un camino muy concurrido, avanzábamos muy poco a poco por culpa del enorme gentío que volvía del campo y se dirigía a sus hogares, pero esto era una alegría para mis pobres pies que llevaban todo el día caminando sin parar. Mi cabeza me daba vueltas, mis ojos no veían con claridad y sólo caminaba por inercia. Si paraba aunque sólo fuese por un instante, me desmayaría y me sería imposible levantarme.
- Padre, basta ya…- rogó Aileen, que lloraba al verme en tal estado.
Mi padre no respondió, una simple mirada bastó para que mi hermana mantuviese la boca cerrada y mirase hacia otro lado. Al ver esto sentí una punzada de dolor en el pecho y una lágrima amenazó con salir a la luz, no debía permitir que mis sentimientos aflorasen o mi padre…
Me froté los ojos con toda la fuerza de la que disponía para que no se notase que tenía ganas de llorar, con tan mala suerte que me distraje y no vi la piedra con la que tropecé. Caí al suelo y lancé un alarido de dolor. Al momento oí a la mula detenerse y escuché el ruido de unos pasos acercarse a mí rápidamente. Una mano me agarró del pelo y me obligó a levantarme. No pude evitarlo y lloré. Me sentí avergonzado por ello y me cubrí el rostro con ambas manos. Mi padre me gritaba pero yo no podía oír lo que decía, estaba demasiado cansado y asustado como para escucharlo con claridad y concentrarme en ello. Tras un rato en que me golpeó como si de un ladrón se tratase, me arrojó sobre mis hermanas y me fulminó con la mirada.
- Con las mujeres, ahí es donde debes estar…- masculló
Escupió en el suelo y se marchó junto al esclavo, que chasqueó el látigo sobre la mula y ésta inició la marcha de nuevo.
Mis hermanas me acunaron y me calmaron aunque mi padre resoplara y murmurara maldiciones. Megara me acercó el cántaro de agua a mis labios, que ya estaban secos y estriados a causa de la deshidratación y bebí. Bebí como si fuese la última vez que podría hacerlo y después de eso, me dormí.
Cuando desperté ya había salido el sol. Me froté los ojos con fuerza para quitarme las legañas y corrí hacia la única ventana de la habitación, desde la cual se contemplaba un paisaje precioso. Me dolía todo el cuerpo pero no importaba, estaba pensando que mi dolor era pasajero pero todos esos montes que se alzaban a lo lejos, permanecerían. Y lo decidí en ese mismo momento, decidí que yo permanecería siempre o que al menos en la memoria de los griegos, sería una leyenda. Mi hermana Aileen se despertó también y bostezó. Me miró y suspiró como si supiese qué me pasaba por la cabeza, ella siempre sabía qué estaba pensando…tal vez fuese una especie de Casandra…¡qué sabía yo!
- ¿Eres adivina, Aileen?- pregunté sin miramientos.
- ¿Yo? ¿Bromeas? – dijo asombrada – claro que no.
- Entonces ¿Cómo sabes en qué pienso? – inquirí cruzándome de brazos.
- ¿Quién te ha dicho eso? – preguntó ella.
- Yo mismo.
- Pues eres estúpido.- sentenció – No puedo leerte la mente.
- Vale, comprobémoslo. – la reté – yo pienso un color y tú lo adivinas.
- Hecho.
Azul.
- Venga, di en que color pienso.
- En el Azul – dijo sin vacilar.
- ¡Lo ves! ¡Eres adivina! –chillé eufórico.
- No lo soy, simplemente he supuesto que pensarías en tu color favorito.
- Tonterías, eres adivina.
- ¡Que no! Y no me hagas enfadar.
Sonreí imaginando a mi hermana ejerciendo de pitonisa en Delfos o en algún lugar parecido cuando fuese mayor. Sería muy rica y nuestra familia pasaría a ser famosa y poderosa.
Pero de repente sentí celos. Si mi hermana se hacía tan poderosa y rica, yo pasaría a ser el segundón…mi padre la querría más a ella y no admiraría mis futuras hazañas. Me entristecí y deseé que Apollo no le otorgase ese don con todas mis fuerzas.
- Tranquilo…que no iré a Delfos, hermano. – murmuró – y padre siempre te querrá más a ti haga lo que haga.
Esta vez sí que me asusté. Vale, las otras veces podían haber sido hecho de la casualidad pero…esta vez mis pensamientos eran más complejo y sin embargo los había adivinado. Mi hermana se cubrió la boca rápidamente, como si hubiese dicho algo prohibido y se volvió de espaldas a mí. Yo retrocedí instintivamente hacia la ventana, me daba miedo.
- No digas esto a nadie. – me rogó llorando – te lo suplico.
No respondí nada, no pensé nada. Estaba tan aterrorizado que solo podía mirarla. Ella se acercó a mí y aunque yo intenté escabullirme, ella me abrazó con fuerza.
- Por favor…te lo ruego. – me susurró al oído mientras lloraba- guarda mi secreto.
- Cl….cla….Claro.
- Dame tu palabra de hombre – murmuró envarándose de repente.
- Te doy mi palabra de que jamás diré nada a nadie. – logré decir entre balbuceos.
- Bien, porque si alguien se entera de esto por tu culpa….-amenazó.
- ¡Arriba todos! – gritó mi padre – debemos partir, el camino es muy largo.
Mi hermana se me quedó mirando, sin prestar atención a mi padre, clavándome esos ojos suyos tan profundos. Sin duda me estaba advirtiendo, sin palabras, de que por mi bien, mantuviese la boca cerrada.
lamento que esté escrito en blanco...pero no se que ha pasado que me ha dado problemas para pasarlo de el word a aquí...:S y normalmente no me los daba...asi que bueno.><
postead plisss y un besazo :D
besos.
El sol, tirado por el carro de Helios, ya se escondía tras las montañas y la luna se asomaba entre las nubes observando a los pequeños mortales regresar a sus casas tras un duro día de trabajo. Pasábamos por un camino muy concurrido, avanzábamos muy poco a poco por culpa del enorme gentío que volvía del campo y se dirigía a sus hogares, pero esto era una alegría para mis pobres pies que llevaban todo el día caminando sin parar. Mi cabeza me daba vueltas, mis ojos no veían con claridad y sólo caminaba por inercia. Si paraba aunque sólo fuese por un instante, me desmayaría y me sería imposible levantarme.
- Padre, basta ya…- rogó Aileen, que lloraba al verme en tal estado.
Mi padre no respondió, una simple mirada bastó para que mi hermana mantuviese la boca cerrada y mirase hacia otro lado. Al ver esto sentí una punzada de dolor en el pecho y una lágrima amenazó con salir a la luz, no debía permitir que mis sentimientos aflorasen o mi padre…
Me froté los ojos con toda la fuerza de la que disponía para que no se notase que tenía ganas de llorar, con tan mala suerte que me distraje y no vi la piedra con la que tropecé. Caí al suelo y lancé un alarido de dolor. Al momento oí a la mula detenerse y escuché el ruido de unos pasos acercarse a mí rápidamente. Una mano me agarró del pelo y me obligó a levantarme. No pude evitarlo y lloré. Me sentí avergonzado por ello y me cubrí el rostro con ambas manos. Mi padre me gritaba pero yo no podía oír lo que decía, estaba demasiado cansado y asustado como para escucharlo con claridad y concentrarme en ello. Tras un rato en que me golpeó como si de un ladrón se tratase, me arrojó sobre mis hermanas y me fulminó con la mirada.
- Con las mujeres, ahí es donde debes estar…- masculló
Escupió en el suelo y se marchó junto al esclavo, que chasqueó el látigo sobre la mula y ésta inició la marcha de nuevo.
Mis hermanas me acunaron y me calmaron aunque mi padre resoplara y murmurara maldiciones. Megara me acercó el cántaro de agua a mis labios, que ya estaban secos y estriados a causa de la deshidratación y bebí. Bebí como si fuese la última vez que podría hacerlo y después de eso, me dormí.
Cuando desperté ya había salido el sol. Me froté los ojos con fuerza para quitarme las legañas y corrí hacia la única ventana de la habitación, desde la cual se contemplaba un paisaje precioso. Me dolía todo el cuerpo pero no importaba, estaba pensando que mi dolor era pasajero pero todos esos montes que se alzaban a lo lejos, permanecerían. Y lo decidí en ese mismo momento, decidí que yo permanecería siempre o que al menos en la memoria de los griegos, sería una leyenda. Mi hermana Aileen se despertó también y bostezó. Me miró y suspiró como si supiese qué me pasaba por la cabeza, ella siempre sabía qué estaba pensando…tal vez fuese una especie de Casandra…¡qué sabía yo!
- ¿Eres adivina, Aileen?- pregunté sin miramientos.
- ¿Yo? ¿Bromeas? – dijo asombrada – claro que no.
- Entonces ¿Cómo sabes en qué pienso? – inquirí cruzándome de brazos.
- ¿Quién te ha dicho eso? – preguntó ella.
- Yo mismo.
- Pues eres estúpido.- sentenció – No puedo leerte la mente.
- Vale, comprobémoslo. – la reté – yo pienso un color y tú lo adivinas.
- Hecho.
Azul.
- Venga, di en que color pienso.
- En el Azul – dijo sin vacilar.
- ¡Lo ves! ¡Eres adivina! –chillé eufórico.
- No lo soy, simplemente he supuesto que pensarías en tu color favorito.
- Tonterías, eres adivina.
- ¡Que no! Y no me hagas enfadar.
Sonreí imaginando a mi hermana ejerciendo de pitonisa en Delfos o en algún lugar parecido cuando fuese mayor. Sería muy rica y nuestra familia pasaría a ser famosa y poderosa.
Pero de repente sentí celos. Si mi hermana se hacía tan poderosa y rica, yo pasaría a ser el segundón…mi padre la querría más a ella y no admiraría mis futuras hazañas. Me entristecí y deseé que Apollo no le otorgase ese don con todas mis fuerzas.
- Tranquilo…que no iré a Delfos, hermano. – murmuró – y padre siempre te querrá más a ti haga lo que haga.
Esta vez sí que me asusté. Vale, las otras veces podían haber sido hecho de la casualidad pero…esta vez mis pensamientos eran más complejo y sin embargo los había adivinado. Mi hermana se cubrió la boca rápidamente, como si hubiese dicho algo prohibido y se volvió de espaldas a mí. Yo retrocedí instintivamente hacia la ventana, me daba miedo.
- No digas esto a nadie. – me rogó llorando – te lo suplico.
No respondí nada, no pensé nada. Estaba tan aterrorizado que solo podía mirarla. Ella se acercó a mí y aunque yo intenté escabullirme, ella me abrazó con fuerza.
- Por favor…te lo ruego. – me susurró al oído mientras lloraba- guarda mi secreto.
- Cl….cla….Claro.
- Dame tu palabra de hombre – murmuró envarándose de repente.
- Te doy mi palabra de que jamás diré nada a nadie. – logré decir entre balbuceos.
- Bien, porque si alguien se entera de esto por tu culpa….-amenazó.
- ¡Arriba todos! – gritó mi padre – debemos partir, el camino es muy largo.
Mi hermana se me quedó mirando, sin prestar atención a mi padre, clavándome esos ojos suyos tan profundos. Sin duda me estaba advirtiendo, sin palabras, de que por mi bien, mantuviese la boca cerrada.
lamento que esté escrito en blanco...pero no se que ha pasado que me ha dado problemas para pasarlo de el word a aquí...:S y normalmente no me los daba...asi que bueno.><
postead plisss y un besazo :D
Karuma mei- Médium Novata (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
o: Me encanta hijita *_*sigue =D
Tamy- Abogado de renombre (Clan de Abogados)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Que guay Karuma, joe como escribes de bien. Si te sale bien esta historia entera podrias mandarla a un concurso.
luzika- Médium Común (Clan Kurain)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
Me encanta Karuma, estupendo capitulo ^^
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Re: * Ερω σου * (Te Amo) [Esto es Esparta] ACTU o5-o5
aqui dejo otro capitulo...XD pero si no os gusta decidlo y no la cuelgo e?? xD jajaja
un besoooo. :D
Aileen estuvo dos días sin dirigirme la palabra, y lo cierto es que se lo agradecía porque no sabía ni cómo mirarla a la cara después de aquella noticia inesperada. Yo estaba en la parte de detrás del carro, mirando cómo el pueblo se quedaba atrás hasta desaparecer por completo en el horizonte. No paraba de darle vueltas al secreto de mi hermana, tenía miedo de que fuese tan zoquete que se me escapara sin querer. Me revolví entre los enseres que mi padre había decidido llevar con nosotros y mi hermana Megara se quejó porque sin querer le había arreado una patada.
- ¡Ten cuidado animal! – chilló exagerando el golpe.
- ¡qué delicada eres! – me quejé dándole más fuerte.
- ¡Ay!- se volvió a quejar.
Mi hermana Ariadna se rió por lo bajo y mi hermana Megara aún se enfadó más, pero a mí me daba igual, cuanto más se enfadaba ella más me entretenía yo. Decidí hacerle muecas a Megara, que al principio no me hacía ni el más mínimo caso pero al final, no podía aguantarlo más y me miraba, enfadándose más y más con cada mueca.
- ¡¡¡Papá!!! – gritó – ¡¡mira a Nikias!!
- Nikias, como no te comportes vas andando como el otro dia – dijo Néstor con tono amenazador - ¿queda claro?
- Si, perdona padre.
Megara me sacó la lengua y yo la fulminé con la mirada, siempre tenía que aguar la fiesta. Me tumbé de nuevo en el carro y miré el cielo. A veces me preguntaba qué pensaban los dioses de nosotros, si alguna vez bajaban a la tierra y si nos observaban a todas horas. Observé la forma de las nubes y me pregunté si habría algún dios que cuando se aburría les daba forma. Sonreí al imaginarme a mí mismo moldeando las suaves y blancas nubes, debía ser maravilloso vivir en el Olimpo.
Un ruido fuerte me despertó de golpe. Sin duda me había dormido mirando las nubes. Miré a mi alrededor y para mi asombro, vi que estábamos rodeados de gente que gritaba, hombres que iban arriba y abajo corriendo sin parar y un montón de carros apiñados en una misma dirección, el Gytheion. Los ojos se me abrieron como platos y corrí hacia mi padre para preguntarle si efectivamente, eso era el puerto.
- Padre… ¿eso de ahí…? – empecé.
- Si hijo mío, hemos llegado antes de lo previsto. – exclamó contento.
Fui a sentarme al lado de mi padre pero cuando me agaché, me topé con mi hermana. Me di la vuelta enseguida y vi como tenía sus grandes ojos del color de la miel clavados en mí. No pude evitar ruborizarme y aparté la mirada rápidamente.
- Papa, ¿puedo sentarme sobre la mula? – pregunté esperanzado.
- Claro, pero solo un rato o la bestia se cansará.
Sonreí y de un salto me monté sobre la mula. Era de un tono grisáceo muy bonito y siempre estaba limpia porque mi padre la cuidaba mucho. Le di dos palmadas en el costado y la acaricie, me encantaba ese animal. De repente, noté detrás de mí un bulto y pronto unos brazos me rodearon. Me quedé totalmente paralizado sin saber qué hacer, mirando de reojo para ver quien había detrás de mi, y descubrí a mi hermana que apoyaba su cabeza en mi hombro.
- Siento haberte asustado el otro día…y siento haberte evitado hasta hoy – se disculpó entre susurros.
Yo no dije nada, eché la cabeza hacia atrás y mi hermana me dio un beso en la frente, acariciando mis mejillas tan suavemente como si se tratasen de una pieza delicadísima de cerámica.
Ajax llevaba razón, dichoso sería el hombre que se casara con ella.
- Oh, vamos. No me digas que no has bajado nunca – me burlé tirando de una de las plumas de sus coturnos.
- Es que siempre tengo mucho trabajo aquí arriba, ya sabes. – replicó Hermes.
- Y siempre lo haces mal…- rió Ares por lo bajo.
- Tú calla o le cuento a Hefesto que te tiras a su mujer – chilló Hermes.
Ares calló pero le envió una mirada envenenada al mensajero de los dioses, que sonrió triunfante.
- Oh por Zeus, como me gustaría retorcerte el pescuezo. – murmuró Ares.
- Sueña infeliz – respondió Hermes revoloteando alrededor del señor de la guerra, que alargó un puño pero no le acertó – ¡Ajá! ¡Fallaste!
Ares bramó algo y salió detrás de Hermes, pues si algo le molestaba realmente era que se burlasen de él. A veces parecían niños…
- ¡Basta! – grité para hacerlos parar, empezaba a dolerme la cabeza – necesito bajar a la tierra, ¿alguien me acompaña o no?
Ambos se quedaron quietos, pensando la respuesta.
- Yo no…ya sabes, tengo cosas que hacer. – dijo Ares encogiéndose de hombros.
- ¿Cómo zumbar con tu cuñada? – dijo Hermes mordaz.
Ares levantó el puño y esta vez sí que acertó, le dio a Hermes en toda la mejilla y seguramente, le saldría un moratón enorme. Ares se despidió de mi y se marchó.
- ¿vienes o no? – pregunté impaciente.
- Si pesado, pero cuídame que tengo miedo y tu ya sabes que soy muy delicado.
Ambos bajamos a tierra. Le di a Hermes las instrucciones de lo que debía hacer y yo mientras tanto, me ocuparía de mi problemilla. Buscar una nueva pitonisa.
¿Por qué buscaba otra? Muy sencillo, la que había en estos momentos estaba ya muy vieja y apenas tenía poder para ejercer bien su labor, así que decidí buscar una más joven y si podía ser, más bella. Recorrí varias ciudades pero no encontré nada que valiese la pena. Todas las que tenían algún tipo de esencia estaban casadas y ya no me servían, y empezaba a desesperarme. Hermes tampoco había encontrado nada, eso….si había buscado, porque comprar sí que había comprado varias joyas y utensilios inútiles que después no iba a utilizar para nada.
- Fíjate Apollo – dijo enseñándome con toda su ilusión un collar- ¿me queda bien?
- Ese collar es de mujer...-suspiré.
Hermes lo escondió como si hubiese hecho algo prohibido y sonrió avergonzado.
- Es una lástima tirarlo...con lo bonito que es – murmuró mirando de reojo el collar que se había guardado en el pequeño saco que llevaba atado en el jitón.
- Pues dáselo a alguna mujer, con un poco de suerte igual…
Apenas había acabado la frase ya había desaparecido de mi vista. Hermes era muy escurridizo. Le busqué a mí alrededor y lo encontré parado al lado de un carro. Me acerqué allí al ver que el dueño del carro era un espartano, lo último que quería es que un espartano le rompiese la mandíbula a Hermes por ser un imbécil descerebrado, y vi que mi amigo no hablaba con el hombre, sino con unos niños.
El niño parecía bastante despierto y fuerte, típico de espartanos. Pero la niña…tenía algo especial. Me acerqué más a ella y vi que cogía el collar de Hermes sonriendo de oreja a oreja.
- Mira, ¿te gusta Nikias? – dijo dirigiéndose al niño que la acompañaba.
- Sin duda estas bellísima con todo lo que te pones.
- Voy a preguntarle a papa si me deja aceptar el regalo.
La niña corrió hacia el espartano sonriendo aún más, como si ya supiese que ese collar era para ella. El padre nos miró a mí y a Hermes un instante y asintió con la cabeza sin dejar de vigilarnos. Ella volvió dando grandes zancadas y le agradeció el regalo a Hermes.
- Gracias señor, le estoy muy agradecida – dijo radiante de felicidad.
- De nada ricura – contestó Hermes.
No pude aguantarme y rebusqué en su cabeza para encontrar qué era aquello que tanto me intrigaba de ella, y lo encontré. Era la chica que buscaba…salvo que demasiado joven, claro. Sus ojos me escudriñaron como si hubiese adivinado lo que había estado haciendo en su interior y por un momento vi pánico en su mirada.
- ¿Puedo hablar asolas contigo un momento, bonita? –le pregunté con voz melosa.
- No – respondió ella al instante.
- Por favor, te lo ruego. –insistí.
Ella asintió y me acerqué casi corriendo hacia su padre para pedirle permiso. Ella pareció aliviada y entonces caí en que había leído la mente de su padre y sabía que me negaría la petición. Pero ella no sabía quién era yo. Usé todo mi poder de convicción y mi encanto divino para encandilar a su padre y éste, como esperaba, no se negó. Ella se quedó de piedra y abrió mucho la boca, tanto que podría haber tocado el suelo.
- Bueno…tu y yo tenemos una conversación pendiente, querida. – le susurré al oído. – pero primero, dime tu nombre.
- Aileen, hija de Néstor de Esparta… ¿y usted?
Sonreí y me acerqué más a ella. Noté como respiraba entrecortadamente a causa de los nervios y cómo su corazón latía tan rápido que parecía que se le fuese a escapar en cuanto abriese la boca.
- Apollo – dije en un hilo de voz casi inaudible - ¿puedes adivinar para qué he venido a hablar contigo?
La cogí de la mano y tras dar un pequeño brinco imperceptible para los demás, una lágrima rodó por su mejilla.
- Si…puedo verlo.- respondió aspirando aire con fuerza.
- Eres exactamente lo que buscaba, pequeña – murmuré limpiándole una lágrima – de momento quiero que practiques, que no tengas miedo de tu don. – ella temblaba, la acaricié y proseguí – y algún día nos volveremos a ver.
- ¿Y si no quiero tu don?
- Naciste con él, querida –respondí – yo solo lo he…agudizado.
un besoooo. :D
Aileen estuvo dos días sin dirigirme la palabra, y lo cierto es que se lo agradecía porque no sabía ni cómo mirarla a la cara después de aquella noticia inesperada. Yo estaba en la parte de detrás del carro, mirando cómo el pueblo se quedaba atrás hasta desaparecer por completo en el horizonte. No paraba de darle vueltas al secreto de mi hermana, tenía miedo de que fuese tan zoquete que se me escapara sin querer. Me revolví entre los enseres que mi padre había decidido llevar con nosotros y mi hermana Megara se quejó porque sin querer le había arreado una patada.
- ¡Ten cuidado animal! – chilló exagerando el golpe.
- ¡qué delicada eres! – me quejé dándole más fuerte.
- ¡Ay!- se volvió a quejar.
Mi hermana Ariadna se rió por lo bajo y mi hermana Megara aún se enfadó más, pero a mí me daba igual, cuanto más se enfadaba ella más me entretenía yo. Decidí hacerle muecas a Megara, que al principio no me hacía ni el más mínimo caso pero al final, no podía aguantarlo más y me miraba, enfadándose más y más con cada mueca.
- ¡¡¡Papá!!! – gritó – ¡¡mira a Nikias!!
- Nikias, como no te comportes vas andando como el otro dia – dijo Néstor con tono amenazador - ¿queda claro?
- Si, perdona padre.
Megara me sacó la lengua y yo la fulminé con la mirada, siempre tenía que aguar la fiesta. Me tumbé de nuevo en el carro y miré el cielo. A veces me preguntaba qué pensaban los dioses de nosotros, si alguna vez bajaban a la tierra y si nos observaban a todas horas. Observé la forma de las nubes y me pregunté si habría algún dios que cuando se aburría les daba forma. Sonreí al imaginarme a mí mismo moldeando las suaves y blancas nubes, debía ser maravilloso vivir en el Olimpo.
Un ruido fuerte me despertó de golpe. Sin duda me había dormido mirando las nubes. Miré a mi alrededor y para mi asombro, vi que estábamos rodeados de gente que gritaba, hombres que iban arriba y abajo corriendo sin parar y un montón de carros apiñados en una misma dirección, el Gytheion. Los ojos se me abrieron como platos y corrí hacia mi padre para preguntarle si efectivamente, eso era el puerto.
- Padre… ¿eso de ahí…? – empecé.
- Si hijo mío, hemos llegado antes de lo previsto. – exclamó contento.
Fui a sentarme al lado de mi padre pero cuando me agaché, me topé con mi hermana. Me di la vuelta enseguida y vi como tenía sus grandes ojos del color de la miel clavados en mí. No pude evitar ruborizarme y aparté la mirada rápidamente.
- Papa, ¿puedo sentarme sobre la mula? – pregunté esperanzado.
- Claro, pero solo un rato o la bestia se cansará.
Sonreí y de un salto me monté sobre la mula. Era de un tono grisáceo muy bonito y siempre estaba limpia porque mi padre la cuidaba mucho. Le di dos palmadas en el costado y la acaricie, me encantaba ese animal. De repente, noté detrás de mí un bulto y pronto unos brazos me rodearon. Me quedé totalmente paralizado sin saber qué hacer, mirando de reojo para ver quien había detrás de mi, y descubrí a mi hermana que apoyaba su cabeza en mi hombro.
- Siento haberte asustado el otro día…y siento haberte evitado hasta hoy – se disculpó entre susurros.
Yo no dije nada, eché la cabeza hacia atrás y mi hermana me dio un beso en la frente, acariciando mis mejillas tan suavemente como si se tratasen de una pieza delicadísima de cerámica.
Ajax llevaba razón, dichoso sería el hombre que se casara con ella.
- Oh, vamos. No me digas que no has bajado nunca – me burlé tirando de una de las plumas de sus coturnos.
- Es que siempre tengo mucho trabajo aquí arriba, ya sabes. – replicó Hermes.
- Y siempre lo haces mal…- rió Ares por lo bajo.
- Tú calla o le cuento a Hefesto que te tiras a su mujer – chilló Hermes.
Ares calló pero le envió una mirada envenenada al mensajero de los dioses, que sonrió triunfante.
- Oh por Zeus, como me gustaría retorcerte el pescuezo. – murmuró Ares.
- Sueña infeliz – respondió Hermes revoloteando alrededor del señor de la guerra, que alargó un puño pero no le acertó – ¡Ajá! ¡Fallaste!
Ares bramó algo y salió detrás de Hermes, pues si algo le molestaba realmente era que se burlasen de él. A veces parecían niños…
- ¡Basta! – grité para hacerlos parar, empezaba a dolerme la cabeza – necesito bajar a la tierra, ¿alguien me acompaña o no?
Ambos se quedaron quietos, pensando la respuesta.
- Yo no…ya sabes, tengo cosas que hacer. – dijo Ares encogiéndose de hombros.
- ¿Cómo zumbar con tu cuñada? – dijo Hermes mordaz.
Ares levantó el puño y esta vez sí que acertó, le dio a Hermes en toda la mejilla y seguramente, le saldría un moratón enorme. Ares se despidió de mi y se marchó.
- ¿vienes o no? – pregunté impaciente.
- Si pesado, pero cuídame que tengo miedo y tu ya sabes que soy muy delicado.
Ambos bajamos a tierra. Le di a Hermes las instrucciones de lo que debía hacer y yo mientras tanto, me ocuparía de mi problemilla. Buscar una nueva pitonisa.
¿Por qué buscaba otra? Muy sencillo, la que había en estos momentos estaba ya muy vieja y apenas tenía poder para ejercer bien su labor, así que decidí buscar una más joven y si podía ser, más bella. Recorrí varias ciudades pero no encontré nada que valiese la pena. Todas las que tenían algún tipo de esencia estaban casadas y ya no me servían, y empezaba a desesperarme. Hermes tampoco había encontrado nada, eso….si había buscado, porque comprar sí que había comprado varias joyas y utensilios inútiles que después no iba a utilizar para nada.
- Fíjate Apollo – dijo enseñándome con toda su ilusión un collar- ¿me queda bien?
- Ese collar es de mujer...-suspiré.
Hermes lo escondió como si hubiese hecho algo prohibido y sonrió avergonzado.
- Es una lástima tirarlo...con lo bonito que es – murmuró mirando de reojo el collar que se había guardado en el pequeño saco que llevaba atado en el jitón.
- Pues dáselo a alguna mujer, con un poco de suerte igual…
Apenas había acabado la frase ya había desaparecido de mi vista. Hermes era muy escurridizo. Le busqué a mí alrededor y lo encontré parado al lado de un carro. Me acerqué allí al ver que el dueño del carro era un espartano, lo último que quería es que un espartano le rompiese la mandíbula a Hermes por ser un imbécil descerebrado, y vi que mi amigo no hablaba con el hombre, sino con unos niños.
El niño parecía bastante despierto y fuerte, típico de espartanos. Pero la niña…tenía algo especial. Me acerqué más a ella y vi que cogía el collar de Hermes sonriendo de oreja a oreja.
- Mira, ¿te gusta Nikias? – dijo dirigiéndose al niño que la acompañaba.
- Sin duda estas bellísima con todo lo que te pones.
- Voy a preguntarle a papa si me deja aceptar el regalo.
La niña corrió hacia el espartano sonriendo aún más, como si ya supiese que ese collar era para ella. El padre nos miró a mí y a Hermes un instante y asintió con la cabeza sin dejar de vigilarnos. Ella volvió dando grandes zancadas y le agradeció el regalo a Hermes.
- Gracias señor, le estoy muy agradecida – dijo radiante de felicidad.
- De nada ricura – contestó Hermes.
No pude aguantarme y rebusqué en su cabeza para encontrar qué era aquello que tanto me intrigaba de ella, y lo encontré. Era la chica que buscaba…salvo que demasiado joven, claro. Sus ojos me escudriñaron como si hubiese adivinado lo que había estado haciendo en su interior y por un momento vi pánico en su mirada.
- ¿Puedo hablar asolas contigo un momento, bonita? –le pregunté con voz melosa.
- No – respondió ella al instante.
- Por favor, te lo ruego. –insistí.
Ella asintió y me acerqué casi corriendo hacia su padre para pedirle permiso. Ella pareció aliviada y entonces caí en que había leído la mente de su padre y sabía que me negaría la petición. Pero ella no sabía quién era yo. Usé todo mi poder de convicción y mi encanto divino para encandilar a su padre y éste, como esperaba, no se negó. Ella se quedó de piedra y abrió mucho la boca, tanto que podría haber tocado el suelo.
- Bueno…tu y yo tenemos una conversación pendiente, querida. – le susurré al oído. – pero primero, dime tu nombre.
- Aileen, hija de Néstor de Esparta… ¿y usted?
Sonreí y me acerqué más a ella. Noté como respiraba entrecortadamente a causa de los nervios y cómo su corazón latía tan rápido que parecía que se le fuese a escapar en cuanto abriese la boca.
- Apollo – dije en un hilo de voz casi inaudible - ¿puedes adivinar para qué he venido a hablar contigo?
La cogí de la mano y tras dar un pequeño brinco imperceptible para los demás, una lágrima rodó por su mejilla.
- Si…puedo verlo.- respondió aspirando aire con fuerza.
- Eres exactamente lo que buscaba, pequeña – murmuré limpiándole una lágrima – de momento quiero que practiques, que no tengas miedo de tu don. – ella temblaba, la acaricié y proseguí – y algún día nos volveremos a ver.
- ¿Y si no quiero tu don?
- Naciste con él, querida –respondí – yo solo lo he…agudizado.
Karuma mei- Médium Novata (Clan Kurain)
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