El Reino Perdido de los Elfos --- Capítulos 1 y 2.
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El Reino Perdido de los Elfos --- Capítulos 1 y 2.
Este es mi primera historia original. Espero que os guste.
Resumen: Layla, del pueblo de Elvin, se adentra en el Bosque Oscura en busca de una ciudad oculta.
¿Qué os ha parecido?
Un saludo.
Resumen: Layla, del pueblo de Elvin, se adentra en el Bosque Oscura en busca de una ciudad oculta.
Capítulo 1. Promesa Rota.
Como casi todos los días, la mañana era soleada y algo ventosa. El silencio reinaba en todo el pueblo, aún era demasiado temprano para las actividades diarias.
Las montañas y los bosques rodeaban Elvin, aquel pequeño y pacífico pueblo de unos 500 habitantes. Tras las escarpadas montañas del Norte se encontraba la residencia habitual del rey de Elvin, un palacete de mármol lleno de lujos en los que habitaba el monarca con su séquito de cortesanos. Rara vez aparecía por la aldea salvo en época de cobro, por lo que el pueblo empezaba a resplandecer días antes para prepararse para su llegada.
En Elvin convivían dos clases de construcciones: los edificios de piedra de dos plantas y las casas de madera de planta baja, éstas se amontonaban a las afueras, cerca de los bosques, comunicadas entre sí por caminos de tierra; mientras que las casas de piedra se encontraban en el núcleo central del pueblo, entre calles empedradas y los puestos del mercado.
Había muchas leyendas que giraban en torno a uno de los bosques que rodeaban Elvin. Lo llamaban el Bosque Oscuro. El por qué de ese nombre era un misterio. Los habitantes de Elvin lo conocían así desde siempre, jamás se habían preguntado por el significado original. Lo que ahora sabían y era su significado actual, era por la frondosidad del bosque que impedía que entraran los rayos del sol. También estaba prohibido adentrarse en él a raiz de la desaparición de un par de habitantes de Elvin, que se habían adentrado en busca de unas hierbas y que nunca salieron del Bosque Oscuro.
Todo el pueblo mantenía la promesa de no pisar aquel bosque. Había muchos más bosques en los que ir a pasear y que no tenían aquel aspecto tenebroso.
Pero la joven Layla estaba en el camino que llevaba a susodicho lugar, sumida en sus pensamientos y con la vista clavada en los enormes y frondosos árboles que se veían desde su posición actual.
Había oído rumores en la taberna en la que trabajaba ayudando a su familia, propietaria de Las 4 Rosas, el único hospedaje de Elvin, y el lugar idóneo para enterarse de lo que pasaba fuera del pueblo y los rumores que circulaban por el país.
Y allí se había enterado del último rumor de la Corte. La mayor parte del pueblo lo tomó como una broma, habitual del Rey, pero otros, una minoría, comenzó a planear una batida en el Bosque Oscuro.
- Layla, ya deberías saber que tu Rey gasta ese tipo de bromas de vez en cuando para aliviar la monotonía de la Corte – la madre de la joven la observaba preocupada.
Esa misma mañana, Layla le había dicho a su madre que se iba a apuntar a la batida.
Como cualquier habitante de Elvin, Layla era ducha en el manejo del arco y se las apañaba bastante bien con la espada corta. En Elvin no había distinciones entre hombres y mujeres, todos debían saber defenderse de los peligros de los bosques y las montañas.
- Por el amor de los dioses, Layla, ¿has visto alguna vez a uno de esos seres? Son un mito. Nadie, jamás, ha visto a ninguno.
- En la Corte dicen que hay un pueblo entero escondido en el bosque.
- ¿Me estás escuchando, layla? – su madre se impacientaba ante la pasividad de la chica.
- Sí, madre, pero…
- Te prohibo ir al Bosque Oscuro. No participarás en la batida. Los elfos no existen, ¿me has oído? Dos buenas personas jamás regresaron de su incursión. No me arriesgaré a que sufras la misma suerte.
- Madre, la gente de la batida se está preparando a conciencia…
- Tú no irás, Layla. Prométeme que te mantendrás alejada de ese bosque maldito.
- …
- ¡Prométemelo!
- Sí, madre, lo prometo.
- Bien. Tenemos trabajo que hacer – y se alejó de su hija para atender a unos clientes que acababan de entrar por la puerta.
Layla se mantuvo el resto del día pendiente de todas las conversaciones por si llegaba la noticia de que el Rey había confesado la broma, pero no hubo suerte.
De lo que sí se enteró fue de la fecha de la incursión al Bosque Oscuro. En una semana, una partida de hombres y mujeres entrarían en susodicho lugar bien armados y con antorchas para dar caza a esos elfos, que supuestamente habitaban en las profundidades del bosque. Tenían pensado capturarlos y venderlos como esclavos en la ciudad vecina, en la que desde hacía unos años prosperaba ese tipo de negocio. Uno de los capturados sería entregado al Rey como regalo, ya que todos sabían que éste era aficcionado a coleccionar objetos y animales extraños.
Layla estaba decepcionada con su madre. Estaba deseando entrar con los demás en el bosque y ver con sus propios ojos aquella ciudad oculta. Un sexto sentido le decía que aquello no era una broma del Rey. Los elfos existían de verdad, y ella estaba dispuesta a mostrarlos al mundo.
De camino a casa, ella vivía en una de las casas pequeñas de planta baja, una idea comezó a formarse en su cabeza. Había prometido a su madre que no iría con la batida, y cumpliría esa promesa, pero… ¿quién decía que no podía ir sola en busca de aquella ciudad? Sólo tenía que proveerse bien de alimentos y ropas adecuadas para adentrarse en el bosque. No le temía al bosque a pesar de su aspecto fantasmagórico y ya había decidido ir a pesar de saber de la negativa de su madre y seguramente del resto de su familia.
Esa misma mañana habían llegado unos viajeros a Las 4 Rosas, y a pesar de que tenían un montón de trabajo, su madre la había mandado para casa a primera hora de la tarde. Layla sabía por qué lo había hecho. No quería que indigase más entre los clientes de la taberna, sabiendo que allí era el lugar indicado para hacerlo. Y aunque le había sentado fatal que la echara de allí, en aquel momento, con la idea fresca en la cabeza, estaba excitada con la idea de preparar todo para su aventura.
Ni una hora había tardado Layla en regresar al pueblo. Se dirigió directamente al mercado de Elvin para aprovisionarse con algo de comida, no sabía cuánto tiempo tardaría en encontrar aquella ciudad. Saludó a todo el mundo como hacía habitualmente, no quería que nadie se enterara de lo que planeaba.
Estaba a punto de anochecer y su familia (sus padres y hermanos) aún no habían regresado de Las 4 Rosas. No estaba segura de si todos irían a casa ya que el hospedaje estaba casi lleno y no podían dejarlo sin nadie. Así que por temor a que alguno de ellos regresara antes de tiempo y la pillaran in fraganti, se apresuró a cambiarse de ropa y a preparar su petate con una muda y comida.
Se había deshecho del vestido que habitualmente llevaba y había conseguido mediante algún que otro soborno unos pantalones, una camisa y una chaqueta de hombre. Sabía por experiencia que viajar con vestido a través del bosque era realmente molesto.
Con la espada en la cadera, el petate al hombro, el carcaj con flechas a la espalda y un pequeño arco en la mano, se dirigió a la puerta de la casa para emprender su viaje.
Como casi todos los días, la mañana era soleada y algo ventosa. El silencio reinaba en todo el pueblo, aún era demasiado temprano para las actividades diarias.
Las montañas y los bosques rodeaban Elvin, aquel pequeño y pacífico pueblo de unos 500 habitantes. Tras las escarpadas montañas del Norte se encontraba la residencia habitual del rey de Elvin, un palacete de mármol lleno de lujos en los que habitaba el monarca con su séquito de cortesanos. Rara vez aparecía por la aldea salvo en época de cobro, por lo que el pueblo empezaba a resplandecer días antes para prepararse para su llegada.
En Elvin convivían dos clases de construcciones: los edificios de piedra de dos plantas y las casas de madera de planta baja, éstas se amontonaban a las afueras, cerca de los bosques, comunicadas entre sí por caminos de tierra; mientras que las casas de piedra se encontraban en el núcleo central del pueblo, entre calles empedradas y los puestos del mercado.
Había muchas leyendas que giraban en torno a uno de los bosques que rodeaban Elvin. Lo llamaban el Bosque Oscuro. El por qué de ese nombre era un misterio. Los habitantes de Elvin lo conocían así desde siempre, jamás se habían preguntado por el significado original. Lo que ahora sabían y era su significado actual, era por la frondosidad del bosque que impedía que entraran los rayos del sol. También estaba prohibido adentrarse en él a raiz de la desaparición de un par de habitantes de Elvin, que se habían adentrado en busca de unas hierbas y que nunca salieron del Bosque Oscuro.
Todo el pueblo mantenía la promesa de no pisar aquel bosque. Había muchos más bosques en los que ir a pasear y que no tenían aquel aspecto tenebroso.
Pero la joven Layla estaba en el camino que llevaba a susodicho lugar, sumida en sus pensamientos y con la vista clavada en los enormes y frondosos árboles que se veían desde su posición actual.
Había oído rumores en la taberna en la que trabajaba ayudando a su familia, propietaria de Las 4 Rosas, el único hospedaje de Elvin, y el lugar idóneo para enterarse de lo que pasaba fuera del pueblo y los rumores que circulaban por el país.
Y allí se había enterado del último rumor de la Corte. La mayor parte del pueblo lo tomó como una broma, habitual del Rey, pero otros, una minoría, comenzó a planear una batida en el Bosque Oscuro.
- Layla, ya deberías saber que tu Rey gasta ese tipo de bromas de vez en cuando para aliviar la monotonía de la Corte – la madre de la joven la observaba preocupada.
Esa misma mañana, Layla le había dicho a su madre que se iba a apuntar a la batida.
Como cualquier habitante de Elvin, Layla era ducha en el manejo del arco y se las apañaba bastante bien con la espada corta. En Elvin no había distinciones entre hombres y mujeres, todos debían saber defenderse de los peligros de los bosques y las montañas.
- Por el amor de los dioses, Layla, ¿has visto alguna vez a uno de esos seres? Son un mito. Nadie, jamás, ha visto a ninguno.
- En la Corte dicen que hay un pueblo entero escondido en el bosque.
- ¿Me estás escuchando, layla? – su madre se impacientaba ante la pasividad de la chica.
- Sí, madre, pero…
- Te prohibo ir al Bosque Oscuro. No participarás en la batida. Los elfos no existen, ¿me has oído? Dos buenas personas jamás regresaron de su incursión. No me arriesgaré a que sufras la misma suerte.
- Madre, la gente de la batida se está preparando a conciencia…
- Tú no irás, Layla. Prométeme que te mantendrás alejada de ese bosque maldito.
- …
- ¡Prométemelo!
- Sí, madre, lo prometo.
- Bien. Tenemos trabajo que hacer – y se alejó de su hija para atender a unos clientes que acababan de entrar por la puerta.
Layla se mantuvo el resto del día pendiente de todas las conversaciones por si llegaba la noticia de que el Rey había confesado la broma, pero no hubo suerte.
De lo que sí se enteró fue de la fecha de la incursión al Bosque Oscuro. En una semana, una partida de hombres y mujeres entrarían en susodicho lugar bien armados y con antorchas para dar caza a esos elfos, que supuestamente habitaban en las profundidades del bosque. Tenían pensado capturarlos y venderlos como esclavos en la ciudad vecina, en la que desde hacía unos años prosperaba ese tipo de negocio. Uno de los capturados sería entregado al Rey como regalo, ya que todos sabían que éste era aficcionado a coleccionar objetos y animales extraños.
Layla estaba decepcionada con su madre. Estaba deseando entrar con los demás en el bosque y ver con sus propios ojos aquella ciudad oculta. Un sexto sentido le decía que aquello no era una broma del Rey. Los elfos existían de verdad, y ella estaba dispuesta a mostrarlos al mundo.
De camino a casa, ella vivía en una de las casas pequeñas de planta baja, una idea comezó a formarse en su cabeza. Había prometido a su madre que no iría con la batida, y cumpliría esa promesa, pero… ¿quién decía que no podía ir sola en busca de aquella ciudad? Sólo tenía que proveerse bien de alimentos y ropas adecuadas para adentrarse en el bosque. No le temía al bosque a pesar de su aspecto fantasmagórico y ya había decidido ir a pesar de saber de la negativa de su madre y seguramente del resto de su familia.
Esa misma mañana habían llegado unos viajeros a Las 4 Rosas, y a pesar de que tenían un montón de trabajo, su madre la había mandado para casa a primera hora de la tarde. Layla sabía por qué lo había hecho. No quería que indigase más entre los clientes de la taberna, sabiendo que allí era el lugar indicado para hacerlo. Y aunque le había sentado fatal que la echara de allí, en aquel momento, con la idea fresca en la cabeza, estaba excitada con la idea de preparar todo para su aventura.
Ni una hora había tardado Layla en regresar al pueblo. Se dirigió directamente al mercado de Elvin para aprovisionarse con algo de comida, no sabía cuánto tiempo tardaría en encontrar aquella ciudad. Saludó a todo el mundo como hacía habitualmente, no quería que nadie se enterara de lo que planeaba.
Estaba a punto de anochecer y su familia (sus padres y hermanos) aún no habían regresado de Las 4 Rosas. No estaba segura de si todos irían a casa ya que el hospedaje estaba casi lleno y no podían dejarlo sin nadie. Así que por temor a que alguno de ellos regresara antes de tiempo y la pillaran in fraganti, se apresuró a cambiarse de ropa y a preparar su petate con una muda y comida.
Se había deshecho del vestido que habitualmente llevaba y había conseguido mediante algún que otro soborno unos pantalones, una camisa y una chaqueta de hombre. Sabía por experiencia que viajar con vestido a través del bosque era realmente molesto.
Con la espada en la cadera, el petate al hombro, el carcaj con flechas a la espalda y un pequeño arco en la mano, se dirigió a la puerta de la casa para emprender su viaje.
¿Qué os ha parecido?
Un saludo.
Última edición por navegante el Vie Dic 18, 2009 6:11 pm, editado 1 vez
navegante- Testigo
Re: El Reino Perdido de los Elfos --- Capítulos 1 y 2.
Aquí os dejo el segundo capítulo.
Capítulo 2. El Bosque Oscuro.
El sol estaba a punto de ponerse y un viento frío la acariciaba como un amante. Los pasos de Layla eran algo más vacilantes ahora que se acercaba al Bosque Oscuro. El sonido de la gravilla bajo sus pies, el ulular del viento contra las copas de los árboles y algún que otro animal nocturno que comenzaba a despertar al caer el sol, hacían poner la carne de gallina a la joven. Se decía una y otra vez que ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Se había propuesto encontrar aquella ciudad, y lo haría.
Más que temer al propio bosque, lo que Layla más temía era la reacción de su padre y sus hermanos cuando descubrieran que se había marchado. La única que sabría a dónde había ido era su madre, que no tardaría ni un segundo en atar cabos. Cada dos minutos miraba hacia atrás por si veía aparecer a alguien, pero el camino que llevaba a ese bosque estaba tan desierto como era habitual.
El camino comenzó a serpentear y a estrecharse hasta convertirse en una senda, que se adentraba profundamente en el bosque. Layla observó en silencio la majestuosidad de aquellos altos y viejos árboles que tapaban los rayos del sol, poniendo el interior del bosque en una penumbra perpetua. Agarró con más fuerza el arco y dando un fuerte suspiro se adentró entre aquellos árboles.
Fue como si la noche se hiciera de pronto. Layla se apresuró a encender una antorcha, había tenido la precaución de coger un par de ellas del sótano de su casa, y observó dónde se encontraba. La luz de la antorcha mostraba un camino casi desaparecido por la vegetación del suelo, muy verde y frondoso también.
“¿Dónde me he metido?” – se dijo Layla mientras se echaba sobre la cabeza la capucha de la capa que había cogido en el último momento.
Aunque aún estaba al comienzo del bosque, si miraba hacia atrás aún podía ver el camino de gravilla que llevaba al pueblo, el viento frío casi había desaparecido por lo compacto de los árboles y una humedad pegajosa ya comenzaba a notarse. Había esperado encontrarse con el canto de los pájaros o los sonidos clásicos de un bosque, los insectos cantando… pero lo único que se escuchaba era el crepitar de las llamas de su antorcha, el lejano ulular del viento y el crujir de las ramas que tronzaba mientras caminaba.
Cuanto más caminaba más oscuro se volvía todo y daba la impresión que el bosque se echaba sobre ella, como si quisiera cogerla.
“Sólo es mi imaginación” – se dijo tras estar caminando por la ya desaparecida senda un buen rato.
Lo cierto era que Layla no sabía dónde se encontraba al haber desaparecido el camino. Intentaba seguir en línea recta, pero un bosque como aquel era traicionero y las estrellas, que servían para orientarse, no se veían desde allí. Si miraba hacia atrás ya no veía camino alguno, sólo sombras y oscuridad. Un escalofrío la recorrió de arriba abajo al recordar de pronto a los dos desaparecido de Elvin en aquel bosque.
Layla se paró delante de uno de aquellos árboles y observó sus ramas bajas, que parecía que la invitaban a subirse a ellas para pasar la noche. La joven seguía diciéndose que era el cansancio lo que le hacía pensar en aquellas cosas, pero hizo caso a aquel pensamiento y sin dudarlo un segundo se subió ágilmente a una de aquellas ramas. Prefería pasar la noche en alto que seguir caminando por aquel terreno desconocido.
Un cosquilleo por el cuello, como una caricia, hizo despertar a Layla. Se sentó de golpe en la rama y cogió su espada dispuesta a liarse a espadazos con quien osara molestarla. Pero tras un minuto se dio cuenta que allí no había nadie. Sólo estaba ella de pie sobre una rama gruesa llena de musgo. Se guardó la espada y con sus pertenencias encima saltó al suelo.
Ya que era de día ya, Layla observó con más detenidamente su alrededor, pero poco había cambiado de la noche. Una neblina espesa envolvía como un velo los árboles hasta llegar casi al suelo. Todo seguía en silencio, ni un triste pájaro podía escucharse.
“Y ahora, ¿por dónde voy?” – Layla miró hacia los lados varias veces mientras decidía un camino a seguir, pero enseguida supo que estaba perdida, quizá tenía que haber esperado a la partida de Elvin y unirse a ellos sin que su familia se enterara.
Decidiendo que ya no había otra opción que seguir adelante, comenzó a andar adentrándose en la niebla, que enseguida la rodeó, notando su frialdad hasta en los huesos. El silencio era enloquecedor y Layla comenzó a tararear una melodía popular de su pueblo.
Caminó durante lo que a ella le parecieron horas a través de aquellos árboles y de la niebla. Para su sorpresa el camino, si se le podía llamar así, por el que fue estaba libre de obstáculos en todo momento. Ni ramas gruesas caídas, ni riachuelos entorpeciendo el paso…, nada. Y aquello extrañaba aún más a Layla. Era el bosque más raro que había visto en su vida.
En Elvin…
Las 4 Rosas estaba a rebosar de gente que se preparaba para salir en busca de Layla. Su madre había dado la voz de alarma cuando al regresar por la mañana a la casa, la había encontrado vacía. Tras ver que su hija no había dormido en su cama, que faltaban sus armas y algo de comida, había salido corriendo de vuelta a la taberna para poner en antecedentes a su marido. La mujer sabía a dónde había ido Layla, no tenía ninguna duda al respecto. Siempre se había caracterizado por ser bastante cabezota y ante la prohibición de ir con la partida en busca de esos elfos, había decidido ir ella sola.
- ¡Se ha ido de noche!, ¡ha entrado en el Bosque Oscuro de noche y sola! – se lamentaba casi histérica la madre, que estaba rodeada por otras mujeres de Elvin.
- Layla estará bien – intentaba animarla una de aquellas mujeres. Atendía uno de los puestos de verduras del mercado.
- No sabemos qué hay ahí dentro. Pudo haberla atacado un animal salvaje o salteadores. Puede que ese bosque esté lleno de bandidos.
- Los hombres saldrán en breve hacia el bosque – le dijo otra de aquellas mujeres a la vez que intentaba acallar el llanto del bebé que sostenía en brazos. – La traerán de vuelta en unas horas y entonces podrás castigarla para el resto de sus días.
Aunque nadie lo comentaba, todos tenían en mente a los dos hombres que habían desaparecido unos años atrás. Rezaban a todos sus dioses para que Layla apareciera sana y salva.
Y mientras Layla seguía su camino, perdida, a través del Bosque Oscuro, una partida de hombres se encaminaba hacia ella para llevarla de vuelta a Elvin.
A pesar de lo tenebroso del bosque, estaba todo en penumbra debido a la espesura de las copas de los árboles, Layla iba tranquila tarareando la melodía y seguida de cerca por dos especie de ardillas de gran tamaño. Se había extrañado mucho al ver que aquellos animales sólo la seguían cuando cantaba aquella canción. Si por casualidad paraba de tararear, las ardillas desaparecían entre la vegetación y la niebla.
Cada vez que paraba para descansar encontraba un árbol de ramas bajas y tomaba asiento en la mullida rama, lejos del suelo. En uno de esos descansos le pareció ver la silueta de una persona delgada en uno de los árboles, pero cuando volvió a mirar ya no había nada, sólo la rama vacía cargada de hojas rodeada de niebla.
“Sólo estoy cansada” – se dijo apoyando la espalda en el tronco y dejando que el silencio la envolviera.
Sin embargo, cuando reanudó el camino dejó de cantar y puso toda su atención en su alrededor, porque estaba segura que en aquel árbol había estado alguien.
No sé si se puede hacer doble-post , si no se puede, avisármelo, porfa. :)
Capítulo 2. El Bosque Oscuro.
El sol estaba a punto de ponerse y un viento frío la acariciaba como un amante. Los pasos de Layla eran algo más vacilantes ahora que se acercaba al Bosque Oscuro. El sonido de la gravilla bajo sus pies, el ulular del viento contra las copas de los árboles y algún que otro animal nocturno que comenzaba a despertar al caer el sol, hacían poner la carne de gallina a la joven. Se decía una y otra vez que ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Se había propuesto encontrar aquella ciudad, y lo haría.
Más que temer al propio bosque, lo que Layla más temía era la reacción de su padre y sus hermanos cuando descubrieran que se había marchado. La única que sabría a dónde había ido era su madre, que no tardaría ni un segundo en atar cabos. Cada dos minutos miraba hacia atrás por si veía aparecer a alguien, pero el camino que llevaba a ese bosque estaba tan desierto como era habitual.
El camino comenzó a serpentear y a estrecharse hasta convertirse en una senda, que se adentraba profundamente en el bosque. Layla observó en silencio la majestuosidad de aquellos altos y viejos árboles que tapaban los rayos del sol, poniendo el interior del bosque en una penumbra perpetua. Agarró con más fuerza el arco y dando un fuerte suspiro se adentró entre aquellos árboles.
Fue como si la noche se hiciera de pronto. Layla se apresuró a encender una antorcha, había tenido la precaución de coger un par de ellas del sótano de su casa, y observó dónde se encontraba. La luz de la antorcha mostraba un camino casi desaparecido por la vegetación del suelo, muy verde y frondoso también.
“¿Dónde me he metido?” – se dijo Layla mientras se echaba sobre la cabeza la capucha de la capa que había cogido en el último momento.
Aunque aún estaba al comienzo del bosque, si miraba hacia atrás aún podía ver el camino de gravilla que llevaba al pueblo, el viento frío casi había desaparecido por lo compacto de los árboles y una humedad pegajosa ya comenzaba a notarse. Había esperado encontrarse con el canto de los pájaros o los sonidos clásicos de un bosque, los insectos cantando… pero lo único que se escuchaba era el crepitar de las llamas de su antorcha, el lejano ulular del viento y el crujir de las ramas que tronzaba mientras caminaba.
Cuanto más caminaba más oscuro se volvía todo y daba la impresión que el bosque se echaba sobre ella, como si quisiera cogerla.
“Sólo es mi imaginación” – se dijo tras estar caminando por la ya desaparecida senda un buen rato.
Lo cierto era que Layla no sabía dónde se encontraba al haber desaparecido el camino. Intentaba seguir en línea recta, pero un bosque como aquel era traicionero y las estrellas, que servían para orientarse, no se veían desde allí. Si miraba hacia atrás ya no veía camino alguno, sólo sombras y oscuridad. Un escalofrío la recorrió de arriba abajo al recordar de pronto a los dos desaparecido de Elvin en aquel bosque.
Layla se paró delante de uno de aquellos árboles y observó sus ramas bajas, que parecía que la invitaban a subirse a ellas para pasar la noche. La joven seguía diciéndose que era el cansancio lo que le hacía pensar en aquellas cosas, pero hizo caso a aquel pensamiento y sin dudarlo un segundo se subió ágilmente a una de aquellas ramas. Prefería pasar la noche en alto que seguir caminando por aquel terreno desconocido.
Un cosquilleo por el cuello, como una caricia, hizo despertar a Layla. Se sentó de golpe en la rama y cogió su espada dispuesta a liarse a espadazos con quien osara molestarla. Pero tras un minuto se dio cuenta que allí no había nadie. Sólo estaba ella de pie sobre una rama gruesa llena de musgo. Se guardó la espada y con sus pertenencias encima saltó al suelo.
Ya que era de día ya, Layla observó con más detenidamente su alrededor, pero poco había cambiado de la noche. Una neblina espesa envolvía como un velo los árboles hasta llegar casi al suelo. Todo seguía en silencio, ni un triste pájaro podía escucharse.
“Y ahora, ¿por dónde voy?” – Layla miró hacia los lados varias veces mientras decidía un camino a seguir, pero enseguida supo que estaba perdida, quizá tenía que haber esperado a la partida de Elvin y unirse a ellos sin que su familia se enterara.
Decidiendo que ya no había otra opción que seguir adelante, comenzó a andar adentrándose en la niebla, que enseguida la rodeó, notando su frialdad hasta en los huesos. El silencio era enloquecedor y Layla comenzó a tararear una melodía popular de su pueblo.
Caminó durante lo que a ella le parecieron horas a través de aquellos árboles y de la niebla. Para su sorpresa el camino, si se le podía llamar así, por el que fue estaba libre de obstáculos en todo momento. Ni ramas gruesas caídas, ni riachuelos entorpeciendo el paso…, nada. Y aquello extrañaba aún más a Layla. Era el bosque más raro que había visto en su vida.
En Elvin…
Las 4 Rosas estaba a rebosar de gente que se preparaba para salir en busca de Layla. Su madre había dado la voz de alarma cuando al regresar por la mañana a la casa, la había encontrado vacía. Tras ver que su hija no había dormido en su cama, que faltaban sus armas y algo de comida, había salido corriendo de vuelta a la taberna para poner en antecedentes a su marido. La mujer sabía a dónde había ido Layla, no tenía ninguna duda al respecto. Siempre se había caracterizado por ser bastante cabezota y ante la prohibición de ir con la partida en busca de esos elfos, había decidido ir ella sola.
- ¡Se ha ido de noche!, ¡ha entrado en el Bosque Oscuro de noche y sola! – se lamentaba casi histérica la madre, que estaba rodeada por otras mujeres de Elvin.
- Layla estará bien – intentaba animarla una de aquellas mujeres. Atendía uno de los puestos de verduras del mercado.
- No sabemos qué hay ahí dentro. Pudo haberla atacado un animal salvaje o salteadores. Puede que ese bosque esté lleno de bandidos.
- Los hombres saldrán en breve hacia el bosque – le dijo otra de aquellas mujeres a la vez que intentaba acallar el llanto del bebé que sostenía en brazos. – La traerán de vuelta en unas horas y entonces podrás castigarla para el resto de sus días.
Aunque nadie lo comentaba, todos tenían en mente a los dos hombres que habían desaparecido unos años atrás. Rezaban a todos sus dioses para que Layla apareciera sana y salva.
Y mientras Layla seguía su camino, perdida, a través del Bosque Oscuro, una partida de hombres se encaminaba hacia ella para llevarla de vuelta a Elvin.
A pesar de lo tenebroso del bosque, estaba todo en penumbra debido a la espesura de las copas de los árboles, Layla iba tranquila tarareando la melodía y seguida de cerca por dos especie de ardillas de gran tamaño. Se había extrañado mucho al ver que aquellos animales sólo la seguían cuando cantaba aquella canción. Si por casualidad paraba de tararear, las ardillas desaparecían entre la vegetación y la niebla.
Cada vez que paraba para descansar encontraba un árbol de ramas bajas y tomaba asiento en la mullida rama, lejos del suelo. En uno de esos descansos le pareció ver la silueta de una persona delgada en uno de los árboles, pero cuando volvió a mirar ya no había nada, sólo la rama vacía cargada de hojas rodeada de niebla.
“Sólo estoy cansada” – se dijo apoyando la espalda en el tronco y dejando que el silencio la envolviera.
Sin embargo, cuando reanudó el camino dejó de cantar y puso toda su atención en su alrededor, porque estaba segura que en aquel árbol había estado alguien.
No sé si se puede hacer doble-post , si no se puede, avisármelo, porfa. :)
navegante- Testigo
Re: El Reino Perdido de los Elfos --- Capítulos 1 y 2.
Buenas navegante!
Tu historia esta muy bien, me he leido tus 2 capitulos y pinta estupendamente :D
Pero nose puede hacer doble post, asi que ya lo sabes para otra vez ;)
Tu historia esta muy bien, me he leido tus 2 capitulos y pinta estupendamente :D
Pero nose puede hacer doble post, asi que ya lo sabes para otra vez ;)
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
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