The Legend of Tamy

Antes de que el tiempo empezara, antes de que los espíritus y la vida existiesen... Tres diosas doradas descendieron hacia el caos que era Bumania. Krystal, la diosa del poder; Delsy, la diosa de la sabiduría y Ema, la diosa del valor. Krystal... Con su fuerte y llameante banhammer, creó el mundo y la tierra rojiza. Delsy arrojó su sabiduría sobre la tierra y le dio el espíritu de justicia al mundo. Ema, con su alma, produjo todas las formas de vida sometidas a la justicia.

Cuando las tres diosas completaron su labor, retornaron a los cielos dejando tras de sí un misterioso objeto sagrado. Desde entonces, este objeto se convirtió en la base del destino de nuestro mundo. El lugar donde este descansaba pasó a conocerse como el Reino Sagrado.

Las diosas se aseguraron de esconder bien el sagrado imán, pues este hacía realidad los deseos de aquel que lo tuviese en sus manos. Si alguien con un corazón benevolente pedía un deseo, conduciría a Bumania hacia una era dorada de prosperidad. Por el contrario, si alguien poseído por el mal viese su deseo concedido, el mundo sería consumido por el mal... Ese conocimiento fue transmitido por muchos siglos, y con tal de proteger el imán de aquellos seres desalmados, los 8 mods construyeron el Chat Chattero.

Esta historia tiene su origen en la búsqueda del sagrado imán. Aquel que lo encontrase vería sus sueños hechos realidad. Por eso, un joven llamado Neil emprendió una búsqueda que lo llevó a través del Reino Sagrado hasta conseguir el imán. Muchos adversarios encontró en su camino, pero consiguió lo que se proponía. El precio que tuvo que pagar a cambio le pareció insignificante ese día. Sin embargo, no sabía que acababa de poner en peligro a toda la tierra de Bumania.

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Años después, aquel joven se había convertido en el rey de Bumania, un sabio respetado y querido por sus gentes que guiado por el poder del imán construyó un reino próspero. Sin embargo, una oscura sombra se cernía sobre su tranquilo y pacífico reino... Ajenos a todo esto, un joven guerrero llamado Kail y el resto de candidatos a entrar en la guardia real entrenaban en los jardines del palacio. Kail era un chico valiente y de pocas palabras que siempre había vivido en el castillo, pues había perdido a su familia años atrás, en la guerra. Su situación era privilegiada, puesto que el rey Neil y la princesa Tamy siempre le habían tenido un cariño especial.

Aquel día, un extraño hombre llegó a palacio, y en Kail recayó la tarea de llevarlo hasta el rey. No pudo observarlo con mucho detalle, puesto que llevaba puesta una capucha y una holgada túnica que solo dejaban entrever unas manos blanquecinas. Sin mediar palabra alguna, el joven guerrero y el encapuchado llegaron hasta la sala del trono, donde solo se encontraba el rey Neil.

-Eres tú, Kail... Gracias por haber acompañado a este visitante. Decidme, ¿quién sois? -preguntó al encapuchado.
-Soy un viejo conocido... Su Majestad -añadió con un tono que dejaba entrever cierta ironía-.
-¿Un conocido mío...? Dejadme ver vuestro rostro.

El encapuchado levantó la cabeza, y el rey Neil mostró un asombro fuera de lo común. Sin embargo, volvió a adoptar una apariencia normal en apenas unos instantes. Kail notó la reacción y se puso en guardia, pero el rey hizo un gesto.

-No te preocupes, joven... Este hombre es un viejo amigo, necesito hablar con él, a solas.

Kail asintió y se marchó de la sala, aunque no sin preocupación. El rey ordenó que nadie entrase en la sala hasta que no hubiese acabado de hablar con aquel personaje, y así fue... Pasó el resto del día charlando. Nadie imaginaba qué podía tener al rey tan ocupado durante todo aquel tiempo, ni siquiera la princesa, que empezaba a mostrarse visiblemente preocupada. Al caer la noche, Kail tuvo una visión, el rey Neil le hablaba a distancia.

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-Escúchame bien, Kail... Necesito que me hagas un favor, quizás demasiado arriesgado... Pero ahora mismo eres el único en quien puedo confiar. Necesito que vayas a los aposentos de Tamy, ella y tú debéis partir de inmediato lejos de aquí. Buscad al sabio Driver que vive en las montañas, él sabrá guiaros. Apresúrate, Kail, no tenemos demasiado tiempo.

El guerrero despertó sobresaltado, pensando que solo sería un sueño. Sin embargo, al mirar por la ventana de la torre donde los principiantes entrenaban, pudo ver un auténtico mar de criaturas que se aproximaban hacia el castillo. Rápidamente alarmó a todos sus compañeros, y cada cual fue a avisar al resto de las tropas del ejército real. Él, siguiendo la petición del rey, fue corriendo a la habitación de la princesa Tamy.

-¿Qué haces aquí, Kail? Espera, no digas nada... -dijo a pesar de saber que Kail contestaba rara vez a cualquier pregunta- Puedo sentir el peligro, algo se aproxima, ¿verdad? - Kail asintió-. Entiendo... Vamos, tenemos que salir de aquí.

Ambos se dirigieron a los establos del castillo, donde cogieron la montura personal de la princesa Tamy, un bello corcel de pelaje blanco plateado que estaba nervioso debido a la agitación del palacio. La princesa lo calmó en unos instantes, para después montar junto a Kail. Así, sobre uno de los más rápidos caballos y con Kail haciendo las veces de jinete, ambos huyeron del castillo por la salida de las montañas, la única que se encontraba a salvo del inminente asedio enemigo. Cuando ambos estuvieron lo suficientemente lejos del lugar y pudieron parar a tomar un respiro, la princesa no pudo evitar que una lágrima se resbalase por su mejilla al ver el castillo en llamas.

Mirando atrás vieron que el glorioso castillo estaba siendo pasto de las llamas, las bestias comenzaban a derribarlo como si fuese un simple castillo de naipes. Kail estaba, como de costumbre, sin palabras, y Tamy decidió darle la espalda a aquella horrible visión, incapaz de soportar toda la marea de pensamientos que desbordaba su mente. Los alaridos de las bestias llegaban a sus oídos y se clavaban en sus mentes como flechas de desesperanza que les animaban a tirar la toalla. Pero aquel no era momento de lamentarse. La princesa y su fiel escolta continuaron cabalgando con el corazón en un puño hasta que el camino no permitió que su montura pudiera seguir subiendo sin dificultades. Llegado aquel momento, ambos bajaron y dejaron libre al animal. Siguieron avanzando a pie durante toda la noche hasta que quedaron exhaustos. Agradecieron muchísimo el encontrar la luz de un fuego encendido en una de las cuevas de la montaña. Sabían que aquello implicaba tener compañía, así que Kail desenvainó la espada por si acaso.

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El guerrero entró sigilosamente a la cueva, esperando encontrar algún adversario, sin embargo no fue capaz de ver a nadie. Avanzó un poco más, hasta que la oscuridad le impidió seguir haciéndolo. Tampoco quería alejarse demasiado de Tamy, por miedo a lo que pudiese pasar. Además, lo único que podía distinguir eran las rocas de las paredes. Aliviado, volvió a envainar de nuevo la espada y fue a la entrada para indicarle a la princesa que podía pasar. Sin embargo, al hacerlo, unos enormes brazos de piedra lo cogieron por la espalda y lo dejaron completamente inmóvil. Kail gritó y se revolvió con todas sus fuerzas, pero no era capaz de zafarse de su enemigo. A los pocos segundos, la princesa entró y se alarmó de forma notable con la escena.

-¡Por las diosas! ¡Kail!
-¿Princesa Tamy? -preguntó una voz grave que parecía venir de la misma cueva.
-¡Soltadlo, soltadlo ahora mismo seáis quien seáis!
-Siento haberos asustado, princesa...

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Ante sus ojos, el sabio Driver salió de su escondite. Dejó libre a Kail apartando sus brazos de roca maciza y se separó de la pared dejando al descubierto su rocoso cuerpo. Como si no hubiese pasado nada, se sentó a contemplar el fuego, pensativo.

-¿Vos sois... Driver, el sabio?
-Así me conoce vuestra gente, princesa. Sin embargo para mis hermanos soy Gorodriver, el líder de la tribu Goron. Os agradecería que no me trataseis con tanta formalidad.
-Lo mismo digo, pero, mi padre no nos había mencionado que fueras un Goron...
-Sin embargo ya nos conocíamos, fui a verte cuando apenas tenías unos días de vida, princesa. Te has convertido en toda una mujer.
-Gracias, pero no estamos aquí pare recibir cumplidos. Mi padre...
-Necesita ayuda, ¿no es así? Las llamas se pueden ver desde aquí. Sin embargo... ¿Qué ha pasado? La guerra terminó hace ya muchos años.
-Hoy... Llegó un hombre extraño a palacio, decía que conocía a mi padre. No sabemos nada más, poco después un ejército de bestias atacó el castillo y tuvimos que huir.
-Ese hombre... Si es capaz de manejar un ejército de bestias, y dice conocer al rey, solo puede ser una persona.
-¿Quién, quién está detrás de todo esto?
-Le juré a Neil que jamás volvería a hablar del asunto, y no puedo faltar a ese juramento. Sin embargo, hay algo que podéis hacer por el rey. Si queremos volver a tomar el castillo y salvar a tu padre, necesitaremos el mayor de los poderes.
-¿Salvar a mi padre? -preguntó Tamy-. ¡Es imposible que siga con vida!
-Yo no diría tanto... Solo él conoce la forma de abrir el Chat Chattero, y por lo tanto, solo él es capaz de obtener el imán. Por poderoso que sea el enemigo, estoy seguro de que no cometerá el gran error de dejar escapar el poder que el imán podría otorgarle.
-Mi padre no hablará, ¿verdad?
-El viejo Neil es casi tan duro como yo, no se dará por vencido fácilmente. Pero la forma de hacerle sucumbir es bastante obvia. Eres tú, princesa. El rey no podría soportar tu muerte. Si no me equivoco, es por eso por lo que estáis aquí.
-Espera un momento... ¿Desde cuando sospechais que esto podía pasar?
-...
-Por favor, Driver...

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-Esto es algo que tememos desde el mismo día en el que Neil se hizo con el poder del imán. Sin embargo, ya no podemos hacer nada por evitarlo. Escuchad, aún hay esperanza, si no me equivoco...
-No tenemos tiempo que perder, ¿de qué se trata?
-Neil no estuvo solo en su viaje, yo fui su compañero durante un tiempo, y conozco parte del misterio del Chat. Tu padre me confió un importante papel en la apertura de la puerta. En el Reino Sagrado existen 3 metales que únicamente pueden encontrarse allí. Cada uno de ellos ha sido confiado a una de las distintas tribus de este mundo, cuyos líderes viajaron junto a tu padre en su periplo para conseguir el imán. Forjándolos juntos formarán una espada capaz de repeler las más oscuras tinieblas. Eso es todo lo que sé, y aunque conozco la importancia de la espada, no tengo ninguna información sobre la conexión entre la espada y el templo.
-Entiendo...
-Al parecer son criaturas del mal las que han asediado el castillo, así que con la espada deberíamos ser capaces de llegar hasta Neil. Una vez hayamos cumplido nuestro objetivo, él será capaz de encargarse del resto.
-Ya veo... Es de vital importancia hacerse con los metales.
-No tendré problemas en forjar la espada si me conseguís los materiales. También creo saber el motivo por el cual no has llegado sola, princesa. Este joven... ¿Kail? Puedo ver el valor en sus ojos. El rey ha elegido sabiamente al guerrero que tendrá que realizar tan ardua tarea...
-¿Y pretendes que vaya solo?
-Compréndelo, princesa... Yo y mis gentes prometimos a Neil que protegeríamos tu vida con la nuestra si fuese necesario, y a nadie más podemos acudir ahora mismo... El primero de los metales está en esta misma montaña, fue confiado a mis gentes... Toma, Kail, necesitarás esto.

Driver otorgó un saco de bombas a Kail. Él estaba acostumbrado a manejarlas debido al entrenamiento de palacio, así que no necesitó más explicaciones. Tras descansar durante unas horas, partió en su búsqueda del primero de los metales... En lo más profundo de un volcán que ha permanecido dormido desde la vuelta a los cielos de las diosas.

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Kail estaba listo para emprender su viaje. No podía quitarse de la cabeza lo que podría estarles pasando a sus compañeros del castillo, pero debía ser fuerte. Equipado con su fiel espada y su escudo comenzó la travesía por el duro camino de la montaña bajo el sol abrasador. ''Me vendría bien una nube o algo, juas juas rosco rosco'', se decía el héroe para sus adentros mientras el sudor le caía por la frente. No tuvo mucho tiempo más para pensar, dos tektites saltaron desde un precipicio cayendo justo frente a él. Desenvainó la espada con rapidez y se puso en guardia.

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Una de las dos bestias se abalanzó sobre el guerrero saltándole directamente a la cabeza, pero él fue más ágil y la apartó cubriéndose con el escudo. Rápidamente giró y vio como su otro enemigo se disponía a agarrarlo del cuello con las dos patas delanteras. Dio un paso hacia atrás y ensartó su espada en el ojo de la alimaña, la cual se hizo cenizas al instante. Sin perder ni un solo instante, se lanzó hacia el adversario restante e intentó acabar con su molesta presencia, pero este volvió a saltar y, esta vez sí, le golpeó la cabeza tirándolo al suelo unos instantes. Kail se levantó furioso y decidió atacar al fuego con fuego. Saltó con la espada en alto y acabó con la bestia con un corte limpio que la seccionó en dos partes. Jadeante, volvió a envainar su arma y tras coger un par de owones que las criaturas habían dejado tras de sí, siguió su solitaria marcha.


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Al caer la noche, pudo ver ante sus ojos la que parecía la entrada a la conocida como la Montaña del Ban. Aquel nombre era debido al caos y la destrucción que aquel volcán inactivo había causado antes de que las diosas descendieran a la tierra de Bumania. Dicen que las almas de aquellos que fueron banneados moran este misterioso lugar. Algunos habían osado entrar, pero los pocos que salieron con vida pagaron su cordura a cambio, pues se decía que un mal ancestral habitaba aquel lugar. Kail, sin embargo, no podía dejarse amilanar por las habladurías de la gente, así que cogió una de las antorchas que iluminaban la entrada y se adentró en las tinieblas. Mientras tanto, un ave un tanto peculiar observaba al joven héroe desde los cielos. Se posó en la entrada esperando a que el guerrero volviese de su aventura.

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Por su parte, el aventurero esperaba encontrar un mar de lava dentro del volcán, pero no veía más que rocas y más rocas que le dejaban un único camino posible a seguir. Tenía los cinco sentidos activados al máximo, ya que solo podía ver lo poco que alumbraba la antorcha que llevaba. No pudo notar sin embargo los aviesos ojos que lo observaban desde la penumbra, pero sí escuchó el sonido de un puñal saliendo de su vaina. Kail se dio la vuelta esperando encontrarse a algún adversario, pero no vio nada, así que no tuvo más remedio que seguir caminando, acelerando el paso. Por fortuna, no tardó en llegar a una estancia iluminada por antorchas cuyas llamas azules otorgaban un aire lúgubre al lugar. Ante él se alzaba una enorme puerta de piedra con grabados antiguos que le cortaba el paso. Mientras examinaba la puerta escuchó que algo o alguien se aproximaba, y al girarse se encontró con un lizalfos que se aproximaba lentamente hacia él.

No necesitó desenvainar la espada ya que pensaba que podía ahuyentar al lagarto con el fuego de la antorcha, pero sin embargo Kail no sabía que ya había caído en la trampa. La bestia paró en el centro de la estancia, como esperando a que algo sucediese. Al hacerlo, las llamas de todas las antorchas azules se fundieron en una sola provocando un destello que cegó a Kail durante unos instantes. Cuando los ojos se adaptaron nuevamente a la luz, el guerrero descubrió a un formidable enemigo.

El espíritu de un goron de tamaño descomunal había aparecido sobre el hombre-lagarto. Su expresión intimidatoria era un intento de que Kail sintiese auténtico pavor, pero el guerrero no se movió ni un ápice, y lanzó una mirada desafiante al espíritu, desenvainando su espada.

-Tú, bumano... ¿Cómo osas adentrarte en mis dominios? Si pretendes abrir esa puerta, antes tendrás que acabar conmigo... ¿Sigues queriendo jugar? Muy bien, empecemos...

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El espíritu se metió literalmente dentro del cuerpo del lizalfos, y este último comenzó a transformarse en una bestia que pocos habían visto antes, y ante la cual ninguno había logrado sobrevivir para dar a conocer su existencia. Las escamas del animal se endurecieron poco a poco hasta transformarse en rocas. Su tamaño también varió, de ser un escuálido animal, la bestia creció hasta convertirse en una robusta mole de piedra que tendría al menos dos veces la altura de Kail.

La bestia de piedra lanzó un ataque con uno de sus brazos a Kail, aunque debido a la lentitud de la criatura, él pudo esquivar el envite rodando por el suelo. Aprovechó el despiste de su adversario y encendió el círculo de antorchas para poder desprenderse así de la suya, que era un estorbo a la hora de luchar. Tras tener la sala iluminada y poder moverse mejor, se encaró directamente con el enemigo intentando prever sus movimientos. Al ver que no tomaba la iniciativa, empezó a correr en torno a la bestia, y cuando esta intentó atacar, Kail esquivó de nuevo el golpe y le dio una estocada que casi quebró la hoja de la espada. Sospechaba que algo así podía ocurrir al ser el cuerpo de su adversario una roca maciza. Su enemigo siguió lanzando golpes, cada vez más rápido, y el héroe cada vez estaba más y más exhausto. Cuando apenas le quedaban fuerzas, una voz recorrió el kilométrico túnel hasta la sala circular dándole la clave de la victoria.

-¡Usa las bombas, Kail!

¡Claro, Kail había olvidado por completo las bombas! ¿Pero como se las ingeniaría para hacer que la bestia no se las devolviese? Tenía una opción, pero era arriesgada. Una a una fue apagando las antorchas del círculo hasta quedarse completamente a oscuras. Ahora dependía única y exclusivamente de su oído. A tientas y con cautela, localizó a su rival que no paraba de agitarse en el sitio, esperando que por despiste él se acercase para recibir un impacto que a todas luces resultaría mortal. Sin embargo, Kail fue más astuto. Agazapado tras un pequeño montículo de piedra, encendió una de las bombas y cuando estaba a punto de explotar, la lanzó contra el gigante de piedra. Tras la explosión se observó una luz azul que iluminaba la sala. Kail salió de su escondite espada en mano, y vio rápidamente que en el centro del cuerpo de su enemigo había una sustancia azul que sin duda debía ser el espíritu. Asió su arma fuertemente, con ambas manos, y lanzando un grito de guerra corrió hacia la mermada criatura para acabar con su vida incrustando la espada en su punto débil. El monstruo emitió un alarido que hizo estremecerse los mismos cimientos de la montaña y que estuvo cerca de perforar los tímpanos de Kail.

El coloso se desmoronó en el suelo dejando tras de sí una joya en forma de corazón que se fundió con el alma del valiente guerrero e hizo que sus fuerzas aumentasen. Completamente revitalizado, Kail vio algo que no esperaba. El espíritu salió del cuerpo de la bestia, pero ahora tenía un color rojizo. Una a una, las antorchas del círculo se encendieron.

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-Valiente joven, he de daros las gracias, pues me habéis salvado. Hace ya mucho tiempo, un hombre que ansiaba poder acudió a esta misma gruta y acabó con mi vida. Soy Biggoron, guardián de uno de los tres metales sagrados. Cuando aquel hombre me despojó de la vida y vio que aún así me negaba a abrir la puerta, convirtió mi espíritu en un terrible y oscuro poder. Ahora que me habéis liberado podéis acceder al altar que contiene aquello que habéis venido a buscar y mi alma será libre para volver de nuevo a otro cuerpo. Pero tened cuidado, con mi liberación, el fuego pronto volverá a manar de esta montaña. Que las diosas os guarden...

El espíritu se desvaneció, y con él la puerta de piedra. Kail suspiró aliviado y entró a la sala del metal. Aquel lugar desprendía un halo místico y, en cierto sentido, inquietante. Labradas en la misma roca de las paredes, estatuas colosales representaban a las tres diosas que guardaban bajo su atenta mirada aquello que el guerrero venía buscando. El primero de los metales tenía un brillo rojizo, similar al de un rubí, pero sabía de sobra que era distinto ya que en cierto sentido, parecía tener vida propia. Recordando la advertencia del espíritu, corrió bajando las escaleras circulares que rodeaban la estancia hasta llegar a la parte más baja, donde sobre un pedestal reposaba el sagrado metal. Kail sacó una bolsa de escamas de Dodongo que el rey le había regalado hacía un tiempo por su cumpleaños y lo depositó en su interior. Al hacerlo, de la boca de las tres diosas de piedra comenzó a salir un chorro de fuego abrasador. Un grito extraño y ahogado recorrió el pasaje de piedra como un rayo que rasga los vientos. Y se hizo la oscuridad.