El Reino perdido de los Elfos --- Capítulo 3. El Primer Encuentro
2 participantes
Página 1 de 1.
El Reino perdido de los Elfos --- Capítulo 3. El Primer Encuentro
He aquí el tercer capítulo de esta historia.
Espero que os haya gustado.
Un saludo
La partida que había salido de Elvin en busca de Layla acababa de entrar en el Bosque Oscuro. Fuertemente armados y con antorchas siguieron el mismo camino que había seguido el día anterior la muchacha. Sin embargo, había una pequeña diferencia. Parecía que el bosque supiera de las intenciones de aquella gente porque éstos no hacían más que encontrar obstáculos.
Una frondosa vegetación les cerraba el paso cada pocos metros, mientras que Layla había tenido el camino despejado, gruesos troncos aparecían en medio del camino, tan grandes que era imposible saltarlos y tenían que dar un rodeo, lo que los hacía desviarse de aquella “senda”. Riachuelos de aguas turbias era otro de los obstáculos que se encontraban al paso.
La niebla se había vuelto mucho más espesa, oscureciendo aún más el interior del bosque, y cuando se dieron cuenta estaban completamente perdidos. Comenzaron a escuchar el graznido estremecedor de aves desconocidas, sonido que les ponía el vello de punta.
Y mientras aquella partida seguía temerosa por el interior del bosque, Layla caminaba en silencio, bastante tranquila, adentrándose cada vez más en sus profundidades.
En mente seguía con el pensamiento de la silueta de la rama. Estaba segura que no lo había imaginado, pero había sido ver y no ver. Mantenía los ojos y los sentidos en alerta ante cualquier movimiento, siendo en vano la tensión, ya que nada apareció, ni siquiera aquellas enormes ardillas peludas.
- Oh, venga, sé que estabas allí arriba – dijo en voz alta, más para ella que para nadie del bosque.
El sonido del roce de las hojas de los árboles se escuchó de pronto, como si el bosque estuviera de acuerdo con lo que pensaba Layla. Una bandada de pájaros alzó el vuelo. Layla miró a su alrededor sorprendida por el ruido. Sabía que algo o alguien lo había provocado. Se echó hacia atrás la capucha marrón de la capa que llevaba y observó detenidamente el bosque en penumbra rodeado de niebla. Por un momento creyó ver, nuevamente, la silueta de una persona de pie al lado de un árbol. Se frotó los ojos y cuando volvió a clavar sus ojos verdes en aquella zona, la silueta había desaparecido.
“Me estoy volviendo loca” – se dijo mientras comenzaba a caminar hacia la zona en dónde había visto la sombra. La mano aferraba fuertemente la empuñadura de su espada, que aún pendía de la cadera.
El silencio volvió al bosque mientras Layla atravesaba la espesa niebla. La humedad humedeció el cabello oscuro de la joven, que desistió de la capucha para poder ver mejor.
- Gente de tu pueblo ha entrado en el bosque – una voz agradable con una tonalidad musical se escuchó justamente detrás de ella.
Layla se giró sorprendida con el corazón en un puño, pero allí no había nadie. Lentamente fue sacando la espada, dispuesta a pelear si hacía falta. Todos los horrores que contaban del Bosque Oscuro en Elvin le llegaron a la mente. Un sudor frío la recorrió de arriba a abajo.
Casi pega un salto cuando delante de ella ve a un joven delgado y no muy alto, vestido con una capa marrón-verdosa con capucha y en cuya mano sostenía un enorme arco de aspecto liviano.
Layla acabó de sacar la espada y clavó sus enormes y asustados ojos verdes en aquella esbelta figura, a la que ni siquiera se le veía la cara debido a la enorme capucha que usaba.
- Te están buscando – aquella voz melódica surgió del interior de la capucha.
Layla sólo lo miraba preguntándose quién era. ¿Un salteador?
- Hombres de Elvin han venido a buscarte – volvió a decir.
- ¿Te han mandado? ¿eres un rastreador? – susurró, demasiado nerviosa para hablar más alto.
Sabía que, a veces, mandaban a buscar a los pueblos vecinos rastreadores para operaciones de búsqueda, principalmente en las montañas del Norte, escarpadas y de díficil acceso, y en dónde la gente se perdía con facilidad y, por desgracia, con relativa frecuencia.
El desconocido no le contestó, tras un minuto de silencio soltó una carcajada.
- Si no eres un rastreador – la voz de Layla salió más fuerte ahora - ¿quién eres?, ¿qué quieres de mí?
- Nada. Sólo sentía curiosidad. Hacía mucho tiempo que nadie se adentraba en el Bosque Oscuro. – guardó silencio otro minuto. - ¿Y tú qué haces aquí?, ¿acaso huyes de tu gente?
- No.
Layla clavó los ojos en el suelo lleno de hojas y ramas. ¿Cómo iba a decirle a aquel extraño que se había adentrado en aquel lugar sólo porque había escuchado el rumor de que había una ciudad de elfos en las profundidades del bosque? La tomaría como una loca.
- ¿Por qué estás aquí? – volvió a preguntarle el joven del arco.
- Yo… esto… quería encontrar un lugar.
- ¿Un lugar?, ¿aquí?
Layla miró al desconocido al notar la sorpresa en la voz. Y casi suelta un grito de sorpresa cuando ve, estupefacta, que aquella persona se había bajado la enorme capucha dejando a la vista un rostro delicado y pálido, de ojos oscuros almendrados, con una larga melena rubia y unas orejas acabadas en punta. La espada cayó al suelo con un sonido seco.
- ¿Qué buscas en este bosque? – su voz se había endurecido y sus impresionante e hipnóticos ojos almendrados estaban clavados en Layla.
- Yo… - Layla no podía hablar de lo impresionada que estaba. ¡Delante de ella tenía a un elfo de carne y hueso! ¡Existían! – yo… bueno… os buscaba a vosotros.
- ¿A nosotros? – enarcó una ceja, sorprendido.
- Llegó un rumor a la Corte de que en el interior de este bosque se encuentra una ciudad habitada por elfos.
- ¿Y te adentras tú sola? – la sorpresa volvió a su voz - ¿o vienes con esos hombres?
- Yo… la verdad es que quería ir con la batida de dentro de una semana – le confesó. No sabía por qué, pero sentía la necesidad de contarle todo a aquel elfo.
- ¿Una batida?
- Sí, pero mi madre me lo ha prohibido, así que he decidido ir a buscar esa ciudad yo sola.
El elfo no dijo nada, solamente clavó la mirada en los bosques, pensativo. Layla aprovechó ese silencio para recoger la espada, aún tirada en el suelo. Cuando volvió la vista hacia aquel ser descubrió que éste había desaparecido y volvía a encontrarse sola.
- ¿Hola? – elevó la voz, pero nadie contestó.
Menos desanimada que hacía unos momentos, Layla reanudó su camino, pensando en aquel elfo y sabiendo que allí dentro había una ciudad. Aún no sabía dónde se encontraba aquel sitio pero lo encontraría tarde o temprano.
Una frondosa vegetación les cerraba el paso cada pocos metros, mientras que Layla había tenido el camino despejado, gruesos troncos aparecían en medio del camino, tan grandes que era imposible saltarlos y tenían que dar un rodeo, lo que los hacía desviarse de aquella “senda”. Riachuelos de aguas turbias era otro de los obstáculos que se encontraban al paso.
La niebla se había vuelto mucho más espesa, oscureciendo aún más el interior del bosque, y cuando se dieron cuenta estaban completamente perdidos. Comenzaron a escuchar el graznido estremecedor de aves desconocidas, sonido que les ponía el vello de punta.
Y mientras aquella partida seguía temerosa por el interior del bosque, Layla caminaba en silencio, bastante tranquila, adentrándose cada vez más en sus profundidades.
En mente seguía con el pensamiento de la silueta de la rama. Estaba segura que no lo había imaginado, pero había sido ver y no ver. Mantenía los ojos y los sentidos en alerta ante cualquier movimiento, siendo en vano la tensión, ya que nada apareció, ni siquiera aquellas enormes ardillas peludas.
- Oh, venga, sé que estabas allí arriba – dijo en voz alta, más para ella que para nadie del bosque.
El sonido del roce de las hojas de los árboles se escuchó de pronto, como si el bosque estuviera de acuerdo con lo que pensaba Layla. Una bandada de pájaros alzó el vuelo. Layla miró a su alrededor sorprendida por el ruido. Sabía que algo o alguien lo había provocado. Se echó hacia atrás la capucha marrón de la capa que llevaba y observó detenidamente el bosque en penumbra rodeado de niebla. Por un momento creyó ver, nuevamente, la silueta de una persona de pie al lado de un árbol. Se frotó los ojos y cuando volvió a clavar sus ojos verdes en aquella zona, la silueta había desaparecido.
“Me estoy volviendo loca” – se dijo mientras comenzaba a caminar hacia la zona en dónde había visto la sombra. La mano aferraba fuertemente la empuñadura de su espada, que aún pendía de la cadera.
El silencio volvió al bosque mientras Layla atravesaba la espesa niebla. La humedad humedeció el cabello oscuro de la joven, que desistió de la capucha para poder ver mejor.
- Gente de tu pueblo ha entrado en el bosque – una voz agradable con una tonalidad musical se escuchó justamente detrás de ella.
Layla se giró sorprendida con el corazón en un puño, pero allí no había nadie. Lentamente fue sacando la espada, dispuesta a pelear si hacía falta. Todos los horrores que contaban del Bosque Oscuro en Elvin le llegaron a la mente. Un sudor frío la recorrió de arriba a abajo.
Casi pega un salto cuando delante de ella ve a un joven delgado y no muy alto, vestido con una capa marrón-verdosa con capucha y en cuya mano sostenía un enorme arco de aspecto liviano.
Layla acabó de sacar la espada y clavó sus enormes y asustados ojos verdes en aquella esbelta figura, a la que ni siquiera se le veía la cara debido a la enorme capucha que usaba.
- Te están buscando – aquella voz melódica surgió del interior de la capucha.
Layla sólo lo miraba preguntándose quién era. ¿Un salteador?
- Hombres de Elvin han venido a buscarte – volvió a decir.
- ¿Te han mandado? ¿eres un rastreador? – susurró, demasiado nerviosa para hablar más alto.
Sabía que, a veces, mandaban a buscar a los pueblos vecinos rastreadores para operaciones de búsqueda, principalmente en las montañas del Norte, escarpadas y de díficil acceso, y en dónde la gente se perdía con facilidad y, por desgracia, con relativa frecuencia.
El desconocido no le contestó, tras un minuto de silencio soltó una carcajada.
- Si no eres un rastreador – la voz de Layla salió más fuerte ahora - ¿quién eres?, ¿qué quieres de mí?
- Nada. Sólo sentía curiosidad. Hacía mucho tiempo que nadie se adentraba en el Bosque Oscuro. – guardó silencio otro minuto. - ¿Y tú qué haces aquí?, ¿acaso huyes de tu gente?
- No.
Layla clavó los ojos en el suelo lleno de hojas y ramas. ¿Cómo iba a decirle a aquel extraño que se había adentrado en aquel lugar sólo porque había escuchado el rumor de que había una ciudad de elfos en las profundidades del bosque? La tomaría como una loca.
- ¿Por qué estás aquí? – volvió a preguntarle el joven del arco.
- Yo… esto… quería encontrar un lugar.
- ¿Un lugar?, ¿aquí?
Layla miró al desconocido al notar la sorpresa en la voz. Y casi suelta un grito de sorpresa cuando ve, estupefacta, que aquella persona se había bajado la enorme capucha dejando a la vista un rostro delicado y pálido, de ojos oscuros almendrados, con una larga melena rubia y unas orejas acabadas en punta. La espada cayó al suelo con un sonido seco.
- ¿Qué buscas en este bosque? – su voz se había endurecido y sus impresionante e hipnóticos ojos almendrados estaban clavados en Layla.
- Yo… - Layla no podía hablar de lo impresionada que estaba. ¡Delante de ella tenía a un elfo de carne y hueso! ¡Existían! – yo… bueno… os buscaba a vosotros.
- ¿A nosotros? – enarcó una ceja, sorprendido.
- Llegó un rumor a la Corte de que en el interior de este bosque se encuentra una ciudad habitada por elfos.
- ¿Y te adentras tú sola? – la sorpresa volvió a su voz - ¿o vienes con esos hombres?
- Yo… la verdad es que quería ir con la batida de dentro de una semana – le confesó. No sabía por qué, pero sentía la necesidad de contarle todo a aquel elfo.
- ¿Una batida?
- Sí, pero mi madre me lo ha prohibido, así que he decidido ir a buscar esa ciudad yo sola.
El elfo no dijo nada, solamente clavó la mirada en los bosques, pensativo. Layla aprovechó ese silencio para recoger la espada, aún tirada en el suelo. Cuando volvió la vista hacia aquel ser descubrió que éste había desaparecido y volvía a encontrarse sola.
- ¿Hola? – elevó la voz, pero nadie contestó.
Menos desanimada que hacía unos momentos, Layla reanudó su camino, pensando en aquel elfo y sabiendo que allí dentro había una ciudad. Aún no sabía dónde se encontraba aquel sitio pero lo encontraría tarde o temprano.
Espero que os haya gustado.
Un saludo
navegante- Testigo
Re: El Reino perdido de los Elfos --- Capítulo 3. El Primer Encuentro
Navegante ha estado muy bien el capitulo, pero por favor sigue toda la historia en un mismo post, no habras distintos post para cada capitulo ;)
Phoenix Wright- Pesadilla del Juzgado (Administrador Clan Abogados)
Temas similares
» El Reino Perdido de los Elfos --- Capítulos 1 y 2.
» El Juego. Capítulo 1
» Angeles Vs. Demonios Capitulo 2
» Rooten Seeds [3/7]
» Las desventuras de Federico en Una Fumada de Maravillas
» El Juego. Capítulo 1
» Angeles Vs. Demonios Capitulo 2
» Rooten Seeds [3/7]
» Las desventuras de Federico en Una Fumada de Maravillas
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.